2010-bixio et al.-historia prehispanica de cordoba

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HISTORIA PREHISPÁNICA DE CÓRDOBA

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HISTORIA PREHISPÁNICA DE CÓRDOBA

2. HISTORIA PREHISPÁNICA DE CÓRDOBA

Beatriz Bixio

Eduardo E. Berberián

Sebastián Pastor

Colección Arqueología Argentina

2. HISTORIA PREHISPÁNICA DE CÓRDOBA

Beatriz Bixio

Eduardo E. Berberián

Sebastián Pastor

Colección Arqueología Argentina

Te encontraron detrás de tu sombra,

el sol del ocaso a tu espalda

y por eso tu derrota.

Si el sol está en tu pecho,

pies y cabeza dorados,

no te vencen hombres,

dioses y elementos.

El sol volverá a tu garganta,

a tu frente, a tu pecho,

antes que anochezca definitivamente

sobre tu raza, sobre tus pueblos,

y qué humanos serán el grito, el salto,

el sueño, el amor y la comida.

Fragmento de “Sabiduría indígena”

de Miguel Angel Asturias. Obras Completas.

Ed. Aguilar. Madrid 1969

Colección Arqueología Argentina

Comité Asesor Rodolfo A. Raffino Axel E. NielsenCoordinador Eduardo E. Berberián

2. Historia Prehispánica de Córdoba

Autores: Beatriz Bixio Eduardo E. Berberián Sebastián Pastor

Diagramación y diseño:Rebeca Pian

c Beatriz Bixio / Eduardo E. Berberián / Sebastián Pastorc 2010 Editorial Brujas

ISBN 978-987-591-197-0

Primera edición

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de tapa, puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o por fotocopia sin autorización previa.

Impreso en Argentina / Printed in Argentinawww.editorialbrujas.com.ar [email protected]/fax: (0351) 4606044 / 4609261- Pasaje España 1485 Córdoba - Argentina.

Te encontraron detrás de tu sombra,

el sol del ocaso a tu espalda

y por eso tu derrota.

Si el sol está en tu pecho,

pies y cabeza dorados,

no te vencen hombres,

dioses y elementos.

El sol volverá a tu garganta,

a tu frente, a tu pecho,

antes que anochezca definitivamente

sobre tu raza, sobre tus pueblos,

y qué humanos serán el grito, el salto,

el sueño, el amor y la comida.

Fragmento de “Sabiduría indígena”

de Miguel Angel Asturias. Obras Completas.

Ed. Aguilar. Madrid 1969

Colección Arqueología Argentina

Comité Asesor Rodolfo A. Raffino Axel E. NielsenCoordinador Eduardo E. Berberián

2. Historia Prehispánica de Córdoba

Autores: Beatriz Bixio Eduardo E. Berberián Sebastián Pastor

Diagramación y diseño:Rebeca Pian

c Beatriz Bixio / Eduardo E. Berberián / Sebastián Pastorc 2010 Editorial Brujas

ISBN 978-987-591-197-0

Primera edición

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de tapa, puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o por fotocopia sin autorización previa.

Impreso en Argentina / Printed in Argentinawww.editorialbrujas.com.ar [email protected]/fax: (0351) 4606044 / 4609261- Pasaje España 1485 Córdoba - Argentina.

Introducción

La región y su diversidad ecológica

Exploración y colonización inicial del territorio

Transformaciones del modo de vida cazador-recolector

La dispersión agrícola

El patrimonio arqueológico de Córdoba

Bibliografía

Indice

Los indígenas que encontraron los primeros españoles: Comechingones y Sanavirones

La inclusión en el sistema colonial

07

09

21

29

55

67

75

83

15

Introducción

La región y su diversidad ecológica

Exploración y colonización inicial del territorio

Transformaciones del modo de vida cazador-recolector

La dispersión agrícola

El patrimonio arqueológico de Córdoba

Bibliografía

Indice

Los indígenas que encontraron los primeros españoles: Comechingones y Sanavirones

La inclusión en el sistema colonial

07

09

21

29

55

67

75

83

15

En esta obra se presenta la visión de los auto- es, carentes de escritura. La etnohistoria, por su

res sobre el proceso histórico protagonizado por parte, aporta su conocimiento específico a partir

los grupos aborígenes que habitaron la provincia del estudio de documentos y otros restos, a los

de Córdoba desde los primeros pobladores que que interpreta atendiendo al contexto histórico y

ingresaron a la región hace más de 10.000 años, en función de categorías históricas, antropológi-

hasta el momento en que, asentados en aldeas cas y sociológicas. Esta disciplina aporta rele-

semi-sedentarias y en dominio de técnicas avan- vante información sobre el período de contacto

zadas de cultivo, manejo de animales domésti- pues para la región de Córdoba se cuenta con va-

cos, tejidos y con una compleja red política, en- liosas fuentes primarias producidas por los con-

traron en fricción con los conquistadores espa- quistadores y otros españoles que, posicionados

ñoles en la segunda mitad del siglo XVI. Perdida en diferentes lugares del sistema colonial, hicie-

rápidamente la batalla por la defensa de sus tie- ron referencia a variados aspectos de la organi-

rras y libertad, fueron incorporados al sistema co- zación de las comunidades aborígenes.

lonial, en un proceso complejo que implicó tan-

to continuidades como rupturas de los tradicio- Dejamos constancia de nuestro agradecimien-

nales modos de vida. Se intentará, entonces, to a los Dres. Andrea Recalde y Diego Rivero,

una breve reconstrucción de la historia indígena quienes cedieron fotografías de sitios y materia-

regional hasta los siglos XVI y XVII. Para todo les provenientes de sus investigaciones. Para los

ello, nos valdremos de dos disciplinas básicas: la estudios en el sur de la pampa de Achala conta-

arqueología y la etnohistoria. mos con la colaboración de la Administración

del Parque Nacional Quebrada del Condorito.

A partir de una evidencia fragmentaria, consti- Los Sres. Arturo Ferraretto, Esmeraldo Ledda,

tuida por restos de la cultura material, óseos hu- Víctor Martín, Alejandro Mendoza, Alberto Cu-

manos, de animales y de plantas (puntas de pro- bría y Luciano Cabezas facilitaron piezas de sus

yectiles de piedra o hueso, fragmentos cerámi- colecciones particulares para ser fotografiadas.

cos de vasijas, restos de comida, etc.) y con el au- Colaboraron en las tareas de documentación fo-

xilio de diferentes disciplinas y técnicas, la ar- tográfica Luis Tissera, Duilio Schiner y Sebas-

queología intenta conocer el pasado aborigen y tián Spongia. Marina Pastor confeccionó el dibu-

los modos de vida de las sociedades ágrafas, esto jo de la figura 44.

Introducción

07

En esta obra se presenta la visión de los auto- es, carentes de escritura. La etnohistoria, por su

res sobre el proceso histórico protagonizado por parte, aporta su conocimiento específico a partir

los grupos aborígenes que habitaron la provincia del estudio de documentos y otros restos, a los

de Córdoba desde los primeros pobladores que que interpreta atendiendo al contexto histórico y

ingresaron a la región hace más de 10.000 años, en función de categorías históricas, antropológi-

hasta el momento en que, asentados en aldeas cas y sociológicas. Esta disciplina aporta rele-

semi-sedentarias y en dominio de técnicas avan- vante información sobre el período de contacto

zadas de cultivo, manejo de animales domésti- pues para la región de Córdoba se cuenta con va-

cos, tejidos y con una compleja red política, en- liosas fuentes primarias producidas por los con-

traron en fricción con los conquistadores espa- quistadores y otros españoles que, posicionados

ñoles en la segunda mitad del siglo XVI. Perdida en diferentes lugares del sistema colonial, hicie-

rápidamente la batalla por la defensa de sus tie- ron referencia a variados aspectos de la organi-

rras y libertad, fueron incorporados al sistema co- zación de las comunidades aborígenes.

lonial, en un proceso complejo que implicó tan-

to continuidades como rupturas de los tradicio- Dejamos constancia de nuestro agradecimien-

nales modos de vida. Se intentará, entonces, to a los Dres. Andrea Recalde y Diego Rivero,

una breve reconstrucción de la historia indígena quienes cedieron fotografías de sitios y materia-

regional hasta los siglos XVI y XVII. Para todo les provenientes de sus investigaciones. Para los

ello, nos valdremos de dos disciplinas básicas: la estudios en el sur de la pampa de Achala conta-

arqueología y la etnohistoria. mos con la colaboración de la Administración

del Parque Nacional Quebrada del Condorito.

A partir de una evidencia fragmentaria, consti- Los Sres. Arturo Ferraretto, Esmeraldo Ledda,

tuida por restos de la cultura material, óseos hu- Víctor Martín, Alejandro Mendoza, Alberto Cu-

manos, de animales y de plantas (puntas de pro- bría y Luciano Cabezas facilitaron piezas de sus

yectiles de piedra o hueso, fragmentos cerámi- colecciones particulares para ser fotografiadas.

cos de vasijas, restos de comida, etc.) y con el au- Colaboraron en las tareas de documentación fo-

xilio de diferentes disciplinas y técnicas, la ar- tográfica Luis Tissera, Duilio Schiner y Sebas-

queología intenta conocer el pasado aborigen y tián Spongia. Marina Pastor confeccionó el dibu-

los modos de vida de las sociedades ágrafas, esto jo de la figura 44.

Introducción

07

La Provincia de Córdoba, con una ubicación les, que han definido su territorio, no coinciden

marcadamente central dentro del territorio de la con los de ninguna unidad geográfica en parti-

República Argentina, se caracteriza por presen- cular, sino que por el contrario, y debido preci-

tar una importante diversidad ecológica . samente a su posición central, incluye varias re-

Esto se debe a que los límites políticos actua- giones geográficas.

(fig. 1)

La región y su diversidad ecológica

Figura 1. La provincia de Córdoba y su situación relativa en el territorio argentino.

A la izquierda: Representación de un “flechero” del Cerro Colorado (Sierras del Norte de Córdoba). Pictografía en la que se destacan el arco corto tensado y un importante tocado dorsal, probablemente de plumas.

09

La Provincia de Córdoba, con una ubicación les, que han definido su territorio, no coinciden

marcadamente central dentro del territorio de la con los de ninguna unidad geográfica en parti-

República Argentina, se caracteriza por presen- cular, sino que por el contrario, y debido preci-

tar una importante diversidad ecológica . samente a su posición central, incluye varias re-

Esto se debe a que los límites políticos actua- giones geográficas.

(fig. 1)

La región y su diversidad ecológica

Figura 1. La provincia de Córdoba y su situación relativa en el territorio argentino.

A la izquierda: Representación de un “flechero” del Cerro Colorado (Sierras del Norte de Córdoba). Pictografía en la que se destacan el arco corto tensado y un importante tocado dorsal, probablemente de plumas.

09

De este modo, podemos observar que las plani- de Córdoba”, conforman el conjunto más orien-

cies del sudeste de Córdoba constituyen una con- tal y meridional de las Sierras Pampeanas, y pre-

tinuación de las “pampas” que caracterizan a las sentan una importante diversidad de micro-

provincias de Buenos Aires, La Pampa y el sur de ambientes, determinados principalmente por va-

Santa Fe; la llanura nororiental puede considerar- riaciones de altitud y disponibilidad de agua.

se como la última extensión de la llanura Chaco-

santiagueña, mientras que la llanura occidental Aunque es indudable que el ambiente impuso

comparte los rasgos propios de los “llanos” de La limitaciones -como así también diferentes posibi-

Rioja. lidades para la vida de estos grupos-, no es correc-

to pensar que aquellos desafíos derivados del me-

Por otro lado, una característica destacada de la dio geográfico determinaron las características so-

geografía de Córdoba son las cadenas montaño- cio-culturales de las poblaciones, o bien que éstas

sas que se localizan al oeste de la provincia y que hayan planteado una relación de “lucha” con la

ocupan aproximadamente una sexta parte de su naturaleza, a fin de lograr su dominio y explota-

superficie. Estas cadenas, denominadas “Sierras ción.

En líneas generales puede decirse que la Pro- Por último, el cordón occidental, el menor de

vincia de Córdoba presenta dos sectores clara- los tres, se inicia en las Salinas Grandes y desapa-

mente diferenciados: las sierras y las llanuras rece en las proximidades de la ciudad de Villa Do-

. lores. Tiene una extensión de 140 kilómetros por

35 de ancho y está formada por picos que apenas

La región de las Sierras está formada por tres superan los 1000 metros, aunque el cerro Yerba

cordones paralelos o subparalelos, que corren Buena, el principal de las Sierras de Pocho, alcan-

con dirección norte-sur a lo largo de 430 kilóme- za los 1690 metros.

tros, desde los 29º hasta los 33º 40' de latitud sur.

Estos cordones montañosos están separados

El cordón oriental, denominado genéricamente por abruptas quebradas transversales y altiplani-

Sierras Chicas, tiene una extensión de 400 kiló- cies conocidas como pampas o pampillas como

metros y mantiene a lo largo de su recorrido una las de Achala, Pocho y Olaen, que finalmente se

altura promedio superior a los 1000 metros. Su conectan a grandes valles longitudinales como Pu-

punto culminante es el cerro Uritorco, con casi nilla, Traslasierra y Calamuchita.

2000 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar).

Las precipitaciones en los sectores serranos son

El cordón central, también llamado Sierras relativamente abundantes y existen numerosos

Grandes, es el de mayor importancia y posee una cursos de agua, tanto de régimen permanente co-

extensión aproximada de 330 kilómetros por un mo estacional. La vegetación se relaciona con los

ancho máximo de sesenta. Aunque a lo largo de distintos niveles altitudinales. En virtud de la

su recorrido presenta una altura sumamente va- abundante disponibilidad de agua, terrenos culti-

riable, en los 65 kilómetros comprendidos entre vables y variadas especies animales y vegetales

el cerro Los Gigantes y el Champaquí, mantiene aprovechables, los valles serranos han constitui-

una altura superior a los 2000 metros . Al do espacios óptimos para la instalación humana,

sur del Champaquí el cordón central toma el situación reflejada en el elevado número de sitios

nombre de Sierra de Comechingones, que con- prehispánicos. Por su parte, las altiplanicies han

forma el límite entre las provincias de Córdoba y brindado excelentes condiciones para el desarro-

San Luis. llo de las actividades de caza y pastoreo. Debido a

(fig. 2)

(fig. 3)

Figura 3. Paisaje quebrado del sudoccidente de la pampa de Achala. Al fondo se observa el cerro Champaquí, de casi 3000 metros de altura, el más elevado de la provincia.

Figura 2. Provincia de Córdoba. Principales regiones y accidentes geográficos.

1110

De este modo, podemos observar que las plani- de Córdoba”, conforman el conjunto más orien-

cies del sudeste de Córdoba constituyen una con- tal y meridional de las Sierras Pampeanas, y pre-

tinuación de las “pampas” que caracterizan a las sentan una importante diversidad de micro-

provincias de Buenos Aires, La Pampa y el sur de ambientes, determinados principalmente por va-

Santa Fe; la llanura nororiental puede considerar- riaciones de altitud y disponibilidad de agua.

se como la última extensión de la llanura Chaco-

santiagueña, mientras que la llanura occidental Aunque es indudable que el ambiente impuso

comparte los rasgos propios de los “llanos” de La limitaciones -como así también diferentes posibi-

Rioja. lidades para la vida de estos grupos-, no es correc-

to pensar que aquellos desafíos derivados del me-

Por otro lado, una característica destacada de la dio geográfico determinaron las características so-

geografía de Córdoba son las cadenas montaño- cio-culturales de las poblaciones, o bien que éstas

sas que se localizan al oeste de la provincia y que hayan planteado una relación de “lucha” con la

ocupan aproximadamente una sexta parte de su naturaleza, a fin de lograr su dominio y explota-

superficie. Estas cadenas, denominadas “Sierras ción.

En líneas generales puede decirse que la Pro- Por último, el cordón occidental, el menor de

vincia de Córdoba presenta dos sectores clara- los tres, se inicia en las Salinas Grandes y desapa-

mente diferenciados: las sierras y las llanuras rece en las proximidades de la ciudad de Villa Do-

. lores. Tiene una extensión de 140 kilómetros por

35 de ancho y está formada por picos que apenas

La región de las Sierras está formada por tres superan los 1000 metros, aunque el cerro Yerba

cordones paralelos o subparalelos, que corren Buena, el principal de las Sierras de Pocho, alcan-

con dirección norte-sur a lo largo de 430 kilóme- za los 1690 metros.

tros, desde los 29º hasta los 33º 40' de latitud sur.

Estos cordones montañosos están separados

El cordón oriental, denominado genéricamente por abruptas quebradas transversales y altiplani-

Sierras Chicas, tiene una extensión de 400 kiló- cies conocidas como pampas o pampillas como

metros y mantiene a lo largo de su recorrido una las de Achala, Pocho y Olaen, que finalmente se

altura promedio superior a los 1000 metros. Su conectan a grandes valles longitudinales como Pu-

punto culminante es el cerro Uritorco, con casi nilla, Traslasierra y Calamuchita.

2000 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar).

Las precipitaciones en los sectores serranos son

El cordón central, también llamado Sierras relativamente abundantes y existen numerosos

Grandes, es el de mayor importancia y posee una cursos de agua, tanto de régimen permanente co-

extensión aproximada de 330 kilómetros por un mo estacional. La vegetación se relaciona con los

ancho máximo de sesenta. Aunque a lo largo de distintos niveles altitudinales. En virtud de la

su recorrido presenta una altura sumamente va- abundante disponibilidad de agua, terrenos culti-

riable, en los 65 kilómetros comprendidos entre vables y variadas especies animales y vegetales

el cerro Los Gigantes y el Champaquí, mantiene aprovechables, los valles serranos han constitui-

una altura superior a los 2000 metros . Al do espacios óptimos para la instalación humana,

sur del Champaquí el cordón central toma el situación reflejada en el elevado número de sitios

nombre de Sierra de Comechingones, que con- prehispánicos. Por su parte, las altiplanicies han

forma el límite entre las provincias de Córdoba y brindado excelentes condiciones para el desarro-

San Luis. llo de las actividades de caza y pastoreo. Debido a

(fig. 2)

(fig. 3)

Figura 3. Paisaje quebrado del sudoccidente de la pampa de Achala. Al fondo se observa el cerro Champaquí, de casi 3000 metros de altura, el más elevado de la provincia.

Figura 2. Provincia de Córdoba. Principales regiones y accidentes geográficos.

1110

la presencia de animales de importante tamaño bien cubriendo grandes extensiones, tenemos el

como guanacos y ciervos, estos lugares fueron “bosque campestre”, compuesto especialmente

frecuentados por las bandas de cazadores y reco- de especies xerófilas. A medida que se avanza

lectores que ocuparon tempranamente el territo- hacia el oriente, las formaciones boscosas dismi-

rio. nuyen y dan lugar a la vegetación característica

de las pampas, que incluye fundamentalmente

La llanura oriental se desarrolla a partir de las plantas herbáceas.

sierras y se extiende más allá de los límites de la

provincia, alcanzando las planicies de Santa Fe, Las riberas de los ríos han ofrecido una enor-

Buenos Aires y La Pampa. Aunque se observa me variedad de recursos naturales, por lo que

una suave pendiente del terreno en dirección constituyeron paisajes óptimos para la instala-

oeste-este, los desniveles no suelen superar el ción de las poblaciones prehispánicas. Asimis-

0,2 %. El rumbo general de la pendiente es se- mo, algunos ríos fueron una importante vía de

guido por los cuatro ríos principales que atravie- comunicación entre las comunidades de las sie-

san el sector (Suquía o Primero, Xanaes o Se- rras y las del litoral paranaense.

gundo, Ctalamuchita o Tercero y Chocanchara-

ba o Cuarto). La presencia de estos cursos de La llanura noroccidental, que presenta una alti-

agua, junto a las amplias cañadas que conducen tud inferior a los 500 m. y una suave pendiente

a los desagües fluviales y las numerosas depre- hacia el oeste, es la continuación de los llanos

siones cerradas, ocupadas por lagunas perma- riojanos y contrasta con la llanura oriental por la

nentes o estacionales, interrumpen la monoto- escasez de agua. La mayor parte de los ríos y

nía del relieve. arroyos en el presente son de régimen estacional

y se pierden en las Salinas Grandes, sector que

Uno de los accidentes geográficos más nota- por sus características ambientales puede consi-

bles de la llanura es la laguna Mar Chiquita, loca- derarse un área independiente .

lizada en el ángulo N.E. de la provincia, que tie-

ne una superficie aproximada de más de 2000 En los ambientes serranos la diversidad de re-2 cursos es mayor que en la llanura y su distribu-km y reúne una extensísima cuenca hidrográfi-

ción se caracteriza por la discontinuidad. Esto ca.

quiere decir que existen áreas, ubicadas a escasa

distancia entre sí, que han ofrecido medios dife-Las márgenes de los ríos que atraviesan la lla-

rentes y complementarios. Por el contrario, en el nura se encuentran cubiertas por los denomina-

caso de la llanura, los recursos que los grupos dos “bosques ribereños”, que pueden conside-

aborígenes pudieron aprovechar son menos di-rarse como una prolongación de los bosques se-

versos –lo que no significa que sean exiguos o rranos, aunque algo empobrecidos en lo relativo

menos abundantes- mientras que su distribu-al número de especies existentes. En espacios se-

ción es mucho más continua que en las sierras.parados de los ríos, y formando pequeñas islas o

(fig. 4)

Figura 4. La planicie desértica que se extiende al occidente de las sierras. Vista desde las últimas estribaciones del cordón de Serrezuela.

12

la presencia de animales de importante tamaño bien cubriendo grandes extensiones, tenemos el

como guanacos y ciervos, estos lugares fueron “bosque campestre”, compuesto especialmente

frecuentados por las bandas de cazadores y reco- de especies xerófilas. A medida que se avanza

lectores que ocuparon tempranamente el territo- hacia el oriente, las formaciones boscosas dismi-

rio. nuyen y dan lugar a la vegetación característica

de las pampas, que incluye fundamentalmente

La llanura oriental se desarrolla a partir de las plantas herbáceas.

sierras y se extiende más allá de los límites de la

provincia, alcanzando las planicies de Santa Fe, Las riberas de los ríos han ofrecido una enor-

Buenos Aires y La Pampa. Aunque se observa me variedad de recursos naturales, por lo que

una suave pendiente del terreno en dirección constituyeron paisajes óptimos para la instala-

oeste-este, los desniveles no suelen superar el ción de las poblaciones prehispánicas. Asimis-

0,2 %. El rumbo general de la pendiente es se- mo, algunos ríos fueron una importante vía de

guido por los cuatro ríos principales que atravie- comunicación entre las comunidades de las sie-

san el sector (Suquía o Primero, Xanaes o Se- rras y las del litoral paranaense.

gundo, Ctalamuchita o Tercero y Chocanchara-

ba o Cuarto). La presencia de estos cursos de La llanura noroccidental, que presenta una alti-

agua, junto a las amplias cañadas que conducen tud inferior a los 500 m. y una suave pendiente

a los desagües fluviales y las numerosas depre- hacia el oeste, es la continuación de los llanos

siones cerradas, ocupadas por lagunas perma- riojanos y contrasta con la llanura oriental por la

nentes o estacionales, interrumpen la monoto- escasez de agua. La mayor parte de los ríos y

nía del relieve. arroyos en el presente son de régimen estacional

y se pierden en las Salinas Grandes, sector que

Uno de los accidentes geográficos más nota- por sus características ambientales puede consi-

bles de la llanura es la laguna Mar Chiquita, loca- derarse un área independiente .

lizada en el ángulo N.E. de la provincia, que tie-

ne una superficie aproximada de más de 2000 En los ambientes serranos la diversidad de re-2 cursos es mayor que en la llanura y su distribu-km y reúne una extensísima cuenca hidrográfi-

ción se caracteriza por la discontinuidad. Esto ca.

quiere decir que existen áreas, ubicadas a escasa

distancia entre sí, que han ofrecido medios dife-Las márgenes de los ríos que atraviesan la lla-

rentes y complementarios. Por el contrario, en el nura se encuentran cubiertas por los denomina-

caso de la llanura, los recursos que los grupos dos “bosques ribereños”, que pueden conside-

aborígenes pudieron aprovechar son menos di-rarse como una prolongación de los bosques se-

versos –lo que no significa que sean exiguos o rranos, aunque algo empobrecidos en lo relativo

menos abundantes- mientras que su distribu-al número de especies existentes. En espacios se-

ción es mucho más continua que en las sierras.parados de los ríos, y formando pequeñas islas o

(fig. 4)

Figura 4. La planicie desértica que se extiende al occidente de las sierras. Vista desde las últimas estribaciones del cordón de Serrezuela.

12

De acuerdo al estado actual de los conocimien- toceno y comienzos del Holoceno, es decir, en la

tos, la historia prehispánica de Córdoba se inició a última etapa de los tiempos glaciares y de retirada

fines del período geológico conocido como Pleis- de los hielos en gran parte del planeta y el poste-

Exploración y colonizacióninicial del territorio

Figura 5. Localización de los sitios arqueológicos con ocupaciones comprendidas entre el Pleistoceno final y el Holoceno Temprano (11.000 / 5000 a.C.).

15

A la izquierda: Se utilizaron diferentes técnicas como incisiones continuas, incisiones rítmicas y aplicación de bandas al pastillaje y pintura blanca. Procede de Cosquín (valle de Punilla).

Fragmento correspondiente a la cabeza de una estatuilla. Sobresalen las representaciones de collares, cabellos y gorro.

Referencias: 1-Miramar; 2-Candonga; 3-Observatorio Astronómico; 4-Ayampitín; 5-El Alto 3; 6-Arroyo El Gaucho 1; 7- Quebrada del Real 1; 8- Gruta de Intihuasi.

De acuerdo al estado actual de los conocimien- toceno y comienzos del Holoceno, es decir, en la

tos, la historia prehispánica de Córdoba se inició a última etapa de los tiempos glaciares y de retirada

fines del período geológico conocido como Pleis- de los hielos en gran parte del planeta y el poste-

Exploración y colonizacióninicial del territorio

Figura 5. Localización de los sitios arqueológicos con ocupaciones comprendidas entre el Pleistoceno final y el Holoceno Temprano (11.000 / 5000 a.C.).

15

A la izquierda: Se utilizaron diferentes técnicas como incisiones continuas, incisiones rítmicas y aplicación de bandas al pastillaje y pintura blanca. Procede de Cosquín (valle de Punilla).

Fragmento correspondiente a la cabeza de una estatuilla. Sobresalen las representaciones de collares, cabellos y gorro.

Referencias: 1-Miramar; 2-Candonga; 3-Observatorio Astronómico; 4-Ayampitín; 5-El Alto 3; 6-Arroyo El Gaucho 1; 7- Quebrada del Real 1; 8- Gruta de Intihuasi.

rior establecimiento de condiciones climáticas de cambio social entre grupos cazadores-

más benignas. Este período puede ser ubicado recolectores, que culminó con la adopción de

temporalmente entre 11.000 y 9000 años antes de prácticas agrícolas algunos siglos antes de la con-

nuestra era (antes de Cristo). Carecemos de infor- quista europea, y el posterior proceso de deses-

mación escrita para una vasta etapa del pasado, tructuración social promovido por la fricción inte-

ya que los primeros textos se remontan a algunos rétnica.

años antes de la fundación de Córdoba en 1573, y

fueron producidos por los españoles que conquis- Los vestigios más antiguos localizados hasta el

taron la región. Únicamente los estudios arqueo- presente en la provincia de Córdoba provienen de

lógicos con el auxilio de disciplinas como la pali- las altiplanicies cubiertas de pastizales de la Pam-

nología, zoología, geología, etc., aportan conoci- pa de Achala, donde se encuentra el sitio El Alto 3

mientos sobre los tiempos más remotos. Desde el . Se trata de un alero de grandes dimensio-

arribo de los primeros exploradores-colonizadores nes, localizado en la cabecera de una quebrada a

hace más de 10.000 años, hasta la llegada de los 1690 metros sobre el nivel del mar. Las excavacio-

españoles en el siglo XVI, los modos de vida de nes estratigráficas permitieron identificar, en sus

los grupos aborígenes experimentaron importan- niveles más profundos, algunos instrumentos líti-

tes transformaciones . Analizaremos los as- cos poco formatizados y desechos de talla de cuar-

pectos más destacados de una extensa trayectoria zo, asociados a carbón vegetal disperso. Los análi-

(fig. 6)

(fig. 5)

sis de carbono 14 efectuados sobre dos muestras puntas, acondicionadas en astiles de madera,

de este último material arrojaron dataciones de eran arrojadas con la estólica o propulsor, un ar-

11.010 80 AP y 9790 60 AP (AP = años antes ma que precedió al arco en el desarrollo de las ac-

del presente, por convención el año 1950). Tras- tividades de caza y que a manera de brazo de pa-

ladadas al calendario cristiano las fechas extre- lanca multiplicaba la fuerza humana .

mas corresponderían, aproximadamente, a Estos instrumentos fueron inicialmente obteni-

11.230 a.C. y 8941 a.C. dos en un sitio al aire libre de la Pampa de Olaen,

en un paraje denominado “Ayampitín” en los do-

Las investigaciones demuestran que los sitios y cumentos coloniales de los siglos XVI y XVII.

hallazgos aislados pertenecientes a este período Estos cazadores-recolectores también ocuparon

son muy poco frecuentes, lo cual indica que la re-

gión se presentaba por entonces como un paisaje

prácticamente deshabitado o casi vacío de perso-

nas. Los primeros grupos pudieron ingresar des-

de diferentes regiones aledañas, aunque los arri-

bos debieron estar muy separados en tiempo y es-

pacio, lo cual justifica la mínima visibilidad ar-

queológica (sitios muy escasos, pequeños y difíci-

les de detectar). Así por ejemplo, un grupo explo-

rador pudo visitar fugazmente el alero El Alto 3

durante una partida de caza, quedando el mismo

desocupado 200 o 300 años hasta que otros caza-

dores se detuvieran, igualmente, por algunas ho-

ras o días. Intermitentemente, otros exploradores-

colonizadores pudieron ingresar por otros secto-

res (Sierras del Norte, Valle de Calamuchita, Sie-

rras de San Luis), dando cuenta de un patrón de

hallazgos muy discontinuo en el espacio.

Después de estas exploraciones y eventuales in-

tentos colonizadores, otros grupos fueron ocu-

pando efectivamente la región durante el Holoce-

no Temprano, entre 7000 y 5000 a.C. En una pri-

mera etapa, estos cazadores fueron identificados

arqueológicamente por las grandes puntas de pro-

yectil lanceoladas o foliáceas, de 5 a 10 cm de lar-

go, elaboradas en cuarzo mediante técnicas de ta-

lla sobre ambas caras . Muchas de estas

(fig. 8)

(fig. 7)

16

Figura 6. Sitio El Alto 3. Sector norte de la pampa de Achala. Refugio utilizado por grupos de cazadores desde hace mas de 10.000 años.

Figura 7. Puntas de proyectil lanceoladas del sitio El Alto 3. Se recuperaron en un nivel datado entre 6200 y 5800 a.C.

rior establecimiento de condiciones climáticas de cambio social entre grupos cazadores-

más benignas. Este período puede ser ubicado recolectores, que culminó con la adopción de

temporalmente entre 11.000 y 9000 años antes de prácticas agrícolas algunos siglos antes de la con-

nuestra era (antes de Cristo). Carecemos de infor- quista europea, y el posterior proceso de deses-

mación escrita para una vasta etapa del pasado, tructuración social promovido por la fricción inte-

ya que los primeros textos se remontan a algunos rétnica.

años antes de la fundación de Córdoba en 1573, y

fueron producidos por los españoles que conquis- Los vestigios más antiguos localizados hasta el

taron la región. Únicamente los estudios arqueo- presente en la provincia de Córdoba provienen de

lógicos con el auxilio de disciplinas como la pali- las altiplanicies cubiertas de pastizales de la Pam-

nología, zoología, geología, etc., aportan conoci- pa de Achala, donde se encuentra el sitio El Alto 3

mientos sobre los tiempos más remotos. Desde el . Se trata de un alero de grandes dimensio-

arribo de los primeros exploradores-colonizadores nes, localizado en la cabecera de una quebrada a

hace más de 10.000 años, hasta la llegada de los 1690 metros sobre el nivel del mar. Las excavacio-

españoles en el siglo XVI, los modos de vida de nes estratigráficas permitieron identificar, en sus

los grupos aborígenes experimentaron importan- niveles más profundos, algunos instrumentos líti-

tes transformaciones . Analizaremos los as- cos poco formatizados y desechos de talla de cuar-

pectos más destacados de una extensa trayectoria zo, asociados a carbón vegetal disperso. Los análi-

(fig. 6)

(fig. 5)

sis de carbono 14 efectuados sobre dos muestras puntas, acondicionadas en astiles de madera,

de este último material arrojaron dataciones de eran arrojadas con la estólica o propulsor, un ar-

11.010 80 AP y 9790 60 AP (AP = años antes ma que precedió al arco en el desarrollo de las ac-

del presente, por convención el año 1950). Tras- tividades de caza y que a manera de brazo de pa-

ladadas al calendario cristiano las fechas extre- lanca multiplicaba la fuerza humana .

mas corresponderían, aproximadamente, a Estos instrumentos fueron inicialmente obteni-

11.230 a.C. y 8941 a.C. dos en un sitio al aire libre de la Pampa de Olaen,

en un paraje denominado “Ayampitín” en los do-

Las investigaciones demuestran que los sitios y cumentos coloniales de los siglos XVI y XVII.

hallazgos aislados pertenecientes a este período Estos cazadores-recolectores también ocuparon

son muy poco frecuentes, lo cual indica que la re-

gión se presentaba por entonces como un paisaje

prácticamente deshabitado o casi vacío de perso-

nas. Los primeros grupos pudieron ingresar des-

de diferentes regiones aledañas, aunque los arri-

bos debieron estar muy separados en tiempo y es-

pacio, lo cual justifica la mínima visibilidad ar-

queológica (sitios muy escasos, pequeños y difíci-

les de detectar). Así por ejemplo, un grupo explo-

rador pudo visitar fugazmente el alero El Alto 3

durante una partida de caza, quedando el mismo

desocupado 200 o 300 años hasta que otros caza-

dores se detuvieran, igualmente, por algunas ho-

ras o días. Intermitentemente, otros exploradores-

colonizadores pudieron ingresar por otros secto-

res (Sierras del Norte, Valle de Calamuchita, Sie-

rras de San Luis), dando cuenta de un patrón de

hallazgos muy discontinuo en el espacio.

Después de estas exploraciones y eventuales in-

tentos colonizadores, otros grupos fueron ocu-

pando efectivamente la región durante el Holoce-

no Temprano, entre 7000 y 5000 a.C. En una pri-

mera etapa, estos cazadores fueron identificados

arqueológicamente por las grandes puntas de pro-

yectil lanceoladas o foliáceas, de 5 a 10 cm de lar-

go, elaboradas en cuarzo mediante técnicas de ta-

lla sobre ambas caras . Muchas de estas

(fig. 8)

(fig. 7)

16

Figura 6. Sitio El Alto 3. Sector norte de la pampa de Achala. Refugio utilizado por grupos de cazadores desde hace mas de 10.000 años.

Figura 7. Puntas de proyectil lanceoladas del sitio El Alto 3. Se recuperaron en un nivel datado entre 6200 y 5800 a.C.

abrigos rocosos con fines habitacionales, como Para las Sierras de Córdoba, la información

se ha observado en las Sierras Centrales (Córdo- más precisa proviene de algunos sitios en abri-

ba-San Luis) y en el Centro-Oeste (San Juan- gos rocosos, recientemente excavados en la Pam-

Mendoza), donde sobresalen sitios como la Gru- pa de Achala: El Alto 3, Arroyo El Gaucho 1 y

ta de Intihuasi (San Luis) y la Cueva del Peñon- Quebrada del Real 1, con fechados de 6200 a

cito (San Juan). En los niveles inferiores de am- 5000 a.C.. En todos ellos se recuperaron puntas

bas cuevas, datados entre 7000 y 5500 a.C., se en- ayampitín e instrumentos de piedra poco forma-

contraron las características puntas lanceoladas, tizados (cuchillos, raspadores, raederas). Ade-

asociadas a otros instrumentos de piedra (raspa- más se identificaron núcleos del mismo mate-

dores para trabajar el cuero, cuchillos) y útiles rial, de donde se obtenían las lascas o fragmen-

sencillos fabricados en hueso, como agujas y per- tos empleados en la elaboración de aquellos ins-

foradores. También se registraron restos óseos de trumentos, así como gran cantidad de residuos

guanacos y ciervos (Ozotoceros bezoarticus, Hip- producidos por el trabajo lítico e instrumentos

pocamelus), cáscaras de huevos de ñandú (Rhei- utilizados en la molienda de frutos y semillas

dae), instrumentos de molienda y fogones utili- (molinos con sus correspondientes manos). En

zados por sus primeros ocupantes. Arroyo El Gaucho 1 se recuperó un colmillo de

zorro (Licalopex) perforado en la raíz, posible- efectiva en los diferentes sectores y micro-

mente utilizado como colgante , mientras ambientes, tal como sugiere la distribución re-

que en Quebrada del Real 1 se identificaron algu- gional de sitios arqueológicos y los materiales re-

nos instrumentos óseos, entre ellos agujas y reto- cuperados en superficie o excavados. Las evi-

cadores confeccionados con astas de venados de dencias directas e indirectas de bienes de proce-

las pampas (Ozotoceros bezoarticus). Estos últi- dencia lejana dan cuenta del temprano desarro-

mos fueron empleados durante la última etapa llo de estrategias de articulación micro-

de la talla de instrumentos de piedra, por ejem- ambiental, a través de una alta movilidad, y de la

plo, para la terminación de los bordes de las pun- existencia de amplios rangos de acción, esto es,

tas de proyectil . Entre los restos de ani- de grandes extensiones territoriales disponibles

males predominan los guanacos, aunque tam- para su aprovechamiento por cada grupo local o

bién se registraron ciervos y pequeños vertebra- banda. Así por ejemplo, en Arroyo El Gaucho 1,

dos (roedores y aves). en plena Pampa de Achala a casi 2000 m.s.n.m.,

se procesaron y consumieron frutos y se quemó

Estas sociedades se organizaban en grupos pe- combustible trasladados desde entornos bosco-

queños y altamente móviles, en un contexto de sos situados a más de 20 km de distancia.

muy baja demografía pero con una presencia

(fig. 9)

(fig. 10)

Figura 10. Retocadores elaborados en astas de venados de las pampas.

Provienen del sitio Quebrada del Real 1, en el sudoccidente de la Pampa de Achala.

Figura 9. Adorno colgante del sitio Arroyo El Gaucho 1, consistente en un colmillo de zorro perforado en la raíz. Procede de un nivel datado entre 6200 y 5800 a.C.

1918

Figura 8. Modo de uso de la estólica o propulsor.

abrigos rocosos con fines habitacionales, como Para las Sierras de Córdoba, la información

se ha observado en las Sierras Centrales (Córdo- más precisa proviene de algunos sitios en abri-

ba-San Luis) y en el Centro-Oeste (San Juan- gos rocosos, recientemente excavados en la Pam-

Mendoza), donde sobresalen sitios como la Gru- pa de Achala: El Alto 3, Arroyo El Gaucho 1 y

ta de Intihuasi (San Luis) y la Cueva del Peñon- Quebrada del Real 1, con fechados de 6200 a

cito (San Juan). En los niveles inferiores de am- 5000 a.C.. En todos ellos se recuperaron puntas

bas cuevas, datados entre 7000 y 5500 a.C., se en- ayampitín e instrumentos de piedra poco forma-

contraron las características puntas lanceoladas, tizados (cuchillos, raspadores, raederas). Ade-

asociadas a otros instrumentos de piedra (raspa- más se identificaron núcleos del mismo mate-

dores para trabajar el cuero, cuchillos) y útiles rial, de donde se obtenían las lascas o fragmen-

sencillos fabricados en hueso, como agujas y per- tos empleados en la elaboración de aquellos ins-

foradores. También se registraron restos óseos de trumentos, así como gran cantidad de residuos

guanacos y ciervos (Ozotoceros bezoarticus, Hip- producidos por el trabajo lítico e instrumentos

pocamelus), cáscaras de huevos de ñandú (Rhei- utilizados en la molienda de frutos y semillas

dae), instrumentos de molienda y fogones utili- (molinos con sus correspondientes manos). En

zados por sus primeros ocupantes. Arroyo El Gaucho 1 se recuperó un colmillo de

zorro (Licalopex) perforado en la raíz, posible- efectiva en los diferentes sectores y micro-

mente utilizado como colgante , mientras ambientes, tal como sugiere la distribución re-

que en Quebrada del Real 1 se identificaron algu- gional de sitios arqueológicos y los materiales re-

nos instrumentos óseos, entre ellos agujas y reto- cuperados en superficie o excavados. Las evi-

cadores confeccionados con astas de venados de dencias directas e indirectas de bienes de proce-

las pampas (Ozotoceros bezoarticus). Estos últi- dencia lejana dan cuenta del temprano desarro-

mos fueron empleados durante la última etapa llo de estrategias de articulación micro-

de la talla de instrumentos de piedra, por ejem- ambiental, a través de una alta movilidad, y de la

plo, para la terminación de los bordes de las pun- existencia de amplios rangos de acción, esto es,

tas de proyectil . Entre los restos de ani- de grandes extensiones territoriales disponibles

males predominan los guanacos, aunque tam- para su aprovechamiento por cada grupo local o

bién se registraron ciervos y pequeños vertebra- banda. Así por ejemplo, en Arroyo El Gaucho 1,

dos (roedores y aves). en plena Pampa de Achala a casi 2000 m.s.n.m.,

se procesaron y consumieron frutos y se quemó

Estas sociedades se organizaban en grupos pe- combustible trasladados desde entornos bosco-

queños y altamente móviles, en un contexto de sos situados a más de 20 km de distancia.

muy baja demografía pero con una presencia

(fig. 9)

(fig. 10)

Figura 10. Retocadores elaborados en astas de venados de las pampas.

Provienen del sitio Quebrada del Real 1, en el sudoccidente de la Pampa de Achala.

Figura 9. Adorno colgante del sitio Arroyo El Gaucho 1, consistente en un colmillo de zorro perforado en la raíz. Procede de un nivel datado entre 6200 y 5800 a.C.

1918

Figura 8. Modo de uso de la estólica o propulsor.

Los conjuntos arqueológicos del Holoceno Me- recolectores experimentó considerables cam-

dio y comienzos del Tardío (3500 a.C.-500 d.C.) bios, tanto en el sector serrano de Córdoba como

señalan que la forma de vida de los cazadores- en regiones vecinas (San Luis, Centro-Oeste). En

Transformaciones del modo de vida cazador-recolector

21

A la izquierda: rectangular con una perforación central, tradicionalmente llamadas “torteros”. Sin embargo, es probable que, antes que herramientas usadas para el hilado, consistieran en adornos adheridos a las vestimentas o tocados.

Fragmentos pertenecientes a huesos planos grabados con una esmerada técnica. Corresponden a piezas de contorno

Figura 11. Sitios arqueológicos con ocupaciones comprendidas entre el Holoceno Medio y comienzos del Tardío (5000 a.C. / 500 d.C.).

Referencias: 1-Abrigo de Ongamira; 2- Cruz Chiquita 3; 3- El Alto 3; 4- San Roque 4; 5- Arroyo El Gaucho 1; 6- Alero La Enramada 3; 7- Quebrada del Real 1; 8- Abrigo de Los Chelcos; 9- Alpa Corral; 10- Cerro Intihuasi y aledaños; 11- Gruta de Intihuasi.

Los conjuntos arqueológicos del Holoceno Me- recolectores experimentó considerables cam-

dio y comienzos del Tardío (3500 a.C.-500 d.C.) bios, tanto en el sector serrano de Córdoba como

señalan que la forma de vida de los cazadores- en regiones vecinas (San Luis, Centro-Oeste). En

Transformaciones del modo de vida cazador-recolector

21

A la izquierda: rectangular con una perforación central, tradicionalmente llamadas “torteros”. Sin embargo, es probable que, antes que herramientas usadas para el hilado, consistieran en adornos adheridos a las vestimentas o tocados.

Fragmentos pertenecientes a huesos planos grabados con una esmerada técnica. Corresponden a piezas de contorno

Figura 11. Sitios arqueológicos con ocupaciones comprendidas entre el Holoceno Medio y comienzos del Tardío (5000 a.C. / 500 d.C.).

Referencias: 1-Abrigo de Ongamira; 2- Cruz Chiquita 3; 3- El Alto 3; 4- San Roque 4; 5- Arroyo El Gaucho 1; 6- Alero La Enramada 3; 7- Quebrada del Real 1; 8- Abrigo de Los Chelcos; 9- Alpa Corral; 10- Cerro Intihuasi y aledaños; 11- Gruta de Intihuasi.

efecto, los niveles subsiguientes de la Gruta de

Intihuasi (San Luis) y de la Cueva del Peñoncito

(San Juan), al igual que algunos sitios de las Sie-

rras de Córdoba como el Abrigo de Ongamira,

en las estribaciones orientales de las Sierras Chi-

cas, o el Abrigo de los Chelcos, en la ladera occi-

dental de la Sierra de Achala, muestran signifi-

cativas diferencias con los contextos del Holoce-

no Temprano . Se confirman cambios a (fig. 11)

nivel tecnológico, con el reemplazo de las pun-

tas lanceoladas de tipo ayampitín por otras de

forma triangular . Además, se diversifica-

ron los instrumentos de hueso y se in-

crementó el número y variedad de útiles de mo-

lienda. La presencia de estos últimos, sumada a

una alta frecuencia de cáscaras de huevos de

ñandú, dan cuenta de la mayor importancia eco-

nómica de las prácticas recolectoras.

(fig. 12)

(fig. 13)

Figura 12. Puntas de proyectil triangulares del sitio Arroyo El Gaucho 1.Fueron obtenidas en un nivel fechado entre 2300 y 1700 a.C.

Figura 13. Instrumentos óseos punzantes de Quebrada del Real 1.

efecto, los niveles subsiguientes de la Gruta de

Intihuasi (San Luis) y de la Cueva del Peñoncito

(San Juan), al igual que algunos sitios de las Sie-

rras de Córdoba como el Abrigo de Ongamira,

en las estribaciones orientales de las Sierras Chi-

cas, o el Abrigo de los Chelcos, en la ladera occi-

dental de la Sierra de Achala, muestran signifi-

cativas diferencias con los contextos del Holoce-

no Temprano . Se confirman cambios a (fig. 11)

nivel tecnológico, con el reemplazo de las pun-

tas lanceoladas de tipo ayampitín por otras de

forma triangular . Además, se diversifica-

ron los instrumentos de hueso y se in-

crementó el número y variedad de útiles de mo-

lienda. La presencia de estos últimos, sumada a

una alta frecuencia de cáscaras de huevos de

ñandú, dan cuenta de la mayor importancia eco-

nómica de las prácticas recolectoras.

(fig. 12)

(fig. 13)

Figura 12. Puntas de proyectil triangulares del sitio Arroyo El Gaucho 1.Fueron obtenidas en un nivel fechado entre 2300 y 1700 a.C.

Figura 13. Instrumentos óseos punzantes de Quebrada del Real 1.

Las recientes investigaciones en la Pampa de tios ya mencionados y en el Alero La Enramada

Achala permitieron confirmar y ampliar estas ob- 3, con fechados entre el 2500 a.C. y el año 500

servaciones, con las excavaciones en los tres si- de nuestra era.

La utilización de cuevas y aleros en los pastiza- ficar las especies y en algunos casos, la parte de

les de altura fue complementada con la ocupa- la planta a la que pertenecen.

ción de sitios habitacionales a cielo abierto en los

fondos de valle, en las cercanías de cursos de El tamaño considerable de los sitios y la abun-

agua y bosques de algarrobo (Prosopis spp.). Se dancia de residuos acumulados como conse-

localizaron sitios de grandes dimensiones, de cuencia de la realización de las diferentes activi-

hasta una hectárea de superficie, donde se regis- dades cotidianas, señalan que estos lugares fue-

tran variados artefactos, entre ellos puntas de pro- ron ocupados por grupos residentes grandes, po-

yectil triangulares y abundantes instrumentos de siblemente integrados por varias familias que en

molienda. otras épocas del año permanecían dispersas en

micro-ambientes que ofrecían recursos de sub-

Los diferentes tipos de sitios indican cambios sistencia complementarios, como los guanacos y

en las modalidades de apropiación del entorno y ciervos disponibles en los pastizales de altura.

en la organización de la movilidad. Los pastiza-

les de altura fueron ocupados en forma estacio- En algunos sitios habitacionales se detectaron

nal por grupos pequeños y altamente móviles, tumbas, consistentes en simples fosas donde se

fundamentalmente dedicados a la caza de gran- colocaba el cadáver de un individuo, aunque se

des herbívoros (guanacos y ciervos), pero que no conocen algunos ejemplos de entierros dobles y

desaprovecharon la fauna menor (cuises - secundarios (es decir, con los huesos desarticu-

Caviinae-, tuco-tucos -Ctenomys sp.-, perdices - lados y colocados en desorden o bien formando

Tinamidae-, etc.). Los sitios residenciales en los “paquetes”). En ocasiones, la localización de las

fondos de valle debieron ser habitados en vera- tumbas fue señalizada con tapas de piedras.

no, cuando maduraban los frutos del algarrobo y Estas inhumaciones sugieren que los grupos dise-

del chañar (Geoffroea decorticans) . Los minados retornaban periódicamente al lugar

numerosos instrumentos de molienda son indi- donde yacían sus muertos, cuya presencia posi-

cativos de la importancia de los vegetales en la blemente exaltaba el vínculo existente entre los

dieta. El análisis de los restos microscópicos (sili- antepasados, las generaciones vivas y determi-

co-fitolitos) adheridos a la superficie de un moli- nados espacios de explotación económica, como

no o conana de un sitio del Valle de Punilla (San los algarrobales. La colocación de tapas de pie-

Roque 4), reveló que el mismo fue empleado en dras incrementaba la visibilidad de algunas de

el procesamiento de los frutos del algarrobo. Los ellas, lo cual pudo constituir una acción dirigida

silico-fitolitos son minerales microscópicos de sí- preferentemente hacia personas externas a los li-

lice amorfo (ópalo) o cristales de calcio, que se najes de los difuntos. De este modo, es posible

encuentran en las células e intersticios celulares que los diferentes grupos intentaran hacer exclu-

de diferentes vegetales y sobreviven en los depó- sivos los derechos de explotación de territorios al-

sitos arqueológicos tras la descomposición de las tamente productivos como los fondos de valle,

plantas. Su análisis reviste utilidad ya que pre- señalando un contraste con el carácter “abierto”

sentan rasgos diagnósticos que permiten identi- de la sociedad ayampitín (es decir, sin definición

(fig. 14)

24 25

Figura 14. Modelo de movilidad y actividades económicas. Sector noroccidental de las Sierras de Córdoba y planicies adyacentes. Período 5000 a.C. / 500 d.C.

Las recientes investigaciones en la Pampa de tios ya mencionados y en el Alero La Enramada

Achala permitieron confirmar y ampliar estas ob- 3, con fechados entre el 2500 a.C. y el año 500

servaciones, con las excavaciones en los tres si- de nuestra era.

La utilización de cuevas y aleros en los pastiza- ficar las especies y en algunos casos, la parte de

les de altura fue complementada con la ocupa- la planta a la que pertenecen.

ción de sitios habitacionales a cielo abierto en los

fondos de valle, en las cercanías de cursos de El tamaño considerable de los sitios y la abun-

agua y bosques de algarrobo (Prosopis spp.). Se dancia de residuos acumulados como conse-

localizaron sitios de grandes dimensiones, de cuencia de la realización de las diferentes activi-

hasta una hectárea de superficie, donde se regis- dades cotidianas, señalan que estos lugares fue-

tran variados artefactos, entre ellos puntas de pro- ron ocupados por grupos residentes grandes, po-

yectil triangulares y abundantes instrumentos de siblemente integrados por varias familias que en

molienda. otras épocas del año permanecían dispersas en

micro-ambientes que ofrecían recursos de sub-

Los diferentes tipos de sitios indican cambios sistencia complementarios, como los guanacos y

en las modalidades de apropiación del entorno y ciervos disponibles en los pastizales de altura.

en la organización de la movilidad. Los pastiza-

les de altura fueron ocupados en forma estacio- En algunos sitios habitacionales se detectaron

nal por grupos pequeños y altamente móviles, tumbas, consistentes en simples fosas donde se

fundamentalmente dedicados a la caza de gran- colocaba el cadáver de un individuo, aunque se

des herbívoros (guanacos y ciervos), pero que no conocen algunos ejemplos de entierros dobles y

desaprovecharon la fauna menor (cuises - secundarios (es decir, con los huesos desarticu-

Caviinae-, tuco-tucos -Ctenomys sp.-, perdices - lados y colocados en desorden o bien formando

Tinamidae-, etc.). Los sitios residenciales en los “paquetes”). En ocasiones, la localización de las

fondos de valle debieron ser habitados en vera- tumbas fue señalizada con tapas de piedras.

no, cuando maduraban los frutos del algarrobo y Estas inhumaciones sugieren que los grupos dise-

del chañar (Geoffroea decorticans) . Los minados retornaban periódicamente al lugar

numerosos instrumentos de molienda son indi- donde yacían sus muertos, cuya presencia posi-

cativos de la importancia de los vegetales en la blemente exaltaba el vínculo existente entre los

dieta. El análisis de los restos microscópicos (sili- antepasados, las generaciones vivas y determi-

co-fitolitos) adheridos a la superficie de un moli- nados espacios de explotación económica, como

no o conana de un sitio del Valle de Punilla (San los algarrobales. La colocación de tapas de pie-

Roque 4), reveló que el mismo fue empleado en dras incrementaba la visibilidad de algunas de

el procesamiento de los frutos del algarrobo. Los ellas, lo cual pudo constituir una acción dirigida

silico-fitolitos son minerales microscópicos de sí- preferentemente hacia personas externas a los li-

lice amorfo (ópalo) o cristales de calcio, que se najes de los difuntos. De este modo, es posible

encuentran en las células e intersticios celulares que los diferentes grupos intentaran hacer exclu-

de diferentes vegetales y sobreviven en los depó- sivos los derechos de explotación de territorios al-

sitos arqueológicos tras la descomposición de las tamente productivos como los fondos de valle,

plantas. Su análisis reviste utilidad ya que pre- señalando un contraste con el carácter “abierto”

sentan rasgos diagnósticos que permiten identi- de la sociedad ayampitín (es decir, sin definición

(fig. 14)

24 25

Figura 14. Modelo de movilidad y actividades económicas. Sector noroccidental de las Sierras de Córdoba y planicies adyacentes. Período 5000 a.C. / 500 d.C.

26

de límites territoriales ni adscripción permanen- gunas regiones vecinas como el Noroeste Argen-

te de las personas a los grupos locales). tino y quizás más tarde el Centro-Oeste y la lla-

nura Chaco-Santiagueña.

Otras evidencias arqueológicas indicarían tam-

bién crecientes limitaciones territoriales. En algu- A estos momentos corresponden algunas de

nos sitios, por ejemplo, se interrumpió el acceso las ocupaciones del sitio Cruz Chiquita 3, locali-

a rocas de alta calidad para la talla, localizadas zado a orillas del río Jaime, en el fondo del Valle

en fuentes lejanas aunque ubicadas dentro de la de Salsacate. Este lugar era utilizado por un gru-

región. Tal es el caso del ópalo o la brecha en El po de familias dedicadas a la recolección de la al-

Alto 3, completamente ausentes en el compo- garroba y otros frutos como el chañar. Las inves-

nente 2 (1400 a.C.-500 d.C.), aunque utilizadas tigaciones permitieron detectar una tumba con-

con regularidad en momentos previos (comps. sistente en una inhumación simple de un indvi-

1A y 1B; 11.000-5800 a.C.) y posteriores (comp. duo adulto en posición flexionada, colocado en

3; siglos XIII y XIV). La primera de ellas es una sí- una fosa sin delimitaciones laterales y con una ta-

lice amorfa o hidratada, disponible en fuentes pa de piedras. Un fechado radiocarbónico obte-

primarias en las Sierras del Norte de la provin- nido a partir del colágeno del hueso arrojó una

cia, a unos 120 km del sitio. La brecha es un con- antigüedad de 2466 ± 51 AP (entre 792 y 401

glomerado compuesto por fragmentos angulares a.C.). Entre otros análisis realizados, se estudia-

de roca unidos por un cemento natural. En este ron los micro-fósiles vegetales adheridos a las

caso, los fragmentos angulares y el cemento (la- piezas dentarias. El mismo permitió identificar si-

va de erupciones) están compuestos por ópalo y lico-fitolitos asignados al fruto del maíz (Zea

calcedonia. Esta roca se encuentra en la zona de mays), que confirmaron el consumo de dicho

los volcanes de Pocho, a 60 km de El Alto 3. cultígeno en una fecha considerada temprana.

Las características del contexto, al igual que las

La integración de las sociedades serranas en re- restantes evidencias arqueológicas a escala regio-

des de interacción de alcance extra-regional fue nal, no podrían ser asociadas a una producción

un proceso paralelo y complementario a la defi- agrícola local, lo que permite suponer que el

nición de estos grupos territoriales. La presencia maíz y quizás otras plantas cultivadas se obte-

de rocas de alta calidad para la talla como la obsi- nían por medio de intercambios con grupos veci-

diana procedente de la cordillera, o de adornos nos agricultores. De este modo, el caso de Córdo-

confeccionados en valvas marinas , pue- ba durante este período se aproximaría al de los

de ser asociada a la extensión de los mecanis- cazadores-recolectores del sur de la provincia de

mos de intercambio y al fortalecimiento de Mendoza, quienes comenzaron a consumir dife-

vínculos de alianza y colaboración intergrupal. rentes plantas cultivadas (maíz, zapallo -

A partir del 500 a.C., aproximadamente, se pro- Cucurbita sp.-poroto -Phaseolus vulgaris-, quínoa

fundizaron los cambios en la forma de vida de -Chenopodium quinoa), aparentemente aporta-

los cazadores-recolectores, como consecuencia das por sus vecinos asentados hacia el norte, a

de la instalación de sociedades agricultoras en al- partir del 500-200 a.C.

(fig. 15)

La información existente para Córdoba indica

que la adopción de la tecnología cerámica se pro-

dujo entre comienzos de la era y el año 500 d.C.

A diferencia de los tiempos próximos a la con-

quista, cuando su utilización se había generali-

zado considerablemente, en estos primeros mo-

mentos sólo se produjeron escasos recipientes

de formas sencillas. Sin embargo, se destaca que

la disponibilidad de contenedores cerámicos

brindó nuevas posibilidades para el almacena-

miento de materiales líquidos y sólidos, y tam-

bién para la cocción de los alimentos mediante

el hervido. De este modo, se pudieron procesar

las plantas cultivadas que comenzaban a circu-

lar por la región, o rescatar en caldos nutrientes

de origen animal. Estas últimas innovaciones del

modo de vida cazador-recolector fueron antece-

dentes de la introducción de prácticas agrícolas,

el último proceso que analizaremos para el pe-

ríodo prehispánico.

Figura 15. Adorno colgante del sitio Quebrada del Real 1 elaborado con la concha de un bivalvo marino.Procede de un nivel datado entre 2300 y 1000 a.C.

26

de límites territoriales ni adscripción permanen- gunas regiones vecinas como el Noroeste Argen-

te de las personas a los grupos locales). tino y quizás más tarde el Centro-Oeste y la lla-

nura Chaco-Santiagueña.

Otras evidencias arqueológicas indicarían tam-

bién crecientes limitaciones territoriales. En algu- A estos momentos corresponden algunas de

nos sitios, por ejemplo, se interrumpió el acceso las ocupaciones del sitio Cruz Chiquita 3, locali-

a rocas de alta calidad para la talla, localizadas zado a orillas del río Jaime, en el fondo del Valle

en fuentes lejanas aunque ubicadas dentro de la de Salsacate. Este lugar era utilizado por un gru-

región. Tal es el caso del ópalo o la brecha en El po de familias dedicadas a la recolección de la al-

Alto 3, completamente ausentes en el compo- garroba y otros frutos como el chañar. Las inves-

nente 2 (1400 a.C.-500 d.C.), aunque utilizadas tigaciones permitieron detectar una tumba con-

con regularidad en momentos previos (comps. sistente en una inhumación simple de un indvi-

1A y 1B; 11.000-5800 a.C.) y posteriores (comp. duo adulto en posición flexionada, colocado en

3; siglos XIII y XIV). La primera de ellas es una sí- una fosa sin delimitaciones laterales y con una ta-

lice amorfa o hidratada, disponible en fuentes pa de piedras. Un fechado radiocarbónico obte-

primarias en las Sierras del Norte de la provin- nido a partir del colágeno del hueso arrojó una

cia, a unos 120 km del sitio. La brecha es un con- antigüedad de 2466 ± 51 AP (entre 792 y 401

glomerado compuesto por fragmentos angulares a.C.). Entre otros análisis realizados, se estudia-

de roca unidos por un cemento natural. En este ron los micro-fósiles vegetales adheridos a las

caso, los fragmentos angulares y el cemento (la- piezas dentarias. El mismo permitió identificar si-

va de erupciones) están compuestos por ópalo y lico-fitolitos asignados al fruto del maíz (Zea

calcedonia. Esta roca se encuentra en la zona de mays), que confirmaron el consumo de dicho

los volcanes de Pocho, a 60 km de El Alto 3. cultígeno en una fecha considerada temprana.

Las características del contexto, al igual que las

La integración de las sociedades serranas en re- restantes evidencias arqueológicas a escala regio-

des de interacción de alcance extra-regional fue nal, no podrían ser asociadas a una producción

un proceso paralelo y complementario a la defi- agrícola local, lo que permite suponer que el

nición de estos grupos territoriales. La presencia maíz y quizás otras plantas cultivadas se obte-

de rocas de alta calidad para la talla como la obsi- nían por medio de intercambios con grupos veci-

diana procedente de la cordillera, o de adornos nos agricultores. De este modo, el caso de Córdo-

confeccionados en valvas marinas , pue- ba durante este período se aproximaría al de los

de ser asociada a la extensión de los mecanis- cazadores-recolectores del sur de la provincia de

mos de intercambio y al fortalecimiento de Mendoza, quienes comenzaron a consumir dife-

vínculos de alianza y colaboración intergrupal. rentes plantas cultivadas (maíz, zapallo -

A partir del 500 a.C., aproximadamente, se pro- Cucurbita sp.-poroto -Phaseolus vulgaris-, quínoa

fundizaron los cambios en la forma de vida de -Chenopodium quinoa), aparentemente aporta-

los cazadores-recolectores, como consecuencia das por sus vecinos asentados hacia el norte, a

de la instalación de sociedades agricultoras en al- partir del 500-200 a.C.

(fig. 15)

La información existente para Córdoba indica

que la adopción de la tecnología cerámica se pro-

dujo entre comienzos de la era y el año 500 d.C.

A diferencia de los tiempos próximos a la con-

quista, cuando su utilización se había generali-

zado considerablemente, en estos primeros mo-

mentos sólo se produjeron escasos recipientes

de formas sencillas. Sin embargo, se destaca que

la disponibilidad de contenedores cerámicos

brindó nuevas posibilidades para el almacena-

miento de materiales líquidos y sólidos, y tam-

bién para la cocción de los alimentos mediante

el hervido. De este modo, se pudieron procesar

las plantas cultivadas que comenzaban a circu-

lar por la región, o rescatar en caldos nutrientes

de origen animal. Estas últimas innovaciones del

modo de vida cazador-recolector fueron antece-

dentes de la introducción de prácticas agrícolas,

el último proceso que analizaremos para el pe-

ríodo prehispánico.

Figura 15. Adorno colgante del sitio Quebrada del Real 1 elaborado con la concha de un bivalvo marino.Procede de un nivel datado entre 2300 y 1000 a.C.

La dispersión agrícola

En tiempos posteriores al 500 d.C., la mayoría tinuaron como lugares habitados, mientras otros

de los asentamientos en los fondos de valle con- poblados y caseríos surgían en los restantes si-

Figura 16. Sitios arqueológicos prehispánicos con ocupaciones de fines del Holoceno Tardío (500 / 1573 d.C.).

Referencias: 1- Cerro Colorado, 2- Laguna de la Sal; 3- Pozo de las Ollas; 4- El Cajón; 5- Charquina 14; 6- Arroyo Talainín 2; 7- Arroyo Tala Cañada 1; 8- Río Yuspe 11 y 14; 9- El Alto 3; 10- Puesto La Esquina 1; 11- C. Pun. 39 - Las Chacras; 12- Abrigo de los Chelcos; 13- Potrero de Garay; 14- Cosme; 15- Rincón; 16- Yucat.

29

A la izquierda: Mortero de piedra con representación antropomorfa.

La dispersión agrícola

En tiempos posteriores al 500 d.C., la mayoría tinuaron como lugares habitados, mientras otros

de los asentamientos en los fondos de valle con- poblados y caseríos surgían en los restantes si-

Figura 16. Sitios arqueológicos prehispánicos con ocupaciones de fines del Holoceno Tardío (500 / 1573 d.C.).

Referencias: 1- Cerro Colorado, 2- Laguna de la Sal; 3- Pozo de las Ollas; 4- El Cajón; 5- Charquina 14; 6- Arroyo Talainín 2; 7- Arroyo Tala Cañada 1; 8- Río Yuspe 11 y 14; 9- El Alto 3; 10- Puesto La Esquina 1; 11- C. Pun. 39 - Las Chacras; 12- Abrigo de los Chelcos; 13- Potrero de Garay; 14- Cosme; 15- Rincón; 16- Yucat.

29

A la izquierda: Mortero de piedra con representación antropomorfa.

Figura 17. Puntas de proyectil arrojadas con arco y flecha, características de las sociedades tardías. Las de la izquierda

fueron elaboradas en rocas silíceas (ópalo, calcedonia) y las de la fila de la derecha en hueso.

tios próximos a los cur-

sos de agua y a la tierra culti-

vable, tanto en los piedemontes

como en las quebradas que descien-

den desde los faldeos serranos .

Estas observaciones son asociadas a una sos-

tenida expansión demográfica de la población in-

dígena prehispánica.

Los sitios localizados en las márgenes de los

ríos que atraviesan la llanura, al oriente de las sie-

rras, también se vincularían al mismo proceso

de expansión poblacional. Las investigaciones ar-

queológicas en esta región de la provincia fueron

menos intensas, lo cual impide tratar los proble-

mas relativos al período prehispánico con el mis-

mo nivel que en el caso de las sierras. En dife-

rentes sectores de las planicies se efectuaron ha-

(fig. 16)

llazgos de materiales atribuidos a momentos an- cuentes sitios habitacionales asentados sobre am-

teriores al 500 d.C., aunque éstos son poco fre- bas márgenes de los ríos Suquía, Xanaes y Ctala-

cuentes y no se agrupan formando concentracio- mochita y en los bordes de la Mar Chiquita.

nes ni sitios arqueológicos. Es probable que los

cazadores-recolectores tempranos prefirieran Tanto en la llanura como en las sierras, los si-

asentarse en las sierras o en sus proximidades, tios residenciales presentan variados restos cul-

mientras que las llanuras más alejadas se distin- turales en superficie, pero no conservan estruc-

guieran por una baja densidad poblacional. Esta turas arquitectónicas habitacionales ni agrícolas,

situación se habría modificado considerable- como ocurre en otras regiones del país. Con fre-

mente en tiempos tardíos, como indican los fre- cuencia se localizaron enterratorios, general-

31

Figura 17. Puntas de proyectil arrojadas con arco y flecha, características de las sociedades tardías. Las de la izquierda

fueron elaboradas en rocas silíceas (ópalo, calcedonia) y las de la fila de la derecha en hueso.

tios próximos a los cur-

sos de agua y a la tierra culti-

vable, tanto en los piedemontes

como en las quebradas que descien-

den desde los faldeos serranos .

Estas observaciones son asociadas a una sos-

tenida expansión demográfica de la población in-

dígena prehispánica.

Los sitios localizados en las márgenes de los

ríos que atraviesan la llanura, al oriente de las sie-

rras, también se vincularían al mismo proceso

de expansión poblacional. Las investigaciones ar-

queológicas en esta región de la provincia fueron

menos intensas, lo cual impide tratar los proble-

mas relativos al período prehispánico con el mis-

mo nivel que en el caso de las sierras. En dife-

rentes sectores de las planicies se efectuaron ha-

(fig. 16)

llazgos de materiales atribuidos a momentos an- cuentes sitios habitacionales asentados sobre am-

teriores al 500 d.C., aunque éstos son poco fre- bas márgenes de los ríos Suquía, Xanaes y Ctala-

cuentes y no se agrupan formando concentracio- mochita y en los bordes de la Mar Chiquita.

nes ni sitios arqueológicos. Es probable que los

cazadores-recolectores tempranos prefirieran Tanto en la llanura como en las sierras, los si-

asentarse en las sierras o en sus proximidades, tios residenciales presentan variados restos cul-

mientras que las llanuras más alejadas se distin- turales en superficie, pero no conservan estruc-

guieran por una baja densidad poblacional. Esta turas arquitectónicas habitacionales ni agrícolas,

situación se habría modificado considerable- como ocurre en otras regiones del país. Con fre-

mente en tiempos tardíos, como indican los fre- cuencia se localizaron enterratorios, general-

31

mente tumbas individuales en simples

fosas excavadas en el sedimento. Se re-

gistran abundantes fragmentos de reci-

pientes cerámicos, variedad de instru-

mentos líticos tallados, núcleos y dese-

chos de talla, útiles de molienda (morte-

ros, molinos y manos) y artefactos óseos

.

Los conjuntos de artefactos prove-

nientes de los valles sobre ambas ver-

tientes de las Sierras Grandes son bási-

camente homogéneos, con particulari-

dades locales. Los recipientes cerámicos

(figs. 17 y 18)

Figura 19. Jarrita de las márgenes del lago San Roque (valle de Punilla). Posee decoración incisa de motivos escalonados, con su interior relleno de puntos.

Figura 20. Fragmentos de recipientes cerámicos decorados. La técnica por incisión sobre la pasta fresca y los motivos geométricos son característicos del sector central de las Sierras de Córdoba.

exhiben similares técnicas de manufactura y esti-

lo decorativo, con motivos geométricos como

triángulos y escalonados, tanto vacíos como re-

llenos de puntos o líneas cortadas, ejecutados

mediante incisiones sobre la superficie previa-

mente alisada . (figs. 19 y 20)

32

Figura 18. Instrumentos óseos que presentan, en uno de sus extremos, dos representaciones zoomorfas opuestas, probablemente saurios o felinos esquemáticos vistos de perfil. El otro extremo termina en un ápice aguzado. Pudieron ser utilizados en tareas textiles o como alfileres para asegurar las vestimentas.

mente tumbas individuales en simples

fosas excavadas en el sedimento. Se re-

gistran abundantes fragmentos de reci-

pientes cerámicos, variedad de instru-

mentos líticos tallados, núcleos y dese-

chos de talla, útiles de molienda (morte-

ros, molinos y manos) y artefactos óseos

.

Los conjuntos de artefactos prove-

nientes de los valles sobre ambas ver-

tientes de las Sierras Grandes son bási-

camente homogéneos, con particulari-

dades locales. Los recipientes cerámicos

(figs. 17 y 18)

Figura 19. Jarrita de las márgenes del lago San Roque (valle de Punilla). Posee decoración incisa de motivos escalonados, con su interior relleno de puntos.

Figura 20. Fragmentos de recipientes cerámicos decorados. La técnica por incisión sobre la pasta fresca y los motivos geométricos son característicos del sector central de las Sierras de Córdoba.

exhiben similares técnicas de manufactura y esti-

lo decorativo, con motivos geométricos como

triángulos y escalonados, tanto vacíos como re-

llenos de puntos o líneas cortadas, ejecutados

mediante incisiones sobre la superficie previa-

mente alisada . (figs. 19 y 20)

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Figura 18. Instrumentos óseos que presentan, en uno de sus extremos, dos representaciones zoomorfas opuestas, probablemente saurios o felinos esquemáticos vistos de perfil. El otro extremo termina en un ápice aguzado. Pudieron ser utilizados en tareas textiles o como alfileres para asegurar las vestimentas.

Figura 21. Cabeza y torso de estatuilla antropomorfa.

Son frecuentes las pequeñas estatuillas, tanto

antropomorfas como zoomorfas ,

elaboradas en cerámica (excepcionalmente en es-

teatita o “piedra sapo”). La pieza de la fig. 21 es

un fragmento que conserva parte de la cabeza y

el torso. Presenta un recubrimiento craneal que

enmarca la cara cubriendo las orejas y nuca. Los

ojos y boca son gruesas incisiones horizontales

con nariz prominente. Exhibe como adornos fa-

ciales una línea horizontal de puntos debajo de

la nariz en toda su dimensión, y una quebrada

en forma de W debajo de la boca, en lo que sería

el labio inferior. Otras líneas, en forma de V cu-

(fig. 21) (fig. 22)

34

Figura 23. Fragmento de estatuilla antropomorfa correspondien-te a la cabeza y torso.

yos vértices llegan a la mitad del pecho, pueden

ser representaciones de collares, adornos colgan-

tes o guardas de la vestimenta. Las indicaciones

de gorros, tocados, vinchas y pinturas o tatuajes

faciales son comunes en este tipo de piezas. La

estatuilla que se ilustra en la conserva la

cabeza y el torso completos. La primera fue orna-

mentada, tanto en su cara anterior como poste-

rior, con una vincha en relieve ejecutada con la

técnica de pastillaje (agregado de arcilla) y super-

puesta al cubrenuca. En la norma frontal se des-

tacan cinco discos. En la parte posterior, tres col-

gantes ejecutados con cintas de arcilla, con inci-

siones transversales, que finalizan en apéndices

con dos discos cuyo centro registra un punto in-

ciso. El rostro carece de toda expresividad. Los

ojos y la boca están marcados por una incisión

en línea continua y el apéndice nasal por una

protuberancia.

fig. 23

Figura 22. Estatuillas zoomorfas: camélidos con agujeros de suspensión.

Figura 21. Cabeza y torso de estatuilla antropomorfa.

Son frecuentes las pequeñas estatuillas, tanto

antropomorfas como zoomorfas ,

elaboradas en cerámica (excepcionalmente en es-

teatita o “piedra sapo”). La pieza de la fig. 21 es

un fragmento que conserva parte de la cabeza y

el torso. Presenta un recubrimiento craneal que

enmarca la cara cubriendo las orejas y nuca. Los

ojos y boca son gruesas incisiones horizontales

con nariz prominente. Exhibe como adornos fa-

ciales una línea horizontal de puntos debajo de

la nariz en toda su dimensión, y una quebrada

en forma de W debajo de la boca, en lo que sería

el labio inferior. Otras líneas, en forma de V cu-

(fig. 21) (fig. 22)

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Figura 23. Fragmento de estatuilla antropomorfa correspondien-te a la cabeza y torso.

yos vértices llegan a la mitad del pecho, pueden

ser representaciones de collares, adornos colgan-

tes o guardas de la vestimenta. Las indicaciones

de gorros, tocados, vinchas y pinturas o tatuajes

faciales son comunes en este tipo de piezas. La

estatuilla que se ilustra en la conserva la

cabeza y el torso completos. La primera fue orna-

mentada, tanto en su cara anterior como poste-

rior, con una vincha en relieve ejecutada con la

técnica de pastillaje (agregado de arcilla) y super-

puesta al cubrenuca. En la norma frontal se des-

tacan cinco discos. En la parte posterior, tres col-

gantes ejecutados con cintas de arcilla, con inci-

siones transversales, que finalizan en apéndices

con dos discos cuyo centro registra un punto in-

ciso. El rostro carece de toda expresividad. Los

ojos y la boca están marcados por una incisión

en línea continua y el apéndice nasal por una

protuberancia.

fig. 23

Figura 22. Estatuillas zoomorfas: camélidos con agujeros de suspensión.

Figura 24. Fragmentos pertenecientes al cuerpo y extremidades inferiores de dos estatuillas antropomorfas. Presentan motivos geométricos incisos que indican detalles de las camisetas, collares, cinturones y faldellines.

nica de surco rítmico o con motivos pintados, Comúnmente las vestimentas

que presentan afinidades con materiales de la zo-de las estatuillas repiten moti-

na del litoral paranaense y del Chaco-vos geométricos incisos presen-

Santiagueño.tes en otros utensilios (recipien-

tes cerámicos, adornos de hue-

El asentamiento mejor conocido para este pe-so, torteros, etc.) . Los

ríodo es Potrero de Garay, localizado en el Valle torteros son artefactos utiliza-

de Los Reartes, al oriente de las Sierras Grandes. dos como contrapeso del huso

Allí, las extensas excavaciones permitieron des-en las tareas de hilado .

cubrir un conjunto de viviendas agrupadas en la En algunos sitios de las plani-

porción alta de una suave lomada del fondo de cies se registran, además de los

valle. Se trataba de recintos simples de grandes fragmentos de recipientes con de-

dimensiones, de forma rectangular con ángulos coración incisa y las conocidas es-

redondeados, de unos 6 m de largo por 4 m de tatuillas antropomorfas, numero-

ancho, y semi-enterrados entre 0.6 m y 1.2 m de sos tiestos decorados con la téc-

(fig. 24)

(fig. 25)

36

Figura 25. Torteros de cerámica. Instrumentos utilizados como contrapeso del huso en las tareas de hilado.

Figura 24. Fragmentos pertenecientes al cuerpo y extremidades inferiores de dos estatuillas antropomorfas. Presentan motivos geométricos incisos que indican detalles de las camisetas, collares, cinturones y faldellines.

nica de surco rítmico o con motivos pintados, Comúnmente las vestimentas

que presentan afinidades con materiales de la zo-de las estatuillas repiten moti-

na del litoral paranaense y del Chaco-vos geométricos incisos presen-

Santiagueño.tes en otros utensilios (recipien-

tes cerámicos, adornos de hue-

El asentamiento mejor conocido para este pe-so, torteros, etc.) . Los

ríodo es Potrero de Garay, localizado en el Valle torteros son artefactos utiliza-

de Los Reartes, al oriente de las Sierras Grandes. dos como contrapeso del huso

Allí, las extensas excavaciones permitieron des-en las tareas de hilado .

cubrir un conjunto de viviendas agrupadas en la En algunos sitios de las plani-

porción alta de una suave lomada del fondo de cies se registran, además de los

valle. Se trataba de recintos simples de grandes fragmentos de recipientes con de-

dimensiones, de forma rectangular con ángulos coración incisa y las conocidas es-

redondeados, de unos 6 m de largo por 4 m de tatuillas antropomorfas, numero-

ancho, y semi-enterrados entre 0.6 m y 1.2 m de sos tiestos decorados con la téc-

(fig. 24)

(fig. 25)

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Figura 25. Torteros de cerámica. Instrumentos utilizados como contrapeso del huso en las tareas de hilado.

Figura 26. Vivienda semi-subterránea excavada en Potrero de Garay (valle de Los Reartes).

profundidad (casas-pozo) . El acceso a los gunas oportunidades se observaron tapas de pie-

mismos se efectuaba a través de una rampa de dra señalizando la localización de los enterrato-

1.5 m de ancho. Se identificaron los agujeros rios. Sólo en un caso se exhumó junto al esque-

donde se colocaron los postes que sostenían el te- leto un collar constituido por 2300 cuentas de

cho. En el interior de estas viviendas y en sus ad- conchilla y cuatro de malaquita. Los datos de Po-

yacencias se efectuaron las diferentes activida- trero de Garay dan cuenta de una íntima articu-

des cotidianas. Se recuperaron útiles y residuos lación entre el espacio doméstico y el funerario,

relacionados con la preparación y el consumo de es decir, entre el mundo de los vivos y el de los

alimentos, la fabricación y reparación de herra- muertos, así como la integración de lo ritual en

mientas y prácticas rituales. Los muertos eran en- la práctica doméstica y cotidiana.

terrados debajo de los pisos de las habitaciones.

Las tumbas consistían en simples fosas excava- La invariable asociación de los sitios habitacio-

das en el sedimento, donde eran colocados los nales con las tierras cultivables sugiere, además,

restos de una sola persona, excepto en una oca- una estrecha vinculación entre el espacio resi-

sión en la que se depositaron los cadáveres de dencial y el productivo. Así por ejemplo, para Po-

un adulto y un niño en una misma tumba. En al- trero de Garay se propuso que las tareas agríco-

(fig. 26)

39

las pudieron desarrollarse en la porción media y tos demostró que allí crecieron plantas de maíz y

baja de la lomada que desciende hacia el río San poroto, ya que se identificaron silico-fitolitos per-

Pedro. Hasta hace algunos años, el problema de tenecientes a las hojas de ambas especies. De es-

la agricultura prehispánica permaneció poco in- te modo, se obtuvieron las primeras evidencias

vestigado, más allá de la existencia de un acuer- directas de una producción agrícola local.

do tácito entre los especialistas acerca de su exis-

tencia desde algunos siglos antes de la conquista La información disponible sugiere que durante

española. Dicho acuerdo estuvo basado en prue- el período tardío el paisaje de los valles serranos

bas indirectas e incluso ambiguas, por ejemplo, integraba pequeños poblados y viviendas dis-

la presencia de útiles de molienda que también persas entre las parcelas de cultivo. La agricultu-

pudieron utilizarse para procesar frutos silves- ra prehispánica ha podido ser definida, de

tres. En la actualidad, el análisis sistemático de acuerdo a estos datos, como un pequeño sistema

los restos vegetales, macro y microscópicos, obte- productivo, con una baja inversión tecnológica y

nidos en las excavaciones arqueológicas ha per- basado en el aporte hídrico de las lluvias (seca-

mitido confirmar el procesamiento y consumo no), el empleo de diferentes especies y varieda-

de diferentes especies cultivadas, entre ellas el des domesticadas (policultivo) y el aprovecha-

maíz, zapallo, poroto común (Phaseolus vulgaris miento de la variabilidad micro-ambiental a tra-

var. vulgaris) y poroto pallar (Phaseolus lunatus). vés de la dispersión de parcelas en el paisaje.

Además, las prospecciones intensivas en dife-

rentes valles, piedemontes, quebradas y altipla- No se observan, como en muchos sectores del

nicies posibilitaron una aproximación a las mo- noroeste argentino, estructuras destinadas a ase-

dalidades de ocupación de las tierras cultivables. gurar e incrementar la producción (sistemas de

riego, cuadros, andenes y otros dispositivos de re-

En Arroyo Tala Cañada 1, un asentamiento lo- tención de suelos). Se trataba de una actividad

calizado en la región de Traslasierra, se obtuvie- económica sometida a altos niveles de inseguri-

ron resultados que posibilitan ampliar los cono- dad y pérdida, por los efectos perjudiciales de

cimientos sobre la agricultura prehispánica y pre- plagas y agentes climáticos y meteorológicos (se-

cisar las relaciones entre el espacio doméstico y quías, granizo, inundaciones), además de los pro-

el productivo. Se trata de un pequeño poblado o vocados por eventuales conflictos inter-grupales.

caserío habitado entre los siglos X y XIII de nues- Sin embargo, la baja productividad y el carácter

tra era, según los fechados radiocarbónicos. Las inseguro del aporte agrícola no habría conduci-

excavaciones pusieron al descubierto restos de do a un afianzamiento de dicha estrategia econó-

lo que se interpreta como una vivienda del tipo mica, por ejemplo, con una mayor inversión tec-

casa-pozo, así como observar, a pocos metros de nológica. Por el contrario, se presentan firmes in-

distancia, un área sobre la que se disponían sur- dicadores de una intensificación de las prácticas

cos paralelos que conferían al sector la aparien- de caza y recolección, que fue sostenida hasta la

cia de una parcela de cultivo. El análisis de los culminación del período prehispánico. De este

micro-fósiles vegetales presentes en los sedimen- modo, la introducción de la agricultura en la re-

38

Figura 26. Vivienda semi-subterránea excavada en Potrero de Garay (valle de Los Reartes).

profundidad (casas-pozo) . El acceso a los gunas oportunidades se observaron tapas de pie-

mismos se efectuaba a través de una rampa de dra señalizando la localización de los enterrato-

1.5 m de ancho. Se identificaron los agujeros rios. Sólo en un caso se exhumó junto al esque-

donde se colocaron los postes que sostenían el te- leto un collar constituido por 2300 cuentas de

cho. En el interior de estas viviendas y en sus ad- conchilla y cuatro de malaquita. Los datos de Po-

yacencias se efectuaron las diferentes activida- trero de Garay dan cuenta de una íntima articu-

des cotidianas. Se recuperaron útiles y residuos lación entre el espacio doméstico y el funerario,

relacionados con la preparación y el consumo de es decir, entre el mundo de los vivos y el de los

alimentos, la fabricación y reparación de herra- muertos, así como la integración de lo ritual en

mientas y prácticas rituales. Los muertos eran en- la práctica doméstica y cotidiana.

terrados debajo de los pisos de las habitaciones.

Las tumbas consistían en simples fosas excava- La invariable asociación de los sitios habitacio-

das en el sedimento, donde eran colocados los nales con las tierras cultivables sugiere, además,

restos de una sola persona, excepto en una oca- una estrecha vinculación entre el espacio resi-

sión en la que se depositaron los cadáveres de dencial y el productivo. Así por ejemplo, para Po-

un adulto y un niño en una misma tumba. En al- trero de Garay se propuso que las tareas agríco-

(fig. 26)

39

las pudieron desarrollarse en la porción media y tos demostró que allí crecieron plantas de maíz y

baja de la lomada que desciende hacia el río San poroto, ya que se identificaron silico-fitolitos per-

Pedro. Hasta hace algunos años, el problema de tenecientes a las hojas de ambas especies. De es-

la agricultura prehispánica permaneció poco in- te modo, se obtuvieron las primeras evidencias

vestigado, más allá de la existencia de un acuer- directas de una producción agrícola local.

do tácito entre los especialistas acerca de su exis-

tencia desde algunos siglos antes de la conquista La información disponible sugiere que durante

española. Dicho acuerdo estuvo basado en prue- el período tardío el paisaje de los valles serranos

bas indirectas e incluso ambiguas, por ejemplo, integraba pequeños poblados y viviendas dis-

la presencia de útiles de molienda que también persas entre las parcelas de cultivo. La agricultu-

pudieron utilizarse para procesar frutos silves- ra prehispánica ha podido ser definida, de

tres. En la actualidad, el análisis sistemático de acuerdo a estos datos, como un pequeño sistema

los restos vegetales, macro y microscópicos, obte- productivo, con una baja inversión tecnológica y

nidos en las excavaciones arqueológicas ha per- basado en el aporte hídrico de las lluvias (seca-

mitido confirmar el procesamiento y consumo no), el empleo de diferentes especies y varieda-

de diferentes especies cultivadas, entre ellas el des domesticadas (policultivo) y el aprovecha-

maíz, zapallo, poroto común (Phaseolus vulgaris miento de la variabilidad micro-ambiental a tra-

var. vulgaris) y poroto pallar (Phaseolus lunatus). vés de la dispersión de parcelas en el paisaje.

Además, las prospecciones intensivas en dife-

rentes valles, piedemontes, quebradas y altipla- No se observan, como en muchos sectores del

nicies posibilitaron una aproximación a las mo- noroeste argentino, estructuras destinadas a ase-

dalidades de ocupación de las tierras cultivables. gurar e incrementar la producción (sistemas de

riego, cuadros, andenes y otros dispositivos de re-

En Arroyo Tala Cañada 1, un asentamiento lo- tención de suelos). Se trataba de una actividad

calizado en la región de Traslasierra, se obtuvie- económica sometida a altos niveles de inseguri-

ron resultados que posibilitan ampliar los cono- dad y pérdida, por los efectos perjudiciales de

cimientos sobre la agricultura prehispánica y pre- plagas y agentes climáticos y meteorológicos (se-

cisar las relaciones entre el espacio doméstico y quías, granizo, inundaciones), además de los pro-

el productivo. Se trata de un pequeño poblado o vocados por eventuales conflictos inter-grupales.

caserío habitado entre los siglos X y XIII de nues- Sin embargo, la baja productividad y el carácter

tra era, según los fechados radiocarbónicos. Las inseguro del aporte agrícola no habría conduci-

excavaciones pusieron al descubierto restos de do a un afianzamiento de dicha estrategia econó-

lo que se interpreta como una vivienda del tipo mica, por ejemplo, con una mayor inversión tec-

casa-pozo, así como observar, a pocos metros de nológica. Por el contrario, se presentan firmes in-

distancia, un área sobre la que se disponían sur- dicadores de una intensificación de las prácticas

cos paralelos que conferían al sector la aparien- de caza y recolección, que fue sostenida hasta la

cia de una parcela de cultivo. El análisis de los culminación del período prehispánico. De este

micro-fósiles vegetales presentes en los sedimen- modo, la introducción de la agricultura en la re-

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Figura 27. Modelo de movilidad y actividades económicas. Sector noroccidental de las sierras de Córdoba y planicies adyacentes. Período 500 / 1573 d.C.

gión no representó un cambio revolucionario, días, lo cual indica que la introducción de la agri-

que haya modificado sustancialmente la econo- cultura no fue acompañada por una completa se-

mía y la organización social, sino un elemento in- dentarización. Como en épocas más tempranas,

tegrante de un proceso más amplio de intensifi- la ocupación de los sitios habitacionales en los

cación productiva, cuyo principal resultado fue fondos de valle fue complementaria con el uso

la posibilidad de alimentar a un mayor número transitorio de abrigos rocosos en los pastizales de

de personas por unidad de superficie. altura. Estos últimos fueron utilizados para per-

noctar, preparar y consumir alimentos y reparar

Como demostraron los estudios arqueobotáni- herramientas (puestos o campamentos estacio-

cos, los frutos del algarrobo y del chañar se con- nales), o bien para acechar y monitorear el movi-

tinuaron aprovechando, al igual que una especie miento de las presas (puestos de observación). El

silvestre de poroto (Phaseolus vulgaris var. abori- tamaño pequeño de los sitios permite afirmar

geneus). Seguramente, la continuidad de este ti- que persistían los mecanismos de dispersión es-

po de investigaciones permitirá documentar en tacional, posiblemente establecidos a fines del

el futuro otras especies, como es el caso del mo- Holoceno Medio (ca. 2500 a.C.; ).

lle (Lithraea molleoides), tala (Celtis tala) o mistol

(Zizyphus mistol), también dotadas de frutos co- Además de las Sierras Grandes, ocupadas por

mestibles y con una amplia distribución regio- cazadores-recolectores desde hacía varios mile-

nal. Los restos faunísticos indican que si bien el nios, en esta época se integraron de forma efecti-

consumo de guanacos y ciervos continuó apor- va a los circuitos de movilidad algunas zonas

tando lo principal en cuanto a proteínas anima- hasta entonces deshabitadas o sólo recorridas es-

les, también los pequeños vertebrados fueron porádicamente. Esto fue observado en el cordón

fuentes importantes de alimentación, entre ellos occidental de las Sierras de Córdoba (departa-

roedores (Caviinae, Ctenomys, Lagostomus maxi- mentos Pocho, Minas y Cruz del Eje), el cual

mus), armadillos (Euphractinae), aves (principal- comprende una serie de encadenamientos de ba-

mente perdices -Tinamidae) e iguanas (Tupi- ja altitud (menos de 1500 msnm), dotados de va-

nambis). En algunos sitios fue significativa, ade- riados recursos silvestres aunque caracterizados

más, la recolección de huevos de ñandú. Es opor- por una acentuada aridez. Las escasas precipita-

tuno destacar que la mayor incidencia de la fau- ciones y la ausencia de una red hídrica perma-

na menor y de los huevos en la dieta de los gru- nente constituyeron limitantes para la expansión

pos prehispánicos comienza a ser observada a fi- de la pequeña agricultura y en general para el es-

nes del Holoceno Medio (ca. 2500 a.C.), lo cual tablecimiento de instalaciones de año completo

advierte sobre la profundidad temporal del pro- o por períodos prolongados (vg. por varios me-

ceso de intensificación productiva. ses). Los escasos vestigios detectados (hallazgos

aislados y pequeñas concentraciones de instru-

Las estrategias de movilidad y articulación mi- mentos de piedra) indican que estos micro-

cro-ambiental continuaron como mecanismos ambientes áridos permanecieron deshabitados y

básicos de la organización de las sociedades tar- sólo fueron visitados ocasionalmente antes del

fig. 27

4140

500 d.C. Sin embargo, esta situación se habría prensiblemente, presentan diferencias a nivel de

modificado sustancialmente a partir de esa fe- los recursos consumidos, que son típicamente

cha, ya que se registran numerosos y variados si- chaqueños e indicativos del carácter estival de

tios asignados al período prehispánico final. las ocupaciones (algarroba, chañar, armadillos,

iguanas, huevos de ñandú). En el norte de Gua-

En la porción sur del Valle de Guasapampa (de- sapampa y en la sierra de Serrezuela, donde el

partamento Minas) se identificaron sitios empla- agua es más escasa, se registraron sitios asocia-

zados en pequeños abrigos rocosos . Son seme- dos a ciertas formaciones rocosas ubicadas en el

jantes a los localizados en las pampas de altura, interior de los cauces, que retienen el agua de llu-

en tanto que los materiales excavados dan cuen- via por algunos días o semanas, ya que poseen

ta de la realización de actividades similares y de fondos y paredes sin agrietamientos. Estas for-

la constitución de grupos del mismo tamaño, re- maciones son denominadas pozos por los actua-

feridos a una escala doméstica o familiar. Com- les pobladores. Los datos del cordón occidental

Figura 27. Modelo de movilidad y actividades económicas. Sector noroccidental de las sierras de Córdoba y planicies adyacentes. Período 500 / 1573 d.C.

gión no representó un cambio revolucionario, días, lo cual indica que la introducción de la agri-

que haya modificado sustancialmente la econo- cultura no fue acompañada por una completa se-

mía y la organización social, sino un elemento in- dentarización. Como en épocas más tempranas,

tegrante de un proceso más amplio de intensifi- la ocupación de los sitios habitacionales en los

cación productiva, cuyo principal resultado fue fondos de valle fue complementaria con el uso

la posibilidad de alimentar a un mayor número transitorio de abrigos rocosos en los pastizales de

de personas por unidad de superficie. altura. Estos últimos fueron utilizados para per-

noctar, preparar y consumir alimentos y reparar

Como demostraron los estudios arqueobotáni- herramientas (puestos o campamentos estacio-

cos, los frutos del algarrobo y del chañar se con- nales), o bien para acechar y monitorear el movi-

tinuaron aprovechando, al igual que una especie miento de las presas (puestos de observación). El

silvestre de poroto (Phaseolus vulgaris var. abori- tamaño pequeño de los sitios permite afirmar

geneus). Seguramente, la continuidad de este ti- que persistían los mecanismos de dispersión es-

po de investigaciones permitirá documentar en tacional, posiblemente establecidos a fines del

el futuro otras especies, como es el caso del mo- Holoceno Medio (ca. 2500 a.C.; ).

lle (Lithraea molleoides), tala (Celtis tala) o mistol

(Zizyphus mistol), también dotadas de frutos co- Además de las Sierras Grandes, ocupadas por

mestibles y con una amplia distribución regio- cazadores-recolectores desde hacía varios mile-

nal. Los restos faunísticos indican que si bien el nios, en esta época se integraron de forma efecti-

consumo de guanacos y ciervos continuó apor- va a los circuitos de movilidad algunas zonas

tando lo principal en cuanto a proteínas anima- hasta entonces deshabitadas o sólo recorridas es-

les, también los pequeños vertebrados fueron porádicamente. Esto fue observado en el cordón

fuentes importantes de alimentación, entre ellos occidental de las Sierras de Córdoba (departa-

roedores (Caviinae, Ctenomys, Lagostomus maxi- mentos Pocho, Minas y Cruz del Eje), el cual

mus), armadillos (Euphractinae), aves (principal- comprende una serie de encadenamientos de ba-

mente perdices -Tinamidae) e iguanas (Tupi- ja altitud (menos de 1500 msnm), dotados de va-

nambis). En algunos sitios fue significativa, ade- riados recursos silvestres aunque caracterizados

más, la recolección de huevos de ñandú. Es opor- por una acentuada aridez. Las escasas precipita-

tuno destacar que la mayor incidencia de la fau- ciones y la ausencia de una red hídrica perma-

na menor y de los huevos en la dieta de los gru- nente constituyeron limitantes para la expansión

pos prehispánicos comienza a ser observada a fi- de la pequeña agricultura y en general para el es-

nes del Holoceno Medio (ca. 2500 a.C.), lo cual tablecimiento de instalaciones de año completo

advierte sobre la profundidad temporal del pro- o por períodos prolongados (vg. por varios me-

ceso de intensificación productiva. ses). Los escasos vestigios detectados (hallazgos

aislados y pequeñas concentraciones de instru-

Las estrategias de movilidad y articulación mi- mentos de piedra) indican que estos micro-

cro-ambiental continuaron como mecanismos ambientes áridos permanecieron deshabitados y

básicos de la organización de las sociedades tar- sólo fueron visitados ocasionalmente antes del

fig. 27

4140

500 d.C. Sin embargo, esta situación se habría prensiblemente, presentan diferencias a nivel de

modificado sustancialmente a partir de esa fe- los recursos consumidos, que son típicamente

cha, ya que se registran numerosos y variados si- chaqueños e indicativos del carácter estival de

tios asignados al período prehispánico final. las ocupaciones (algarroba, chañar, armadillos,

iguanas, huevos de ñandú). En el norte de Gua-

En la porción sur del Valle de Guasapampa (de- sapampa y en la sierra de Serrezuela, donde el

partamento Minas) se identificaron sitios empla- agua es más escasa, se registraron sitios asocia-

zados en pequeños abrigos rocosos . Son seme- dos a ciertas formaciones rocosas ubicadas en el

jantes a los localizados en las pampas de altura, interior de los cauces, que retienen el agua de llu-

en tanto que los materiales excavados dan cuen- via por algunos días o semanas, ya que poseen

ta de la realización de actividades similares y de fondos y paredes sin agrietamientos. Estas for-

la constitución de grupos del mismo tamaño, re- maciones son denominadas pozos por los actua-

feridos a una escala doméstica o familiar. Com- les pobladores. Los datos del cordón occidental

de Córdoba muestran que, además de las altipla- cazaderos, mientras se desarrollaban actividades

nicies sobre las Sierras Grandes, los mecanismos extractivas, principalmente la recolección de la

de dispersión estacional se extendieron hacia algarroba. Estas juntas incluían el consumo co-

otros micro-ambientes dotados de recursos de lectivo de alimentos y bebidas, en un marco fes-

subsistencia complementarios. tivo y altamente ritualizado. Tenían un profundo

significado para la integración y reproducción de

Un proceso de fundamental importancia, ínti- las comunidades, para la afirmación del poder

mamente ligado al desarrollo de las prácticas de político de sus autoridades y para el estableci-

caza y recolección durante el período tardío, fue miento de alianzas bélicas. Los resultados de las

el surgimiento y consolidación de contextos de investigaciones en estos sitios acentúan las ob-

interacción social a escala grupal o extra- servaciones sobre los procesos de intensificación

doméstica. En tal sentido, fueron localizados si- productiva basados en la caza y recolección. Pe-

tios arqueológicos de propósitos especiales, cu- ro además, significativamente, advierten sobre el

yas ocupaciones estuvieron vinculadas con acti- afianzamiento de una esfera de interacción so-

vidades de apropiación de variados recursos sil- cial que superó el nivel de lo doméstico, dando

vestres, en lugares cercanos a los poblados, cur- cuenta de la importancia de las prácticas extrac-

sos de agua y algarrobales, pero también en los tivas no sólo en términos económicos, sino en

pastizales de altura y aún en zonas áridas próxi- cuanto a los procesos de integración política con

mas a las Salinas Grandes. Sobresalen en estos si- la formación de una escala comunitaria. Estas

tios los numerosos instrumentos de molienda transformaciones sociales pueden ser referidas a

confeccionados en rocas fijas (morteros y moli- la constitución y reproducción de redes de alian-

nos), que frecuentemente sugieren la interacción zas, producida en un contexto de expansión eco-

simultánea de 30, 40 y aún más personas. Aque- nómica y demográfica que incrementó los con-

llos que conservan sedimentos y fueron excava- flictos intergrupales y acentuó las definiciones te-

dos muestran que la molienda colectiva fue sólo rritoriales.

una etapa de la preparación y consumo de ali-

mentos, comprendiendo estos últimos diversos También la producción del arte rupestre, con

recursos silvestres obtenidos en los alrededores o cientos de repositorios distribuidos en diferentes

trasladados desde cierta distancia. Los abundan- sectores de las serranías, estuvo frecuentemente

tes restos sugieren el aprovechamiento masivo relacionada con la realización de actividades de

de algunos de ellos, como ocurrió en ciertos luga- caza y recolección. Bajo dicha denominación se

res con los guanacos y con los huevos de ñandú. engloban las representaciones pintadas y graba-

das por los indígenas sobre diferentes soportes

La formación de estos sitios arqueológicos fue rocosos, como aleros, cuevas y bloques a cielo

relacionada con las juntas y borracheras que abierto. La localidad arqueológica más importan-

mencionan las fuentes escritas del período colo- te, por la abundancia y calidad de sus represen-

nial temprano (siglos XVI y XVII). Las mismas te- taciones es, sin lugar a dudas, el Cerro Colorado,

nían lugar fuera de los poblados, en los montes y en las Sierras del Norte de Córdoba, en la inter- Figura 28. Paisaje del Cerro Colorado. Sierras del Norte de Córdoba.

4342

de Córdoba muestran que, además de las altipla- cazaderos, mientras se desarrollaban actividades

nicies sobre las Sierras Grandes, los mecanismos extractivas, principalmente la recolección de la

de dispersión estacional se extendieron hacia algarroba. Estas juntas incluían el consumo co-

otros micro-ambientes dotados de recursos de lectivo de alimentos y bebidas, en un marco fes-

subsistencia complementarios. tivo y altamente ritualizado. Tenían un profundo

significado para la integración y reproducción de

Un proceso de fundamental importancia, ínti- las comunidades, para la afirmación del poder

mamente ligado al desarrollo de las prácticas de político de sus autoridades y para el estableci-

caza y recolección durante el período tardío, fue miento de alianzas bélicas. Los resultados de las

el surgimiento y consolidación de contextos de investigaciones en estos sitios acentúan las ob-

interacción social a escala grupal o extra- servaciones sobre los procesos de intensificación

doméstica. En tal sentido, fueron localizados si- productiva basados en la caza y recolección. Pe-

tios arqueológicos de propósitos especiales, cu- ro además, significativamente, advierten sobre el

yas ocupaciones estuvieron vinculadas con acti- afianzamiento de una esfera de interacción so-

vidades de apropiación de variados recursos sil- cial que superó el nivel de lo doméstico, dando

vestres, en lugares cercanos a los poblados, cur- cuenta de la importancia de las prácticas extrac-

sos de agua y algarrobales, pero también en los tivas no sólo en términos económicos, sino en

pastizales de altura y aún en zonas áridas próxi- cuanto a los procesos de integración política con

mas a las Salinas Grandes. Sobresalen en estos si- la formación de una escala comunitaria. Estas

tios los numerosos instrumentos de molienda transformaciones sociales pueden ser referidas a

confeccionados en rocas fijas (morteros y moli- la constitución y reproducción de redes de alian-

nos), que frecuentemente sugieren la interacción zas, producida en un contexto de expansión eco-

simultánea de 30, 40 y aún más personas. Aque- nómica y demográfica que incrementó los con-

llos que conservan sedimentos y fueron excava- flictos intergrupales y acentuó las definiciones te-

dos muestran que la molienda colectiva fue sólo rritoriales.

una etapa de la preparación y consumo de ali-

mentos, comprendiendo estos últimos diversos También la producción del arte rupestre, con

recursos silvestres obtenidos en los alrededores o cientos de repositorios distribuidos en diferentes

trasladados desde cierta distancia. Los abundan- sectores de las serranías, estuvo frecuentemente

tes restos sugieren el aprovechamiento masivo relacionada con la realización de actividades de

de algunos de ellos, como ocurrió en ciertos luga- caza y recolección. Bajo dicha denominación se

res con los guanacos y con los huevos de ñandú. engloban las representaciones pintadas y graba-

das por los indígenas sobre diferentes soportes

La formación de estos sitios arqueológicos fue rocosos, como aleros, cuevas y bloques a cielo

relacionada con las juntas y borracheras que abierto. La localidad arqueológica más importan-

mencionan las fuentes escritas del período colo- te, por la abundancia y calidad de sus represen-

nial temprano (siglos XVI y XVII). Las mismas te- taciones es, sin lugar a dudas, el Cerro Colorado,

nían lugar fuera de los poblados, en los montes y en las Sierras del Norte de Córdoba, en la inter- Figura 28. Paisaje del Cerro Colorado. Sierras del Norte de Córdoba.

4342

Figura 29. Detalle de una escena en un alero del Cerro Colorado, donde se observan figuras antropomorfas portando armas(“flecheros”) y vistosos adornos dorsales, posiblemente de plumas.

4544

Figura 29. Detalle de una escena en un alero del Cerro Colorado, donde se observan figuras antropomorfas portando armas(“flecheros”) y vistosos adornos dorsales, posiblemente de plumas.

sección de los de- fos, correspondientes a

partamentos Tu- indígenas y españoles.

lumba, Río Seco y So- Los primeros fueron ejecuta-

bremonte . Enclava- dos de manera esquemática, ya

do en un paisaje con la típica vege- que brazos y piernas son simples líneas

tación del bosque serrano, emergen suaves ele- que en muchos casos no respetan las proporcio-

vaciones que en ningún caso superan los 1000 nes entre el tronco y las extremidades. Además,

msnm, conocidas como cerros Veladero, Colora- no presentan rasgos faciales. Por el contrario so-

do e Intihuasi, además de otros que se escalonan bresalen sus adornos, los apéndices empluma-

hacia el norte sobre la sierra de Ambargasta, has- dos sobre la cabeza o cayendo sobre sus espal-

ta alcanzar el sector meridional de la provincia das. De igual manera, hay una clara intención en

de Santiago del Estero. Al conjunto de todas las exhibir sus armas, ya que se identifican los ar-

elevaciones se lo conoce con la denominación ge- cos, frecuentemente tensionados y prontos a dis-

nérica de Cerro Colorado, tomando su nombre parar las flechas .

de la particular coloración rojiza de las areniscas

que constituyen la formación rocosa sedimenta- Los motivos de españoles muestran, por el con-

ria. trario, un realismo mayor. Se reconocen por sus

cuerpos rígidos y por sus cascos, lanzas, espadas

En los diversos aleros y abrigos, modelados y otros atributos del guerrero. Están representa-

por la acción de agentes erosivos como el viento dos montados a caballo (Equus caballus) o bien a

y el agua, se encuentran los principales reposito- pie, con sus lanzas de gran tamaño que exceden

rios pictóricos dejados por los antiguos habitan- la altura normal de la persona, dispuestas a un

tes de la región. Una breve reseña de las repre- costado, en forma vertical o listas para el ataque.

sentaciones destaca a los motivos antropomor- El conquistador español está normalmente pin-

(fig. 28)

(fig. 29)

Figura 30. Pictografía del Cerro Colorado representando a un jinete español

con detalles de la vestimenta, armas y cabalgadura.

tado de frente, mientras que sus caballos, al igual . Se caracterizan por sus detalles realis-

que otras representaciones zoomorfas, se dispo- tas, ya que al pintarlos se remarcaron elementos

nen con preferencia de perfil . que permiten identificar los referentes formales

(vg. la cornamenta del venado de las pampas).

La fauna autóctona se encuentra abundante- En el caso de los camélidos, es difícil determinar

mente representada en la mayoría de los abrigos si corresponden a animales salvajes (guanacos) o

y aleros. Algunas especies están actualmente ex- domesticados (llamas). Sin embargo, hay excep-

tinguidas o sus poblaciones muy reducidas. ciones que posibilitan reconocer a qué especie se

Entre los principales motivos se observan ca- representa, tal como ocurre en algunos paneles

mélidos como la llama (Lama glama) y el guana- donde se observa un conjunto de camélidos en

co, cérvidos como el venado de las pampas, feli- hilera, unidos por un cordel atado al cuello, que

nos como el puma (Puma concolor) o el yaguare- permite inferir que corresponden a la especie do-

té (Pantera onca) y cóndores (Vultur gryphus) mesticada .

(fig. 31)

(fig. 30)

(fig. 32)

Los motivos geométricos están frecuentemente rencias dentadas”, que algunos autores interpre-

representados en las distintas cuevas y aleros. Lo taron como representaciones del sol). Otros con-

integran figuras de tipos aproximadamente rec- forman figuras intricadas, líneas quebradas, en

tangulares o bien circulares, con numerosas va- zigzag o líneas de puntos, que no pueden ser vin-

riantes (círculos concéntricos, con apéndices ex- culados con algún referente real según su morfo-

ternos o internos, o las denominadas “circunfe- logía . (fig. 33)

Figura 31. Camélidos alineados en un panel pintado del Cerro Colorado.

Figura 32. Escena donde se observan camélidos en negro atados por el cuello con una soga.

Figura 33. Detalle de un panel con motivos geométricos y zoomorfos del Cerro Colorado.46

tado de frente, mientras que sus caballos, al igual . Se caracterizan por sus detalles realis-

que otras representaciones zoomorfas, se dispo- tas, ya que al pintarlos se remarcaron elementos

nen con preferencia de perfil . que permiten identificar los referentes formales

(vg. la cornamenta del venado de las pampas).

La fauna autóctona se encuentra abundante- En el caso de los camélidos, es difícil determinar

mente representada en la mayoría de los abrigos si corresponden a animales salvajes (guanacos) o

y aleros. Algunas especies están actualmente ex- domesticados (llamas). Sin embargo, hay excep-

tinguidas o sus poblaciones muy reducidas. ciones que posibilitan reconocer a qué especie se

Entre los principales motivos se observan ca- representa, tal como ocurre en algunos paneles

mélidos como la llama (Lama glama) y el guana- donde se observa un conjunto de camélidos en

co, cérvidos como el venado de las pampas, feli- hilera, unidos por un cordel atado al cuello, que

nos como el puma (Puma concolor) o el yaguare- permite inferir que corresponden a la especie do-

té (Pantera onca) y cóndores (Vultur gryphus) mesticada .

(fig. 31)

(fig. 30)

(fig. 32)

Los motivos geométricos están frecuentemente rencias dentadas”, que algunos autores interpre-

representados en las distintas cuevas y aleros. Lo taron como representaciones del sol). Otros con-

integran figuras de tipos aproximadamente rec- forman figuras intricadas, líneas quebradas, en

tangulares o bien circulares, con numerosas va- zigzag o líneas de puntos, que no pueden ser vin-

riantes (círculos concéntricos, con apéndices ex- culados con algún referente real según su morfo-

ternos o internos, o las denominadas “circunfe- logía . (fig. 33)

Figura 31. Camélidos alineados en un panel pintado del Cerro Colorado.

Figura 32. Escena donde se observan camélidos en negro atados por el cuello con una soga.

Figura 33. Detalle de un panel con motivos geométricos y zoomorfos del Cerro Colorado.46

inscripta en situaciones sociales muy distintas,

promoviendo experiencias de un marcado con-

traste. Esto puede ser ilustrado con dos ejem-

plos.

El sitio Charquina 2 se localiza en el sur del va-

lle de Guasapampa. Se trata de un abrigo rocoso

con forma de tafón (es decir, un bloque granítico

ahuecado por la erosión), utilizado como refugio

estacional durante el período tardío. Se obtuvie-

ron dos dataciones radiocarbónicas que fecha-

ron sus ocupaciones iniciales entre los siglos VII

y XII de nuestra era. El reparo rocoso ofreció una

óptima protección para un corto número de per-

sonas, quizás una unidad familiar que retornaba

periódicamente al lugar. Los materiales reunidos

en las excavaciones informan sobre las activida-

des allí desarrolladas, en especial la preparación

y el consumo de alimentos y la elaboración y re-

paración de herramientas. Los restos faunísticos

dan cuenta de la captura de animales disponi-

bles en los alrededores del sitio (armadillos, igua-

nas, roedores) y de otros que habitaban a cierta

distancia, en zonas de pastizales (guanacos, ñan-

dúes, huevos de ñandú). Las paredes interiores

del tafón presentan dos paneles verticales con re-

presentaciones, en su mayoría camélidos pinta-

dos en blanco o negro . La co-existencia

de distintas maneras de construir la figura de es-

tos animales, al igual que las diferencias en las to-

nalidades de las pinturas, sugieren que los moti-

vos fueron ejecutados en momentos sucesivos,

con el agregado de figuras a los conjuntos pre-

existentes. Otros rasgos indican que algunos mo-

tivos fueron mantenidos o re-dibujados. El análi-

sis del arte rupestre de este sitio muestra que sus

ocupantes pintaron figuras de camélidos (y mi-

noritariamente otros animales), integrándolas a

(fig. 34)

Se pueden diferenciar dos momentos cronoló-

gicos en la ejecución de los paneles de esta im-

portante localidad arqueológica: uno anterior y

otro contemporáneo a la conquista española. Las

representaciones de los conquistadores euro-

peos, tanto a pie como montados a caballo, por-

tando lanzas o espadas, pueden ser asignadas

concretamente a la segunda mitad del siglo XVI.

Por otra parte, numerosas figuras de guerreros in-

dígenas emplumados y de cazadores que portan

arcos y flechas, son adjudicadas al período

prehispánico tardío, posterior al 500 d.C. Esta

propuesta se fundamenta en la aparición relati-

vamente tardía de esta arma en Córdoba. La eje-

cución de estos motivos no podría ser, en conse-

cuencia, anterior a la fecha señalada. Apoyando

esta misma asignación temporal, se ha mencio-

nado la obtención de cerámica de tipo chaco-

santiagueña en las excavaciones realizadas en

las inmediaciones de la localidad.

Además del Cerro Colorado, otros significati-

vos conjuntos de arte rupestre fueron reconoci-

dos e investigados en el sur de las Sierras de Co-

mechingones y en las vecinas Sierras de San

Luis. En los últimos años se efectuaron estudios

en sitios del cordón occidental de Córdoba (Sie-

rras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela), y se

obtuvieron importantes resultados a partir del

análisis de la articulación del arte rupestre con

las restantes evidencias arqueológicas a nivel de

sitio y microrregión. El estudio sistemático de

unos 60 sitios ha expuesto un panorama de gran

complejidad y diversidad, en particular si se tie-

ne en cuenta la reducida escala geográfica consi-

derada. Habitualmente, la interacción entre los

paneles con representaciones rupestres y las per-

sonas que las produjeron y/u observaron, estuvo

Figura 35. Representaciones de ñandúes o suris.Sitio Cerco de Otto 2

(sección sur del valle de Guasapampa).

Figura 34. Representaciones de camélidos en el interior del sitio Charquina 2.

inscripta en situaciones sociales muy distintas,

promoviendo experiencias de un marcado con-

traste. Esto puede ser ilustrado con dos ejem-

plos.

El sitio Charquina 2 se localiza en el sur del va-

lle de Guasapampa. Se trata de un abrigo rocoso

con forma de tafón (es decir, un bloque granítico

ahuecado por la erosión), utilizado como refugio

estacional durante el período tardío. Se obtuvie-

ron dos dataciones radiocarbónicas que fecha-

ron sus ocupaciones iniciales entre los siglos VII

y XII de nuestra era. El reparo rocoso ofreció una

óptima protección para un corto número de per-

sonas, quizás una unidad familiar que retornaba

periódicamente al lugar. Los materiales reunidos

en las excavaciones informan sobre las activida-

des allí desarrolladas, en especial la preparación

y el consumo de alimentos y la elaboración y re-

paración de herramientas. Los restos faunísticos

dan cuenta de la captura de animales disponi-

bles en los alrededores del sitio (armadillos, igua-

nas, roedores) y de otros que habitaban a cierta

distancia, en zonas de pastizales (guanacos, ñan-

dúes, huevos de ñandú). Las paredes interiores

del tafón presentan dos paneles verticales con re-

presentaciones, en su mayoría camélidos pinta-

dos en blanco o negro . La co-existencia

de distintas maneras de construir la figura de es-

tos animales, al igual que las diferencias en las to-

nalidades de las pinturas, sugieren que los moti-

vos fueron ejecutados en momentos sucesivos,

con el agregado de figuras a los conjuntos pre-

existentes. Otros rasgos indican que algunos mo-

tivos fueron mantenidos o re-dibujados. El análi-

sis del arte rupestre de este sitio muestra que sus

ocupantes pintaron figuras de camélidos (y mi-

noritariamente otros animales), integrándolas a

(fig. 34)

Se pueden diferenciar dos momentos cronoló-

gicos en la ejecución de los paneles de esta im-

portante localidad arqueológica: uno anterior y

otro contemporáneo a la conquista española. Las

representaciones de los conquistadores euro-

peos, tanto a pie como montados a caballo, por-

tando lanzas o espadas, pueden ser asignadas

concretamente a la segunda mitad del siglo XVI.

Por otra parte, numerosas figuras de guerreros in-

dígenas emplumados y de cazadores que portan

arcos y flechas, son adjudicadas al período

prehispánico tardío, posterior al 500 d.C. Esta

propuesta se fundamenta en la aparición relati-

vamente tardía de esta arma en Córdoba. La eje-

cución de estos motivos no podría ser, en conse-

cuencia, anterior a la fecha señalada. Apoyando

esta misma asignación temporal, se ha mencio-

nado la obtención de cerámica de tipo chaco-

santiagueña en las excavaciones realizadas en

las inmediaciones de la localidad.

Además del Cerro Colorado, otros significati-

vos conjuntos de arte rupestre fueron reconoci-

dos e investigados en el sur de las Sierras de Co-

mechingones y en las vecinas Sierras de San

Luis. En los últimos años se efectuaron estudios

en sitios del cordón occidental de Córdoba (Sie-

rras de Pocho, Guasapampa y Serrezuela), y se

obtuvieron importantes resultados a partir del

análisis de la articulación del arte rupestre con

las restantes evidencias arqueológicas a nivel de

sitio y microrregión. El estudio sistemático de

unos 60 sitios ha expuesto un panorama de gran

complejidad y diversidad, en particular si se tie-

ne en cuenta la reducida escala geográfica consi-

derada. Habitualmente, la interacción entre los

paneles con representaciones rupestres y las per-

sonas que las produjeron y/u observaron, estuvo

Figura 35. Representaciones de ñandúes o suris.Sitio Cerco de Otto 2

(sección sur del valle de Guasapampa).

Figura 34. Representaciones de camélidos en el interior del sitio Charquina 2.

paneles que ya contenían motivos similares. Las

diferencias de color, tonalidad y en la forma de

construir las figuras son indicativas de distintos

momentos y “manos” interviniendo en la com-

posición del conjunto final, a pesar de lo cual se

conserva una lógica interna, aunque no se pueda

afirmar que constituyeran escenas. Al igual que

los materiales excavados, el arte rupestre pintado

en las paredes muestra una fuerte continuidad

en el tipo de prácticas desarrolladas en el interior

del refugio a lo largo del tiempo.

Charquina 2 ejemplifica un tipo de contexto

frecuente para el arte rupestre del sur de Guasa-

pampa. La mayoría de los sitios muestra un cla-

ro predominio de las representaciones pintadas

frente a los grabados, en especial de motivos zoo-

morfos, entre ellos camélidos, cérvidos, aves y

reptiles . Los paneles se encuentran

en tafones y aleros utilizados como refugios por

grupos pequeños de personas dedicadas a la ca-

za y recolección. En muchos casos, el emplaza-

miento de los paneles sugiere una intención de

ocultamiento de las figuras, ya que éstas suelen

ubicarse en lugares únicamente visibles para los

ocupantes de cada refugio. El arte rupestre con-

formó, de este modo, un importante medio para

la constitución y significación de dichos lugares.

Los elementos comunes a los diferentes sitios, pe-

ro en especial aquellos que los particularizan

contradiciendo toda estandarización (se presen-

tan motivos específicos de un solo lugar), pue-

den ser relacionados con la afirmación de identi-

dades a un nivel familiar. Sin embargo, su ocul-

tamiento sugiere, concomitantemente, la inten-

ción de negar las diferencias y particularidades,

ofreciendo un testimonio de la construcción de

un paisaje social compartido, sin restricciones ni

límites al acceso a los recursos.

(figs. 35 y 36)

Una situación completamente distinta se ob-

serva en el sitio El Cajón, en el cordón de Serre-

zuela. El mismo se extiende por los alrededores

de un importante depósito de agua o pozo, cuya

morfología corresponde a la sugerida por el tér-

mino que se utiliza en la zona para individuali-

zarlo. Presenta una forma rectangular de 9 m de

largo, con una capacidad de carga estimada en-

tre 12 y 15000 litros. En las rocas cercanas se en-

cuentran numerosos morteros empleados en la

molienda de semillas y frutos. Estos instrumen-

tos pudieron ser utilizados simultáneamente por

más de 40 personas. Los datos disponibles seña-

lan que durante el período tardío se producían

importantes agrupamientos en torno a este gran

pozo de agua. No es difícil estimar que los usua-

rios de los morteros estuvieron ocasionalmente

involucrados en la preparación de alimentos pa-

ra un gran número de individuos, quizás 100,

200 o aún más. Se registraron nueve paneles con

representaciones grabadas, en emplazamientos

altamente visibles para quienes ocupan y circu-

lan por el lugar. Algunos presentan motivos geo-

métricos simples (puntos, círculos con punto

central o concéntricos) y otros cabezas antropo-

morfas esquemáticas con indicaciones de toca-

dos . Además, en las paredes inte-

riores del depósito de agua (es decir, dentro del

“cajón”) se ubican varios paneles con pequeños

hoyuelos pulidos, que suman más de 200 ejem-

plares.

El arte rupestre presenta similitudes con otros

sitios de Serrezuela y aún con otros del norte del

Valle de Guasapampa, pero muestra marcadas di-

ferencias con la porción sur de dicho valle. Con

los primeros comparte características como la

elección de soportes altamente visibles y técni-

(figs. 37 y 38)

51

Figura 38. Representación esquemática de una cabeza antropomorfa con tocado radiado, de más de un metro de ancho; fue confeccionada en torno a una oquedadnatural de contorno subcircular.

Figura 37. Motivos geométricos grabados en el sitio El Cajón (Lomas Negras, Serrezuela).

Figura 36. Saurio (probablemente una iguana o lagarto -Tupinambis) del sitio Charquina 14

(sección sur del valle de Guasapampa).

paneles que ya contenían motivos similares. Las

diferencias de color, tonalidad y en la forma de

construir las figuras son indicativas de distintos

momentos y “manos” interviniendo en la com-

posición del conjunto final, a pesar de lo cual se

conserva una lógica interna, aunque no se pueda

afirmar que constituyeran escenas. Al igual que

los materiales excavados, el arte rupestre pintado

en las paredes muestra una fuerte continuidad

en el tipo de prácticas desarrolladas en el interior

del refugio a lo largo del tiempo.

Charquina 2 ejemplifica un tipo de contexto

frecuente para el arte rupestre del sur de Guasa-

pampa. La mayoría de los sitios muestra un cla-

ro predominio de las representaciones pintadas

frente a los grabados, en especial de motivos zoo-

morfos, entre ellos camélidos, cérvidos, aves y

reptiles . Los paneles se encuentran

en tafones y aleros utilizados como refugios por

grupos pequeños de personas dedicadas a la ca-

za y recolección. En muchos casos, el emplaza-

miento de los paneles sugiere una intención de

ocultamiento de las figuras, ya que éstas suelen

ubicarse en lugares únicamente visibles para los

ocupantes de cada refugio. El arte rupestre con-

formó, de este modo, un importante medio para

la constitución y significación de dichos lugares.

Los elementos comunes a los diferentes sitios, pe-

ro en especial aquellos que los particularizan

contradiciendo toda estandarización (se presen-

tan motivos específicos de un solo lugar), pue-

den ser relacionados con la afirmación de identi-

dades a un nivel familiar. Sin embargo, su ocul-

tamiento sugiere, concomitantemente, la inten-

ción de negar las diferencias y particularidades,

ofreciendo un testimonio de la construcción de

un paisaje social compartido, sin restricciones ni

límites al acceso a los recursos.

(figs. 35 y 36)

Una situación completamente distinta se ob-

serva en el sitio El Cajón, en el cordón de Serre-

zuela. El mismo se extiende por los alrededores

de un importante depósito de agua o pozo, cuya

morfología corresponde a la sugerida por el tér-

mino que se utiliza en la zona para individuali-

zarlo. Presenta una forma rectangular de 9 m de

largo, con una capacidad de carga estimada en-

tre 12 y 15000 litros. En las rocas cercanas se en-

cuentran numerosos morteros empleados en la

molienda de semillas y frutos. Estos instrumen-

tos pudieron ser utilizados simultáneamente por

más de 40 personas. Los datos disponibles seña-

lan que durante el período tardío se producían

importantes agrupamientos en torno a este gran

pozo de agua. No es difícil estimar que los usua-

rios de los morteros estuvieron ocasionalmente

involucrados en la preparación de alimentos pa-

ra un gran número de individuos, quizás 100,

200 o aún más. Se registraron nueve paneles con

representaciones grabadas, en emplazamientos

altamente visibles para quienes ocupan y circu-

lan por el lugar. Algunos presentan motivos geo-

métricos simples (puntos, círculos con punto

central o concéntricos) y otros cabezas antropo-

morfas esquemáticas con indicaciones de toca-

dos . Además, en las paredes inte-

riores del depósito de agua (es decir, dentro del

“cajón”) se ubican varios paneles con pequeños

hoyuelos pulidos, que suman más de 200 ejem-

plares.

El arte rupestre presenta similitudes con otros

sitios de Serrezuela y aún con otros del norte del

Valle de Guasapampa, pero muestra marcadas di-

ferencias con la porción sur de dicho valle. Con

los primeros comparte características como la

elección de soportes altamente visibles y técni-

(figs. 37 y 38)

51

Figura 38. Representación esquemática de una cabeza antropomorfa con tocado radiado, de más de un metro de ancho; fue confeccionada en torno a una oquedadnatural de contorno subcircular.

Figura 37. Motivos geométricos grabados en el sitio El Cajón (Lomas Negras, Serrezuela).

Figura 36. Saurio (probablemente una iguana o lagarto -Tupinambis) del sitio Charquina 14

(sección sur del valle de Guasapampa).

cas de grabado; y con algunos de ellos, además,

la articulación con depósitos de agua, la molien-

da grupal y las figuras antropomorfas con toca-

dos . La interacción entre los pane-

les y sus productores/observadores da cuenta de

una situación opuesta a la registrada en el sur de

Guasapampa, donde sobresalen, como vimos,

los contextos de escala doméstica definidos por

la interacción íntima, e “invisible” desde el exte-

rior, de unos pocos individuos que pintaban ha-

bitualmente figuras de camélidos y otros anima-

les sobre las superficies rocosas. Por el contrario,

las experiencias vinculadas a la producción y ob-

servación del arte rupestre en El Cajón involu-

craban a numerosas personas reunidas alrede-

dor de un gran pozo de agua, mientras participa-

ban de la preparación y consumo de alimentos,

seguramente en un marco festivo y ritualizado

como el que describimos al hablar de las juntas

y borracheras. El arte rupestre no aparece ligado

aquí a la afirmación de identidades a escala do-

méstica, sino inscripto en un contexto que favo-

recía la integración y reproducción comunitaria.

La ausencia de motivos zoomorfos y los antropo-

morfos con tocados acentúan los contrastes.

Estas últimas figuras pueden ser interpretadas co-

mo referencias jerárquicas o de poder, quizás re-

lativo a los antepasados o a las autoridades de

los grupos que se apropiaban del depósito. En

síntesis, en oposición al sur de Guasapampa, no

se observan indicadores de la construcción de

un paisaje social compartido e indiferenciado, si-

no por el contrario, alusiones altamente visibles

acerca del acceso diferencial a los puntos de va-

lor crítico en este paisaje árido cercano a las sali-

nas: los pozos de agua.

(figs. 39 y 40)

53

Figura 39. Detalle del sector central del panel grabado del sitio Ampiza 1 (sección norte del valle de Guasapampa).

Figura 40. Grabado del sitio Quebrada de los Zorros (sección norte del valle de Guasapampa).

cas de grabado; y con algunos de ellos, además,

la articulación con depósitos de agua, la molien-

da grupal y las figuras antropomorfas con toca-

dos . La interacción entre los pane-

les y sus productores/observadores da cuenta de

una situación opuesta a la registrada en el sur de

Guasapampa, donde sobresalen, como vimos,

los contextos de escala doméstica definidos por

la interacción íntima, e “invisible” desde el exte-

rior, de unos pocos individuos que pintaban ha-

bitualmente figuras de camélidos y otros anima-

les sobre las superficies rocosas. Por el contrario,

las experiencias vinculadas a la producción y ob-

servación del arte rupestre en El Cajón involu-

craban a numerosas personas reunidas alrede-

dor de un gran pozo de agua, mientras participa-

ban de la preparación y consumo de alimentos,

seguramente en un marco festivo y ritualizado

como el que describimos al hablar de las juntas

y borracheras. El arte rupestre no aparece ligado

aquí a la afirmación de identidades a escala do-

méstica, sino inscripto en un contexto que favo-

recía la integración y reproducción comunitaria.

La ausencia de motivos zoomorfos y los antropo-

morfos con tocados acentúan los contrastes.

Estas últimas figuras pueden ser interpretadas co-

mo referencias jerárquicas o de poder, quizás re-

lativo a los antepasados o a las autoridades de

los grupos que se apropiaban del depósito. En

síntesis, en oposición al sur de Guasapampa, no

se observan indicadores de la construcción de

un paisaje social compartido e indiferenciado, si-

no por el contrario, alusiones altamente visibles

acerca del acceso diferencial a los puntos de va-

lor crítico en este paisaje árido cercano a las sali-

nas: los pozos de agua.

(figs. 39 y 40)

53

Figura 40. Grabado del sitio Quebrada de los Zorros (sección norte del valle de Guasapampa).

Los indígenas que encontraronlos primeros españoles:comechingones y sanavirones

Es difícil llegar a una caracterización convin- modo que también en este sentido pueden con-

cente de los indígenas de la región en el momen- siderarse fuentes válidas de datos sólo en cuanto

to de la llegada de los españoles pues nuestro co- se sometan a una exhaustiva crítica.

nocimiento de sus pautas sociales y culturales

depende fundamentalmente de las fuentes docu- Hechas estas aclaraciones, podemos acceder al

mentales escritas por estos mismos conquistado- mundo que narran cronistas y primeros con-

res y, en este sentido, llevan el sesgo de la mirada quistadores. Según se infiere de las fuentes, la zo-

española, que estaba teñida de etnocentrismo, na serrana y llanura adyacente estaba habitada,

por un lado, y de una actitud uniformante res- poco antes de la fundación de la ciudad de Cór-

pecto a la población nativa, por otro. En efecto, doba en el año 1573, por aproximadamente

los conquistadores intentaron explicar, especial- 30.000 indígenas de tasa, esto es, individuos con

mente en los primeros contactos, toda nueva rea- capacidad de tributar lo que implicaría aproxi-

lidad que conocían con los parámetros de su pro- madamente, 100.000 indígenas ubicados en la re-

pia cultura o con el de las altas culturas america- gión serrana y llanura adyacente.

nas con las que habían tenido una relación más

estrecha, en especial, para el caso que estudia- El nombre “comechingones” con el que se sue-

mos, los indígenas que habían pertenecido al im- le reconocer comúnmente a los habitantes de las

perio incaico. Es así que, desde los primeros mo- serranías y planicies cercanas, ignorando al se-

mentos, se observa claramente la imposición de gundo grupo nombrado, los sanavirones, se en-

categorías pertenecientes a modelos exógenos en cuentra ya en las primeras referencias españolas,

las descripciones de las entidades aborígenes de esto es, en aquellas que narran la entrada de Die-

Córdoba. Por otra parte, estas mismas fuentes, go de Rojas al actual territorio argentino en el

las más de las veces, realizan descripciones étni- año 1542. Esta expedición, salida del Cuzco, lle-

cas que están orientadas a determinados fines se- ga posiblemente hasta la región de Calamuchita,

guidos por los conquistadores con sus textos, de donde se establece por el término de tres meses.

55

A la izquierda: vaso fragmentado con representación de un rostro antropomorfo. Se destaca la indicación de las pestañas, pinturaso tatuajes faciales y perforaciones auriculares (Cosquín, Valle de Punilla).

Los indígenas que encontraronlos primeros españoles:comechingones y sanavirones

Es difícil llegar a una caracterización convin- modo que también en este sentido pueden con-

cente de los indígenas de la región en el momen- siderarse fuentes válidas de datos sólo en cuanto

to de la llegada de los españoles pues nuestro co- se sometan a una exhaustiva crítica.

nocimiento de sus pautas sociales y culturales

depende fundamentalmente de las fuentes docu- Hechas estas aclaraciones, podemos acceder al

mentales escritas por estos mismos conquistado- mundo que narran cronistas y primeros con-

res y, en este sentido, llevan el sesgo de la mirada quistadores. Según se infiere de las fuentes, la zo-

española, que estaba teñida de etnocentrismo, na serrana y llanura adyacente estaba habitada,

por un lado, y de una actitud uniformante res- poco antes de la fundación de la ciudad de Cór-

pecto a la población nativa, por otro. En efecto, doba en el año 1573, por aproximadamente

los conquistadores intentaron explicar, especial- 30.000 indígenas de tasa, esto es, individuos con

mente en los primeros contactos, toda nueva rea- capacidad de tributar lo que implicaría aproxi-

lidad que conocían con los parámetros de su pro- madamente, 100.000 indígenas ubicados en la re-

pia cultura o con el de las altas culturas america- gión serrana y llanura adyacente.

nas con las que habían tenido una relación más

estrecha, en especial, para el caso que estudia- El nombre “comechingones” con el que se sue-

mos, los indígenas que habían pertenecido al im- le reconocer comúnmente a los habitantes de las

perio incaico. Es así que, desde los primeros mo- serranías y planicies cercanas, ignorando al se-

mentos, se observa claramente la imposición de gundo grupo nombrado, los sanavirones, se en-

categorías pertenecientes a modelos exógenos en cuentra ya en las primeras referencias españolas,

las descripciones de las entidades aborígenes de esto es, en aquellas que narran la entrada de Die-

Córdoba. Por otra parte, estas mismas fuentes, go de Rojas al actual territorio argentino en el

las más de las veces, realizan descripciones étni- año 1542. Esta expedición, salida del Cuzco, lle-

cas que están orientadas a determinados fines se- ga posiblemente hasta la región de Calamuchita,

guidos por los conquistadores con sus textos, de donde se establece por el término de tres meses.

55

A la izquierda: vaso fragmentado con representación de un rostro antropomorfo. Se destaca la indicación de las pestañas, pinturaso tatuajes faciales y perforaciones auriculares (Cosquín, Valle de Punilla).

Las primeras informaciones etnográficas sobre culturales y lingüísticas semejantes –pero no

los aborígenes de la región pertenecen a los sol- iguales- atomizados políticamente, no unificados

dados participantes de esta expedición y ellos ni dependientes de un único poder central. Tam-

son los responsables de la asignación de un nom- poco podían definirse apelando a cierta ocupa-

bre étnico: comechingones, etnónimo que se ge- ción territorial más o menos circunscripta pues

neralizó rápidamente y fue adoptado en forma la movilidad –estacional o no- fue un principio

definitiva para identificar a estos naturales, hasta general en la región, así como la tendencia a com-

el punto que treinta años más tarde, cuando Don partir determinados territorios.

Jerónimo Luis de Cabrera funda la ciudad de Cór-

doba, se lo nombra “Gobernador y Capitán Gene- La crónica de Jerónimo de Bibar (1558), que na-

ral de las Provincias de Tucumán, Juríes, Diagui- rra el recorrido de Francisco de Villagra por el Tu-

tas y Comechingones”, asumiendo que todo el te- cumán en los años 1549-1551, explica el origen

rritorio sur de Santiago del Estero era ocupado etimológico de la palabra “comechingón” expre-

por los comechingones. sando que se trata de una suerte de grito de gue-

rra que quiere decir “muera, muera o matar”. Po-

Desde la perspectiva española, los grupos étni- siblemente no haya que dar mucho crédito a es-

cos en general fueron concebidos como homo- te intento de explicación etimológica ya que es

géneos, cerrados, con límites discretos, con un contradictoria con otras informaciones y, ade-

nombre propio, una territorialidad claramente más, los contactos entre los miembros de la expe-

circunscripta y ciertos rasgos físicos y culturales dición y los nativos de la región fueron casi ex-

compartidos (lengua, vestido, ritos, religión, etc.), clusivamente gestuales y ningún español apren-

esto es, como una unidad étnica. Hoy se recono- dió la lengua de los comechingones, aunque es

ce que, en más de una oportunidad, esta concep- posible que hayan actuado intérpretes de dife-

tualización de las etnias no se corresponde nece- rentes regiones y lenguas en estas comunicacio-

sariamente con la variabilidad de posibilidades nes. No obstante, no se descarta que esta nomi-

de organizaciones étnicas reconocidas en Améri- nación étnica se relacione con el campo semán-

ca, y concretamente en Argentina. Muchos de tico de lo bélico, ya que el primer contacto entre

los grupos indígenas nombrados en los primeros los aborígenes de Córdoba y los españoles se ca-

documentos son simplemente un nombre que, a racterizó por los ataques o guazábaras que casi

pesar de los esfuerzos de historiadores, arqueó- diariamente los indígenas hacían al fuerte espa-

logos y etnólogos, nunca pudieron identificarse ñol. Otros cronistas, como Ruy Díaz de Guzmán,

como unidades étnicas (vgr. juríes, diaguitas, relacionan este etnónimo con la ocupación por

etc.). Este es el caso, para los denominados en las parte de los indígenas de aleros y cuevas en las

crónicas como comechingones y sanavirones. rocas, observación que ha dado lugar a que algu-

En efecto, todo parece indicar que al momento nos investigadores arriesguen etimologías cerca-

de la conquista en las serranías cordobesas y lla- nas a este sentido tales como habitantes de las ca-

nuras adyacentes coexistían grupos con pautas vernas.

57

Recipientes cerámicos decorados. El de arriba es una ollita procedentede Potrero de Garay (valle de Los Reartes), en la cual se alternan escalonados vacíos y rellenos de trazos lineales cortos. El de abajo es una ollita con asa y motivo de triángulos rellenos de puntos. Procedede las márgenes del lago San Roque (valle de Punilla).

Las primeras informaciones etnográficas sobre culturales y lingüísticas semejantes –pero no

los aborígenes de la región pertenecen a los sol- iguales- atomizados políticamente, no unificados

dados participantes de esta expedición y ellos ni dependientes de un único poder central. Tam-

son los responsables de la asignación de un nom- poco podían definirse apelando a cierta ocupa-

bre étnico: comechingones, etnónimo que se ge- ción territorial más o menos circunscripta pues

neralizó rápidamente y fue adoptado en forma la movilidad –estacional o no- fue un principio

definitiva para identificar a estos naturales, hasta general en la región, así como la tendencia a com-

el punto que treinta años más tarde, cuando Don partir determinados territorios.

Jerónimo Luis de Cabrera funda la ciudad de Cór-

doba, se lo nombra “Gobernador y Capitán Gene- La crónica de Jerónimo de Bibar (1558), que na-

ral de las Provincias de Tucumán, Juríes, Diagui- rra el recorrido de Francisco de Villagra por el Tu-

tas y Comechingones”, asumiendo que todo el te- cumán en los años 1549-1551, explica el origen

rritorio sur de Santiago del Estero era ocupado etimológico de la palabra “comechingón” expre-

por los comechingones. sando que se trata de una suerte de grito de gue-

rra que quiere decir “muera, muera o matar”. Po-

Desde la perspectiva española, los grupos étni- siblemente no haya que dar mucho crédito a es-

cos en general fueron concebidos como homo- te intento de explicación etimológica ya que es

géneos, cerrados, con límites discretos, con un contradictoria con otras informaciones y, ade-

nombre propio, una territorialidad claramente más, los contactos entre los miembros de la expe-

circunscripta y ciertos rasgos físicos y culturales dición y los nativos de la región fueron casi ex-

compartidos (lengua, vestido, ritos, religión, etc.), clusivamente gestuales y ningún español apren-

esto es, como una unidad étnica. Hoy se recono- dió la lengua de los comechingones, aunque es

ce que, en más de una oportunidad, esta concep- posible que hayan actuado intérpretes de dife-

tualización de las etnias no se corresponde nece- rentes regiones y lenguas en estas comunicacio-

sariamente con la variabilidad de posibilidades nes. No obstante, no se descarta que esta nomi-

de organizaciones étnicas reconocidas en Améri- nación étnica se relacione con el campo semán-

ca, y concretamente en Argentina. Muchos de tico de lo bélico, ya que el primer contacto entre

los grupos indígenas nombrados en los primeros los aborígenes de Córdoba y los españoles se ca-

documentos son simplemente un nombre que, a racterizó por los ataques o guazábaras que casi

pesar de los esfuerzos de historiadores, arqueó- diariamente los indígenas hacían al fuerte espa-

logos y etnólogos, nunca pudieron identificarse ñol. Otros cronistas, como Ruy Díaz de Guzmán,

como unidades étnicas (vgr. juríes, diaguitas, relacionan este etnónimo con la ocupación por

etc.). Este es el caso, para los denominados en las parte de los indígenas de aleros y cuevas en las

crónicas como comechingones y sanavirones. rocas, observación que ha dado lugar a que algu-

En efecto, todo parece indicar que al momento nos investigadores arriesguen etimologías cerca-

de la conquista en las serranías cordobesas y lla- nas a este sentido tales como habitantes de las ca-

nuras adyacentes coexistían grupos con pautas vernas.

57

Recipientes cerámicos decorados. El de arriba es una ollita procedentede Potrero de Garay (valle de Los Reartes), en la cual se alternan escalonados vacíos y rellenos de trazos lineales cortos. El de abajo es una ollita con asa y motivo de triángulos rellenos de puntos. Procedede las márgenes del lago San Roque (valle de Punilla).

mente, la presencia reciente de los sanavirones rranos. Entre las especies cultivadas las fuentes

en la región sea la razón de dicha uniformidad primarias destacan el maíz, los frijoles, zapallos

que exhibe el registro material. y la quinoa; recolectaban la algarroba en el mes

de enero con la cual hacían panes y bebidas al-

De la misma manera, no se ha identificado da- cohólicas, como la aloja, con la que se embriaga-

to alguno que autorice a asignar un mayor desa- ban en fiestas y ritos de carácter religioso. La re-

rrollo cultural a los sanavirones con relación a colección de la algarroba movilizaba importan-

los comechingones, así como tampoco se ha de- tes contingentes de población, por lo que actuó

tectado algún otro rasgo diferencial, fuera de la como un cohesionador y a la vez canal de trans-

lengua. Los documentos coloniales han descrip- misión y reproducción étnica.

to a la población indígena de la región de mane-

ra homogénea, sin marcar ningún tipo de dife- Tal como ha sido también contrastado median-

renciaciones, aunque éstos no sean coincidentes te las investigaciones arqueológicas, las fuentes

en sus caracterizaciones étnicas. de archivo permiten conocer que estos indígenas

eran cazadores de guanacos, venados, perdices y

Estos grupos aborígenes tenían una base de liebres, poseedores de “ovejas de la tierra” (posi-

subsistencia mixta, que complementaba la agri- blemente llamas) y buenos artesanos que se des-

cultura con la caza y la recolección, tenían sus tacaron por la producción de estatuillas de cerá-

campos de cultivo cercanos a las viviendas y en mica, tejidos de lana de llama y redes de produc-

las quebradas que descienden de los faldeos se- tos vegetales, así como por el trabajo del cuero.

figura 41. Estatuilla completa procedente de San Roque (valle de Punilla). Los detalles de la vestimenta fueron indicados con trazos incisos.

Documentación posterior hace referencia a otro pales debido a que las interacciones entre grupos

grupo étnico, los “sanavirones”, de cuyo nombre de diferente filiación están ampliamente docu-

no hay intentos de explicación etimológica en las mentadas. Por otra parte, las numerosas normas

fuentes, en tanto la propia lengua sanavirona se lingüísticas regionales se integraban en dos va-

halla, al igual que la comechingona, totalmente riantes diatópicas mayores: henia y camiare. Los

desaparecida. Sólo algunos nombres de caciques topónimos propios de la lengua sanavirona, por

y de pueblos de indios sin traducción constitu- su parte, se pueden rastrear en toda la provincia.

yen el testimonio de estas tradiciones lingüísticas, De manera que este grupo alóctono se asienta en

definitivamente perdidas para la memoria de la la mayor parte del actual territorio provincial, su-

humanidad. perponiendo, incluso, sus sistemas sociocultura-

les y lingüísticos a los autóctonos comechingo-

Los indígenas llamados comechingones por los nes.

cronistas constituían la población primera, origi-

naria de la región, mientras que los sanavirones La cercanía de pueblos con topónimos sanavi-

habían penetrado muy recientemente, hasta el rón y comechingón, e incluso la integración de

punto que en el año 1598 todavía los propios indí- ellos (pueblos que llevan un nombre en cada una

genas autóctonos recordaban los cambios opera- de las lenguas), nos da la pauta de una interac-

dos por la presencia sanavirona. Cuando actúan ción interétnica constante, aunque no podamos

como testigos en los juicios suele expresarse que caracterizar la naturaleza de esta interacción, ni la

el pueblo sobre el que se les pregunta se llama que existía entre pueblos de un mismo grupo (¿si-

“X”, “pero los sanauirones le han puesto Y”. métrica, asimétrica, bélica, de dominación, de

complementación?). Por esta misma razón, consi-

Se trata de un desplazamiento muy reciente, po- deramos inapropiado definir áreas de ocupación

siblemente promovido por la presión española en específicas para cada grupo étnico pues la docu-

la actual provincia de Santiago del Estero. mentación más temprana da cuenta de una am-

plia dispersión territorial de los sanavirones que

Lingüísticamente la distinción comechingo- alcanza, incluso, los departamentos del oeste cor-

nes/sanavirones ha sido contrastada, aunque no dobés actual, el Río Cuarto y el norte de la pro-

pueda hablarse de una lengua “comechingona”, vincia de San Luis.

pues al momento de la conquista ésta exhibía

una importante dialectalización, que confundió a Avala también esta interpretación el hecho de

un lingüista avezado como el P. Alonso de Barza- que las investigaciones arqueológicas no han po-

na, quien expresara su desconcierto respecto a dido contrastar la división étnica de comechingo-

qué lengua usar para evangelizar a los indios de nes y sanavirones, ni han logrado individualizar

Córdoba porque “a media legua se halla nueva materiales adscribibles a cada uno de ellos. El re-

lengua”. gistro arqueológico, especialmente para el perío-

do tardío, se caracteriza, por el contrario, por su

No parece que esta pronunciada dialectaliza- homogeneidad y porque sólo acusa variaciones

ción obstaculizara las comunicaciones intergru- interpretables en términos regionales. Posible-

5958

mente, la presencia reciente de los sanavirones rranos. Entre las especies cultivadas las fuentes

en la región sea la razón de dicha uniformidad primarias destacan el maíz, los frijoles, zapallos

que exhibe el registro material. y la quinoa; recolectaban la algarroba en el mes

de enero con la cual hacían panes y bebidas al-

De la misma manera, no se ha identificado da- cohólicas, como la aloja, con la que se embriaga-

to alguno que autorice a asignar un mayor desa- ban en fiestas y ritos de carácter religioso. La re-

rrollo cultural a los sanavirones con relación a colección de la algarroba movilizaba importan-

los comechingones, así como tampoco se ha de- tes contingentes de población, por lo que actuó

tectado algún otro rasgo diferencial, fuera de la como un cohesionador y a la vez canal de trans-

lengua. Los documentos coloniales han descrip- misión y reproducción étnica.

to a la población indígena de la región de mane-

ra homogénea, sin marcar ningún tipo de dife- Tal como ha sido también contrastado median-

renciaciones, aunque éstos no sean coincidentes te las investigaciones arqueológicas, las fuentes

en sus caracterizaciones étnicas. de archivo permiten conocer que estos indígenas

eran cazadores de guanacos, venados, perdices y

Estos grupos aborígenes tenían una base de liebres, poseedores de “ovejas de la tierra” (posi-

subsistencia mixta, que complementaba la agri- blemente llamas) y buenos artesanos que se des-

cultura con la caza y la recolección, tenían sus tacaron por la producción de estatuillas de cerá-

campos de cultivo cercanos a las viviendas y en mica, tejidos de lana de llama y redes de produc-

las quebradas que descienden de los faldeos se- tos vegetales, así como por el trabajo del cuero.

figura 41. Estatuilla completa procedente de San Roque (valle de Punilla). Los detalles de la vestimenta fueron indicados con trazos incisos.

Documentación posterior hace referencia a otro pales debido a que las interacciones entre grupos

grupo étnico, los “sanavirones”, de cuyo nombre de diferente filiación están ampliamente docu-

no hay intentos de explicación etimológica en las mentadas. Por otra parte, las numerosas normas

fuentes, en tanto la propia lengua sanavirona se lingüísticas regionales se integraban en dos va-

halla, al igual que la comechingona, totalmente riantes diatópicas mayores: henia y camiare. Los

desaparecida. Sólo algunos nombres de caciques topónimos propios de la lengua sanavirona, por

y de pueblos de indios sin traducción constitu- su parte, se pueden rastrear en toda la provincia.

yen el testimonio de estas tradiciones lingüísticas, De manera que este grupo alóctono se asienta en

definitivamente perdidas para la memoria de la la mayor parte del actual territorio provincial, su-

humanidad. perponiendo, incluso, sus sistemas sociocultura-

les y lingüísticos a los autóctonos comechingo-

Los indígenas llamados comechingones por los nes.

cronistas constituían la población primera, origi-

naria de la región, mientras que los sanavirones La cercanía de pueblos con topónimos sanavi-

habían penetrado muy recientemente, hasta el rón y comechingón, e incluso la integración de

punto que en el año 1598 todavía los propios indí- ellos (pueblos que llevan un nombre en cada una

genas autóctonos recordaban los cambios opera- de las lenguas), nos da la pauta de una interac-

dos por la presencia sanavirona. Cuando actúan ción interétnica constante, aunque no podamos

como testigos en los juicios suele expresarse que caracterizar la naturaleza de esta interacción, ni la

el pueblo sobre el que se les pregunta se llama que existía entre pueblos de un mismo grupo (¿si-

“X”, “pero los sanauirones le han puesto Y”. métrica, asimétrica, bélica, de dominación, de

complementación?). Por esta misma razón, consi-

Se trata de un desplazamiento muy reciente, po- deramos inapropiado definir áreas de ocupación

siblemente promovido por la presión española en específicas para cada grupo étnico pues la docu-

la actual provincia de Santiago del Estero. mentación más temprana da cuenta de una am-

plia dispersión territorial de los sanavirones que

Lingüísticamente la distinción comechingo- alcanza, incluso, los departamentos del oeste cor-

nes/sanavirones ha sido contrastada, aunque no dobés actual, el Río Cuarto y el norte de la pro-

pueda hablarse de una lengua “comechingona”, vincia de San Luis.

pues al momento de la conquista ésta exhibía

una importante dialectalización, que confundió a Avala también esta interpretación el hecho de

un lingüista avezado como el P. Alonso de Barza- que las investigaciones arqueológicas no han po-

na, quien expresara su desconcierto respecto a dido contrastar la división étnica de comechingo-

qué lengua usar para evangelizar a los indios de nes y sanavirones, ni han logrado individualizar

Córdoba porque “a media legua se halla nueva materiales adscribibles a cada uno de ellos. El re-

lengua”. gistro arqueológico, especialmente para el perío-

do tardío, se caracteriza, por el contrario, por su

No parece que esta pronunciada dialectaliza- homogeneidad y porque sólo acusa variaciones

ción obstaculizara las comunicaciones intergru- interpretables en términos regionales. Posible-

5958

como base alguna organización preexistente- en te, las ocasiones en las que grupos fragmentados

una estructura jerárquica de uno, dos o más caci- podían confirmar su pertenencia a una misma

ques secundarios, subordinados a un cacique comunidad política e histórica, en particular, las

principal, cabeza política superior. Esta estructu- relacionadas con la cosecha de la algarroba y fies-

ración, basada en grupos familiares liderados tas rituales. Es interesante advertir que en la zo-

por un cacique, no implicó necesariamente ais- na de la llanura oriental (llanuras de los ríos Su-

lacionismo o atomismo social o político en cuan- quía y Xanaes) no hay datos de este sistema de

to de las mismas fuentes documentales se infiere cacicazgos estratificados y los grupos políticos

que las interacciones entre estos grupos eran asi- cuentan sólo con un cacique.

duas y que se establecían en un cuadro funcio-

nal cuyo espectro incluía relaciones matrimonia- La fragmentación política de la zona serrana se

les, encuentros para fiestas religiosas, esparci- relaciona también con el patrón de poblamiento

miento, cacerías, e incluso atañían al aspecto po- en aldeas dispersas, propio de estas comunida-

lítico, en cuanto dos o tres grupos menores, cada des. Los pueblos, por lo general chicos, ubicados

uno de ellos liderado por un cacique llamado en las cercanías de los cursos de agua, estaban

por los españoles “secundario”, podía depender, conformados por un número no mayor de 40 ca-

a su vez, de un cacique “principal” que los aglu- sas en las que habitaba una familia extensa.

tinaba.

Los primeros europeos que llegaron a la re-

Este sistema escalonado debió necesariamente gión, los soldados de la expedición de Diego de

establecer una clara separación de funciones pa- Rojas, destacaron la belicosidad de los come-

ra cada tipo de jerarquía y parece ser una estrate- chingones, calificados como muy buenos y va-

gia política de fragmentación promovida en si- lientes guerreros, que combatían de noche para

tuaciones límite como sequías, inundaciones, obtener el favor de la luna, en escuadrones ce-

plagas, etc. con la finalidad de asegurar la repro- rrados, de más de quinientos hombres, pintados

ducción del grupo. Eran numerosas, por otra par- los rostros y llevando fuego y armas como lan-

Las estatuillas de cerámica dan cuenta

también del ornato con el que se ves-

tían algunos indígenas serranos, as-

pecto que también sorprendió a

más de un español. Llevaban cue-

ros ricamente labrados, camisetas

tejidas y coloreadas, a la usanza de

la camiseta peruana, y ornadas con

chaquiras en las aberturas, cuello,

mangas y ruedos .

Numerosas fuentes se refieren al ca-

rácter barbado de los indígenas serra-

nos, lo que llamó la atención de los con-

quistadores, pues establecía una clara distinción

en relación con la mayoría de la población au-

tóctona americana. En cuanto a los rasgos físi-

cos, los cronistas destacan que eran altos, gran-

des y de tez oscura.

Así como las fuentes documentales insisten en

la fragmentación lingüística, esta diversidad al-

canza también a la organización social y política

de las entidades aborígenes durante el período

de contacto interétnico. En efecto, en los docu-

mentos inéditos, especialmente en las causas ju-

diciales, se encuentran nombres tribales por cien-

tos y, a cada uno de estos etnónimos se les asig-

na una cabeza política, un cacique.

Políticamente los indígenas de Córdoba no esta-

ban regidos por un sistema centralizado, sino

que se trató de grupos diversos, jerarquizados a

partir de inclusiones y subordinaciones de sus je-

fes étnicos. Se trata de un sistema complejo, que

exige investigaciones particulares, pero que los

españoles simplificaron -tomando seguramente

(figs. 41 y 42)

Figura 42. Fragmento de estatuilla que conserva partede la cabeza y el torso completo. Se observan trazos incisos lineales y discontinuos que pueden ser interpretados como representaciones de collares, ya que circundan el cuello. Por el contrario, los trazos paralelos en V convergiendo sobre el pecho, así como una línea doble de puntos central, corresponderían a detalles de la camiseta. A diferencia de los collares, estas indicaciones no se continúan en la cara posterior de la pieza. Figura 43. Silbato de cerámica de los alrededores

de Mina Clavero (valle de Traslasierra).

como base alguna organización preexistente- en te, las ocasiones en las que grupos fragmentados

una estructura jerárquica de uno, dos o más caci- podían confirmar su pertenencia a una misma

ques secundarios, subordinados a un cacique comunidad política e histórica, en particular, las

principal, cabeza política superior. Esta estructu- relacionadas con la cosecha de la algarroba y fies-

ración, basada en grupos familiares liderados tas rituales. Es interesante advertir que en la zo-

por un cacique, no implicó necesariamente ais- na de la llanura oriental (llanuras de los ríos Su-

lacionismo o atomismo social o político en cuan- quía y Xanaes) no hay datos de este sistema de

to de las mismas fuentes documentales se infiere cacicazgos estratificados y los grupos políticos

que las interacciones entre estos grupos eran asi- cuentan sólo con un cacique.

duas y que se establecían en un cuadro funcio-

nal cuyo espectro incluía relaciones matrimonia- La fragmentación política de la zona serrana se

les, encuentros para fiestas religiosas, esparci- relaciona también con el patrón de poblamiento

miento, cacerías, e incluso atañían al aspecto po- en aldeas dispersas, propio de estas comunida-

lítico, en cuanto dos o tres grupos menores, cada des. Los pueblos, por lo general chicos, ubicados

uno de ellos liderado por un cacique llamado en las cercanías de los cursos de agua, estaban

por los españoles “secundario”, podía depender, conformados por un número no mayor de 40 ca-

a su vez, de un cacique “principal” que los aglu- sas en las que habitaba una familia extensa.

tinaba.

Los primeros europeos que llegaron a la re-

Este sistema escalonado debió necesariamente gión, los soldados de la expedición de Diego de

establecer una clara separación de funciones pa- Rojas, destacaron la belicosidad de los come-

ra cada tipo de jerarquía y parece ser una estrate- chingones, calificados como muy buenos y va-

gia política de fragmentación promovida en si- lientes guerreros, que combatían de noche para

tuaciones límite como sequías, inundaciones, obtener el favor de la luna, en escuadrones ce-

plagas, etc. con la finalidad de asegurar la repro- rrados, de más de quinientos hombres, pintados

ducción del grupo. Eran numerosas, por otra par- los rostros y llevando fuego y armas como lan-

Las estatuillas de cerámica dan cuenta

también del ornato con el que se ves-

tían algunos indígenas serranos, as-

pecto que también sorprendió a

más de un español. Llevaban cue-

ros ricamente labrados, camisetas

tejidas y coloreadas, a la usanza de

la camiseta peruana, y ornadas con

chaquiras en las aberturas, cuello,

mangas y ruedos .

Numerosas fuentes se refieren al ca-

rácter barbado de los indígenas serra-

nos, lo que llamó la atención de los con-

quistadores, pues establecía una clara distinción

en relación con la mayoría de la población au-

tóctona americana. En cuanto a los rasgos físi-

cos, los cronistas destacan que eran altos, gran-

des y de tez oscura.

Así como las fuentes documentales insisten en

la fragmentación lingüística, esta diversidad al-

canza también a la organización social y política

de las entidades aborígenes durante el período

de contacto interétnico. En efecto, en los docu-

mentos inéditos, especialmente en las causas ju-

diciales, se encuentran nombres tribales por cien-

tos y, a cada uno de estos etnónimos se les asig-

na una cabeza política, un cacique.

Políticamente los indígenas de Córdoba no esta-

ban regidos por un sistema centralizado, sino

que se trató de grupos diversos, jerarquizados a

partir de inclusiones y subordinaciones de sus je-

fes étnicos. Se trata de un sistema complejo, que

exige investigaciones particulares, pero que los

españoles simplificaron -tomando seguramente

(figs. 41 y 42)

Figura 42. Fragmento de estatuilla que conserva partede la cabeza y el torso completo. Se observan trazos incisos lineales y discontinuos que pueden ser interpretados como representaciones de collares, ya que circundan el cuello. Por el contrario, los trazos paralelos en V convergiendo sobre el pecho, así como una línea doble de puntos central, corresponderían a detalles de la camiseta. A diferencia de los collares, estas indicaciones no se continúan en la cara posterior de la pieza. Figura 43. Silbato de cerámica de los alrededores

de Mina Clavero (valle de Traslasierra).

de uno en uno en las concavidades de las peñas

donde hazen su morada”.

Con igual conocimiento parece expresarse el

cronista Ruy Díaz de Guzman cuando manifies-

ta: “y que avian de passar por ciertos pueblos de

indios que viven debajo de tierra, que llamavan

comechingones, que son de las cuevas que oy

dia estan repartidos a los vecinos de la ciudad de

Córdoba”. Para luego, al relatar la expedición de

Diego de Rojas al mando de Francisco de Men-

doza, si bien utiliza el mismo término lo hace de-

finitivamente en el primer sentido al reconocer:

“De donde pasando adelante llego a los come-

chingones que son unos indios de la Provincia

de Córdoba que llaman de las cuevas por vivir

debajo de la tierra, que casi no aparecen hacia

fuera sus casas”.

zas, arcos, flechas y medias picas. Contrariamen- can las fuentes, este hábitat tenía la ventaja de

te a lo que sucedía con los indígenas de Santiago ser especialmente cálido en los largos y fríos in-

del Estero, éstos no envenenaban sus flechas. viernos serranos. En estas viviendas habitaba

Por razones que se relacionan seguramente con una familia extensa, esto es, padres e hijos casa-

el dominio territorial y el acceso a los recursos, dos con sus respectivas familias.

entablaban frecuentes guerras entre sí, razón por

la cual sus pueblos estaban cercados con cardo- Las características de la vivienda aborigen en

nes y otros arbustos espinosos a fin de defender- la región serrana de la provincia de Córdoba en

los de las incursiones de otros grupos. Sin em- los momentos previos al arribo de los conquista-

bargo, también están ampliamente documenta- dores españoles fue uno de los aspectos más dis-

das las alianzas entre diferentes grupos políticos, cutidos. Documentos como el del Capitán Lo-

construidas a partir básicamente de relaciones renzo Suárez de Figueroa, a quien se le atribuye

de parentesco y de la participación conjunta en con bastante fundamento la mencionada “Rela-

las mencionadas actividades de cosecha de alga- ción Anónima” dispuesta por Jerónimo Luis de

rroba y las festividades y rituales asociados, a las Cabrera, el fundador de la ciudad, o cronistas de

hemos hecho referencia más arriba. Además, la primera época, como Cieza de León y Diego

más allá de estas posibles fricciones internas, lo Fernández, reconocen la existencia de pueblos

cierto es que se confederaron para hacer frente al indígenas donde las casas se encontraban en

efímero primer asentamiento en la región en el gran parte por debajo de la superficie del terreno

año 1543. circundante (casa pozo o semipozo) .

Otros documentos, como la Relación Anónima Así, la tan difundida Relación establece: “Son

(1573), destacan el carácter pacífico y colabora- bajas las casas, é la mitad de altura que tienen es-

dor de estos indígenas, situación que se explica tá debajo de tierra y entran á ellas como á sóta-

por las especiales condiciones de producción dis- nos…” En el trabajo de Cieza de León se lee: “ca-

cursiva de esta fuente, escrita con el objetivo de vaban la tierra hasta que ahondando en ella que-

persuadir al Virrey Toledo respecto de los benefi- daban dos paredes, poniendo la madera arma-

cios de fundar una ciudad en la región. Se trata ban las casas, cobijandolas de paja a manera de

de un corto escrito que, sin embargo, constituye chozas…” Y Diego Fernández suministra las si-

la más completa descripción etnográfica con la guientes referencias: “Viven estos indios en cue-

que contamos sobre los aborígenes de esta re- vas debajo de tierra, de suerte que, aunque lle-

gión. Gracias a esta fuente conocemos que los co- guen a los pueblos, no se parecen sino por los

mechingones habitaban en casas grandes, en las maizales”.

que llegaron a entrar diez caballos con sus jine-

tes, llamadas “casa pozo” debido a que se reali- Sin embargo, en otro documento coetáneo, la

zaban a partir de un hoyo en la tierra de modo Probanza de Méritos y Servicios de la Ciudad de

que desde la superficie se observaba sólo el sec- Cordoba del Tucumán de 1589, un testigo afirma

tor superior de las paredes y el techo. Según indi- que “no tienen pueblos formados sino divididos

(fig. 44)

62

Figura 44. Corte en planta y reconstrucción hipotéticade una “casa-pozo” de Potrero de Garay.

de uno en uno en las concavidades de las peñas

donde hazen su morada”.

Con igual conocimiento parece expresarse el

cronista Ruy Díaz de Guzman cuando manifies-

ta: “y que avian de passar por ciertos pueblos de

indios que viven debajo de tierra, que llamavan

comechingones, que son de las cuevas que oy

dia estan repartidos a los vecinos de la ciudad de

Córdoba”. Para luego, al relatar la expedición de

Diego de Rojas al mando de Francisco de Men-

doza, si bien utiliza el mismo término lo hace de-

finitivamente en el primer sentido al reconocer:

“De donde pasando adelante llego a los come-

chingones que son unos indios de la Provincia

de Córdoba que llaman de las cuevas por vivir

debajo de la tierra, que casi no aparecen hacia

fuera sus casas”.

zas, arcos, flechas y medias picas. Contrariamen- can las fuentes, este hábitat tenía la ventaja de

te a lo que sucedía con los indígenas de Santiago ser especialmente cálido en los largos y fríos in-

del Estero, éstos no envenenaban sus flechas. viernos serranos. En estas viviendas habitaba

Por razones que se relacionan seguramente con una familia extensa, esto es, padres e hijos casa-

el dominio territorial y el acceso a los recursos, dos con sus respectivas familias.

entablaban frecuentes guerras entre sí, razón por

la cual sus pueblos estaban cercados con cardo- Las características de la vivienda aborigen en

nes y otros arbustos espinosos a fin de defender- la región serrana de la provincia de Córdoba en

los de las incursiones de otros grupos. Sin em- los momentos previos al arribo de los conquista-

bargo, también están ampliamente documenta- dores españoles fue uno de los aspectos más dis-

das las alianzas entre diferentes grupos políticos, cutidos. Documentos como el del Capitán Lo-

construidas a partir básicamente de relaciones renzo Suárez de Figueroa, a quien se le atribuye

de parentesco y de la participación conjunta en con bastante fundamento la mencionada “Rela-

las mencionadas actividades de cosecha de alga- ción Anónima” dispuesta por Jerónimo Luis de

rroba y las festividades y rituales asociados, a las Cabrera, el fundador de la ciudad, o cronistas de

hemos hecho referencia más arriba. Además, la primera época, como Cieza de León y Diego

más allá de estas posibles fricciones internas, lo Fernández, reconocen la existencia de pueblos

cierto es que se confederaron para hacer frente al indígenas donde las casas se encontraban en

efímero primer asentamiento en la región en el gran parte por debajo de la superficie del terreno

año 1543. circundante (casa pozo o semipozo) .

Otros documentos, como la Relación Anónima Así, la tan difundida Relación establece: “Son

(1573), destacan el carácter pacífico y colabora- bajas las casas, é la mitad de altura que tienen es-

dor de estos indígenas, situación que se explica tá debajo de tierra y entran á ellas como á sóta-

por las especiales condiciones de producción dis- nos…” En el trabajo de Cieza de León se lee: “ca-

cursiva de esta fuente, escrita con el objetivo de vaban la tierra hasta que ahondando en ella que-

persuadir al Virrey Toledo respecto de los benefi- daban dos paredes, poniendo la madera arma-

cios de fundar una ciudad en la región. Se trata ban las casas, cobijandolas de paja a manera de

de un corto escrito que, sin embargo, constituye chozas…” Y Diego Fernández suministra las si-

la más completa descripción etnográfica con la guientes referencias: “Viven estos indios en cue-

que contamos sobre los aborígenes de esta re- vas debajo de tierra, de suerte que, aunque lle-

gión. Gracias a esta fuente conocemos que los co- guen a los pueblos, no se parecen sino por los

mechingones habitaban en casas grandes, en las maizales”.

que llegaron a entrar diez caballos con sus jine-

tes, llamadas “casa pozo” debido a que se reali- Sin embargo, en otro documento coetáneo, la

zaban a partir de un hoyo en la tierra de modo Probanza de Méritos y Servicios de la Ciudad de

que desde la superficie se observaba sólo el sec- Cordoba del Tucumán de 1589, un testigo afirma

tor superior de las paredes y el techo. Según indi- que “no tienen pueblos formados sino divididos

(fig. 44)

62

Figura 44. Corte en planta y reconstrucción hipotéticade una “casa-pozo” de Potrero de Garay.

Sobre estas bases documentales cronistas pos-

teriores, arqueólogos e historiadores de distintas

épocas han asumido una u otra de las posiciones

expuestas al referirse al tipo de vivienda de los in-

dígenas que habitaban la región serrana de Cór-

doba.

En este estado, las investigaciones arqueológi-

cas en el yacimiento de Potrero de Garay corro-

boraron estas descripciones del tipo de vivienda

de los indígenas de Córdoba en el período seña-

lado y completaron este cuadro, agregando, en-

tre otros nuevos conocimientos, que las plantas

habitacionales eran rectangulares, que el made-

ramen sostenía el techo y que el acceso se reali-

zaba por medio de una rampa.

También se pudo comprobar la información

proporcionada por las fuentes documentales so-

bre la costumbre de efectuar inhumaciones deba-

jo del piso habitacional.

Por otra parte, la información relativa a la vi-

vienda de los aborígenes en cuevas pudo tam-

bién ser corroborada mediante estudios arqueo-

lógicos que demostraron la función de hábitat

transitorio (por breve tiempo) y con propósitos

especiales de aleros y cuevas de las sierras que,

entre otras funciones, podían representar refugio

para cazadores que se alejaban de sus aldeas en

busca de presas o pastaje para sus animales.

Estos abrigos tuvieron un uso habitacional prefe-

rentemente en zonas que ofrecían recursos com-

plementarios a los agrícolas. Figura 45. Cuchara de cerámica. Su base fue decorada con gruesos trazos incisos.

64

Sobre estas bases documentales cronistas pos-

teriores, arqueólogos e historiadores de distintas

épocas han asumido una u otra de las posiciones

expuestas al referirse al tipo de vivienda de los in-

dígenas que habitaban la región serrana de Cór-

doba.

En este estado, las investigaciones arqueológi-

cas en el yacimiento de Potrero de Garay corro-

boraron estas descripciones del tipo de vivienda

de los indígenas de Córdoba en el período seña-

lado y completaron este cuadro, agregando, en-

tre otros nuevos conocimientos, que las plantas

habitacionales eran rectangulares, que el made-

ramen sostenía el techo y que el acceso se reali-

zaba por medio de una rampa.

También se pudo comprobar la información

proporcionada por las fuentes documentales so-

bre la costumbre de efectuar inhumaciones deba-

jo del piso habitacional.

Por otra parte, la información relativa a la vi-

vienda de los aborígenes en cuevas pudo tam-

bién ser corroborada mediante estudios arqueo-

lógicos que demostraron la función de hábitat

transitorio (por breve tiempo) y con propósitos

especiales de aleros y cuevas de las sierras que,

entre otras funciones, podían representar refugio

para cazadores que se alejaban de sus aldeas en

busca de presas o pastaje para sus animales.

Estos abrigos tuvieron un uso habitacional prefe-

rentemente en zonas que ofrecían recursos com-

plementarios a los agrícolas. Figura 45. Cuchara de cerámica. Su base fue decorada con gruesos trazos incisos.

64

La inclusión en el sistema colonial

Como ocurrió en otros espacios americanos, la A fines del siglo XVI puede decirse que la con-

conquista y ocupación efectiva del territorio de la quista del territorio estaba prácticamente com-

actual provincia de Córdoba por parte de los espa- pletada en las regiones norte, oeste y este de la

ñoles fue un proceso lento, sometido a marchas y actual provincia de Córdoba. Por el sur, la pre-

contramarchas, que recién puede considerarse con- sencia y dominio español alcanzaba hasta el Río

cluido a mediados de la segunda mitad del siglo III y en algunas porciones, el IV. No obstante, es-

XIX con la campaña al desierto del general Roca. to no significa que el dominio sobre el territorio

fuera efectivo. A lo largo de toda la colonia en-

En el año 1573, un número reducido de conquis- contramos grandes espacios serranos o de llanu-

tadores españoles, no más de 100, asumieron la ta- ra poco poblados, sin control efectivo de las au-

rea de conquistar este territorio para lo cual debie- toridades coloniales o de la mirada vigilante del

ron enfrentarse a aproximadamente 30.000 indíge- encomendero o administrador de las encomien-

nas que nada pudieron hacer frente a la superiori- das, en las que habitaban indios y negros huidos

dad bélica y estratégica de los europeos. Es así que de las estancias.

la guerra de conquista, rápidamente ganada en el

espacio cercano a la ciudad, se extendió casi sin di- Más allá de algunas indicaciones aisladas de

ficultades a las tierras más alejadas y hasta fines del intentos de rebelión acotadas a pequeños gru-

siglo XVI fueron comunes las campañas de “casti- pos que no tuvieron consecuencias sobre el do-

go” a los pueblos de indios que no aceptaron la do- minio español, no se observan, luego de funda-

minación española. Estas entradas, denominadas da la ciudad, intentos organizados de oposición

“malocas”, tenían por objetivo fundamental el “res- al poder colonial. Las Actas de Cabildo de la ciu-

cate de piezas”, o sea, la toma como prisioneros de dad incluyen indicaciones aisladas de que la tie-

indios aptos para el trabajo que eran separados de rra toda está en guerra; sin embargo, esta obser-

sus pueblos y llevados a la ciudad en condiciones vación surge, invariablemente, en el contexto de

casi de esclavitud. solicitudes al gobernador para que no se ocupe

67

A la izquierda: Figura antropomorfa pintada en un alero del Cerro Colorado. Por las características de su atuendo y su posición central dentro de una asociación de motivos, fue considerada la representación de un hechicero o chamán.

La inclusión en el sistema colonial

Como ocurrió en otros espacios americanos, la A fines del siglo XVI puede decirse que la con-

conquista y ocupación efectiva del territorio de la quista del territorio estaba prácticamente com-

actual provincia de Córdoba por parte de los espa- pletada en las regiones norte, oeste y este de la

ñoles fue un proceso lento, sometido a marchas y actual provincia de Córdoba. Por el sur, la pre-

contramarchas, que recién puede considerarse con- sencia y dominio español alcanzaba hasta el Río

cluido a mediados de la segunda mitad del siglo III y en algunas porciones, el IV. No obstante, es-

XIX con la campaña al desierto del general Roca. to no significa que el dominio sobre el territorio

fuera efectivo. A lo largo de toda la colonia en-

En el año 1573, un número reducido de conquis- contramos grandes espacios serranos o de llanu-

tadores españoles, no más de 100, asumieron la ta- ra poco poblados, sin control efectivo de las au-

rea de conquistar este territorio para lo cual debie- toridades coloniales o de la mirada vigilante del

ron enfrentarse a aproximadamente 30.000 indíge- encomendero o administrador de las encomien-

nas que nada pudieron hacer frente a la superiori- das, en las que habitaban indios y negros huidos

dad bélica y estratégica de los europeos. Es así que de las estancias.

la guerra de conquista, rápidamente ganada en el

espacio cercano a la ciudad, se extendió casi sin di- Más allá de algunas indicaciones aisladas de

ficultades a las tierras más alejadas y hasta fines del intentos de rebelión acotadas a pequeños gru-

siglo XVI fueron comunes las campañas de “casti- pos que no tuvieron consecuencias sobre el do-

go” a los pueblos de indios que no aceptaron la do- minio español, no se observan, luego de funda-

minación española. Estas entradas, denominadas da la ciudad, intentos organizados de oposición

“malocas”, tenían por objetivo fundamental el “res- al poder colonial. Las Actas de Cabildo de la ciu-

cate de piezas”, o sea, la toma como prisioneros de dad incluyen indicaciones aisladas de que la tie-

indios aptos para el trabajo que eran separados de rra toda está en guerra; sin embargo, esta obser-

sus pueblos y llevados a la ciudad en condiciones vación surge, invariablemente, en el contexto de

casi de esclavitud. solicitudes al gobernador para que no se ocupe

67

A la izquierda: Figura antropomorfa pintada en un alero del Cerro Colorado. Por las características de su atuendo y su posición central dentro de una asociación de motivos, fue considerada la representación de un hechicero o chamán.

a los hombres de la ciudad en las expediciones del servicio personal y los encomenderos hicie-

de pacificación y castigo a otras regiones como el ron uso de la fuerza de trabajo de sus indígenas

Noroeste o el Chaco. Más bien pareciera, enton- encomendados, incluso, en los primeros dece-

ces, que esta discursivización de la guerra en Cór- nios de asentamiento, de mujeres y de niños.

doba no es sino un argumento más para que los Alegando la escasa disposición de los nativos al

conquistadores, ya señores feudatarios poseedo- trabajo y su incapacidad para producir exceden-

res de redituables encomiendas, no se distraigan tes que posibilitaran el pago del tributo, los enco-

del cuidado de sus negocios. Son frecuentes estas menderos monopolizaron la energía de toda la

apelaciones a la guerra étnica por parte de los ca- familia indígena.

bildantes de Córdoba -quienes también eran los

encomenderos de los indios- para evitar partici- El exceso de trabajo, los desplazamientos for-

par de jornadas o expediciones lejanas a sus es- zosos de partes de los indios de un pueblo a

tancias, y éstas se alegan, incluso, en la década de otras estancias siguiendo las necesidades de los

1640, cuando ya la población indígena había dis- encomenderos, el despacho de indios jóvenes

minuido notablemente y estaba pacificada en su en fletes y en viajes a Perú, Bolivia, Buenos Ai-

totalidad. res, etc., junto a otras situaciones que sobrevi-

nieron con la conquista provocó la rápida deses-

Las modalidades de incorporación al nuevo sis- tructuración de las comunidades prehispánicas

tema son bien conocidas y no manifiestan origi- cuyos sistemas políticos y redes sociales fueron

nalidad en relación a lo ocurrido en otras regio- reemplazados por nuevos canales de relación,

nes del Tucumán. El principio rector de control dominación y circulación de información.

de la población nativa fue el otorgamiento de ésta

en “encomienda” a los conquistadores. Esta insti- Esto es, del conjunto de factores que podría-

tución en teoría era una donación graciosa que la mos marcar como determinantes de la deses-

Corona realizaba a los conquistadores beneméri- tructuración de la población nativa, la enco-

tos en pago por su participación en las guerras de mienda de servicio personal fue, sin duda, el de

conquista, donación que alcanzaba una o dos vi- mayor incidencia pues con él se relacionan tam-

das. Mediante ella, los españoles obtenían el be- bién otros, como las epidemias y los malos tra-

neficio de cobrar para sí el tributo (cinco o diez tos. A pesar de los continuos intentos de la Coro-

pesos anuales, dependiente del período de otor- na española por abolir el servicio personal y de

gamiento) que los indígenas de tasa (mayores de que la encomienda constituya sólo un sistema

18 años y menores de 50) debían a la Corona y, de tributación, a lo largo del siglo XVII esta mo-

como contrapartida, se comprometían a cuidar dalidad de la relación interétnica fue una cons-

de la población indígena a ellos encomendada, tante en Córdoba y en el Tucumán en general.

fundamentalmente, curarlos de sus enfermeda- Desde diferentes instancias se elevaron numero-

des y atenderlos espiritualmente mediante la ins- sos informes al Consejo de Indias y a la Audien-

trucción religiosa. En Córdoba, y en general en el cia de Charcas dando cuenta de esta situación

Tucumán colonial, esta institución tomó la forma anómala, y en especial, por parte de la orden de

7168

Notable escena del Cerro Colorado, donde se integran representaciones de indígenas y españoles, estos últimos a pie o montados a caballo.

a los hombres de la ciudad en las expediciones del servicio personal y los encomenderos hicie-

de pacificación y castigo a otras regiones como el ron uso de la fuerza de trabajo de sus indígenas

Noroeste o el Chaco. Más bien pareciera, enton- encomendados, incluso, en los primeros dece-

ces, que esta discursivización de la guerra en Cór- nios de asentamiento, de mujeres y de niños.

doba no es sino un argumento más para que los Alegando la escasa disposición de los nativos al

conquistadores, ya señores feudatarios poseedo- trabajo y su incapacidad para producir exceden-

res de redituables encomiendas, no se distraigan tes que posibilitaran el pago del tributo, los enco-

del cuidado de sus negocios. Son frecuentes estas menderos monopolizaron la energía de toda la

apelaciones a la guerra étnica por parte de los ca- familia indígena.

bildantes de Córdoba -quienes también eran los

encomenderos de los indios- para evitar partici- El exceso de trabajo, los desplazamientos for-

par de jornadas o expediciones lejanas a sus es- zosos de partes de los indios de un pueblo a

tancias, y éstas se alegan, incluso, en la década de otras estancias siguiendo las necesidades de los

1640, cuando ya la población indígena había dis- encomenderos, el despacho de indios jóvenes

minuido notablemente y estaba pacificada en su en fletes y en viajes a Perú, Bolivia, Buenos Ai-

totalidad. res, etc., junto a otras situaciones que sobrevi-

nieron con la conquista provocó la rápida deses-

Las modalidades de incorporación al nuevo sis- tructuración de las comunidades prehispánicas

tema son bien conocidas y no manifiestan origi- cuyos sistemas políticos y redes sociales fueron

nalidad en relación a lo ocurrido en otras regio- reemplazados por nuevos canales de relación,

nes del Tucumán. El principio rector de control dominación y circulación de información.

de la población nativa fue el otorgamiento de ésta

en “encomienda” a los conquistadores. Esta insti- Esto es, del conjunto de factores que podría-

tución en teoría era una donación graciosa que la mos marcar como determinantes de la deses-

Corona realizaba a los conquistadores beneméri- tructuración de la población nativa, la enco-

tos en pago por su participación en las guerras de mienda de servicio personal fue, sin duda, el de

conquista, donación que alcanzaba una o dos vi- mayor incidencia pues con él se relacionan tam-

das. Mediante ella, los españoles obtenían el be- bién otros, como las epidemias y los malos tra-

neficio de cobrar para sí el tributo (cinco o diez tos. A pesar de los continuos intentos de la Coro-

pesos anuales, dependiente del período de otor- na española por abolir el servicio personal y de

gamiento) que los indígenas de tasa (mayores de que la encomienda constituya sólo un sistema

18 años y menores de 50) debían a la Corona y, de tributación, a lo largo del siglo XVII esta mo-

como contrapartida, se comprometían a cuidar dalidad de la relación interétnica fue una cons-

de la población indígena a ellos encomendada, tante en Córdoba y en el Tucumán en general.

fundamentalmente, curarlos de sus enfermeda- Desde diferentes instancias se elevaron numero-

des y atenderlos espiritualmente mediante la ins- sos informes al Consejo de Indias y a la Audien-

trucción religiosa. En Córdoba, y en general en el cia de Charcas dando cuenta de esta situación

Tucumán colonial, esta institución tomó la forma anómala, y en especial, por parte de la orden de

7168

Notable escena del Cerro Colorado, donde se integran representaciones de indígenas y españoles, estos últimos a pie o montados a caballo.

siembra y cosecha de alimentos, de la realiza-

ción de harinas, de comercializar los excedentes

y llevarlos a otras regiones, del tejido de paños

de diferentes tipo, de la confección de bienes de

consumo como zapatos, utensilios de uso do-

méstico, tejidos bastos, etc.

A lo largo del siglo XVI se observan las dificul-

tades del gobierno colonial superior -

Audiencias, Consejo de Indias, Corona españo-

la- para la construcción de un orden que regla-

mentara las relaciones interétnicas y asegurara

la conservación de la población indígena cuya

disminución fue denunciada ya en informes de

los primeros años del siglo XVII; dificultades

que expresan la imposibilidad de la Corona espa-

ñola de renunciar al apoyo militar de los enco-

menderos para la pacificación del territorio y

que expresan que el gobierno en América fue

una coalición negociada entre las elites y la Coro-

na. El gobernador Abreu, mediante sus orde-

nanzas de 1576, intentó reglamentar las relacio-

nes interétnicas en este marco de poder de los

encomenderos y de explotación de la fuerza de

trabajo indígena, regulando el trabajo compulsi-

vo incluso de ancianos menores de 70 años, mu-

jeres y niños mayores de 10 años, sea al interior los jesuitas, abiertos opositores al régimen de en-de la encomienda o fuera de ella, en la ciudad o comiendas de servicio personal.en las estancias. Todo ello redundó en un nota-

ble descenso de la población nativa, diezmada Sucedía que la población de origen hispánico por el exceso de trabajo, las epidemias debido a asentada en esta región contaba sólo con la fuerza la falta de defensas y la drástica reducción de la de trabajo de los indígenas para comenzar cual-tasa de natalidad por las mismas razones, a las quier emprendimiento que les significara la acu-que se debe agregar la separación de las parejas mulación de capitales, de modo que en ella se ba-por el desplazamiento de la población masculi-só la explotación que durante los primeros treinta na fértil hacia otras regiones en fletes -de los cua-y cinco años fue indiscriminada: los indígenas les muy pocos regresaban- o la alta mortandad fueron los responsables de la construcción de vi-de indios en edad de reproducción, producto de viendas, carretas, muebles, de todo el proceso de

En este sentido, encomienda y merced de tie-su participación en las continuas guerras. En es-

rras, dos instituciones que desde las instancias te punto también habría que incluir la masiva

superiores -Corona española y Audiencias ame-huida de indios a los cerros o a otras jurisdiccio-

ricanas- se intentó mantener claramente separa-nes como estrategia de elisión de las relaciones

das (pues la obtención de una encomienda no interétnicas. Informes de principios del siglo

autorizaba al beneficiario a apropiarse o trabajar XVII, como el del gobernador A. de Rivera, dan

las tierras de sus encomendados), se confundie-cuenta de un descenso poblacional indígena que

ron en todo el espacio americano y más aún en afecta a más del 50% del número originario.

las regiones marginales, alejadas de los centros

políticos, como fue el caso de Córdoba. Por su parte, luego de su visita a esta región en

el año 1611, el Oidor Alfaro dictó nuevas orde-

nanzas que intentaron, entre otras cosas, adscri-

bir la población indígena al espacio en el que fue-

ron visitados, organizándolos en tierras de comu-

nidad, las que se establecieron como “pueblos”

de indios . Con ello, buscaba separar los territo-

rios de indígenas y españoles. Intentó también re-

gular el trabajo de los indios mayores de 18 años,

estableciendo una tasa para el pago del tributo y

prohibiendo expresamente el servicio personal.

Estas medidas se orientaron a independizar a las

comunidades nativas de la ingerencia del enco-

mendero -o un administrador- y organizar para

ellas un sistema relativamente autónomo de go-

bierno y control. Sin embargo, en la prácti-

ca, estas ordenanzas en el caso de Córdo-

ba no lograron evitar el descenso conti-

nuo de población nativa como tampo-

co lograron regular las interacciones

en un marco jurídico estable. Los indí-

genas siguieron siendo desplazados,

los encomenderos siguieron teniendo

ingerencia en el pueblo de indios, sea a

partir de permisos especiales para impo-

ner un administrador que regulara y organi-

zara el trabajo de los indios, sea mediante la in-

clusión de los indios en su propia estancia bajo

la apariencia formal de un concierto voluntario.

Figura 46. Adornos y cuentas de collar. Las de la izquierda fueron elaboradas con valvas de caracoles.Las de la derecha de rocas variadas (feldespato, malaquita, filita, etc.).

7170

siembra y cosecha de alimentos, de la realiza-

ción de harinas, de comercializar los excedentes

y llevarlos a otras regiones, del tejido de paños

de diferentes tipo, de la confección de bienes de

consumo como zapatos, utensilios de uso do-

méstico, tejidos bastos, etc.

A lo largo del siglo XVI se observan las dificul-

tades del gobierno colonial superior -

Audiencias, Consejo de Indias, Corona españo-

la- para la construcción de un orden que regla-

mentara las relaciones interétnicas y asegurara

la conservación de la población indígena cuya

disminución fue denunciada ya en informes de

los primeros años del siglo XVII; dificultades

que expresan la imposibilidad de la Corona espa-

ñola de renunciar al apoyo militar de los enco-

menderos para la pacificación del territorio y

que expresan que el gobierno en América fue

una coalición negociada entre las elites y la Coro-

na. El gobernador Abreu, mediante sus orde-

nanzas de 1576, intentó reglamentar las relacio-

nes interétnicas en este marco de poder de los

encomenderos y de explotación de la fuerza de

trabajo indígena, regulando el trabajo compulsi-

vo incluso de ancianos menores de 70 años, mu-

jeres y niños mayores de 10 años, sea al interior los jesuitas, abiertos opositores al régimen de en-de la encomienda o fuera de ella, en la ciudad o comiendas de servicio personal.en las estancias. Todo ello redundó en un nota-

ble descenso de la población nativa, diezmada Sucedía que la población de origen hispánico por el exceso de trabajo, las epidemias debido a asentada en esta región contaba sólo con la fuerza la falta de defensas y la drástica reducción de la de trabajo de los indígenas para comenzar cual-tasa de natalidad por las mismas razones, a las quier emprendimiento que les significara la acu-que se debe agregar la separación de las parejas mulación de capitales, de modo que en ella se ba-por el desplazamiento de la población masculi-só la explotación que durante los primeros treinta na fértil hacia otras regiones en fletes -de los cua-y cinco años fue indiscriminada: los indígenas les muy pocos regresaban- o la alta mortandad fueron los responsables de la construcción de vi-de indios en edad de reproducción, producto de viendas, carretas, muebles, de todo el proceso de

En este sentido, encomienda y merced de tie-su participación en las continuas guerras. En es-

rras, dos instituciones que desde las instancias te punto también habría que incluir la masiva

superiores -Corona española y Audiencias ame-huida de indios a los cerros o a otras jurisdiccio-

ricanas- se intentó mantener claramente separa-nes como estrategia de elisión de las relaciones

das (pues la obtención de una encomienda no interétnicas. Informes de principios del siglo

autorizaba al beneficiario a apropiarse o trabajar XVII, como el del gobernador A. de Rivera, dan

las tierras de sus encomendados), se confundie-cuenta de un descenso poblacional indígena que

ron en todo el espacio americano y más aún en afecta a más del 50% del número originario.

las regiones marginales, alejadas de los centros

políticos, como fue el caso de Córdoba. Por su parte, luego de su visita a esta región en

el año 1611, el Oidor Alfaro dictó nuevas orde-

nanzas que intentaron, entre otras cosas, adscri-

bir la población indígena al espacio en el que fue-

ron visitados, organizándolos en tierras de comu-

nidad, las que se establecieron como “pueblos”

de indios . Con ello, buscaba separar los territo-

rios de indígenas y españoles. Intentó también re-

gular el trabajo de los indios mayores de 18 años,

estableciendo una tasa para el pago del tributo y

prohibiendo expresamente el servicio personal.

Estas medidas se orientaron a independizar a las

comunidades nativas de la ingerencia del enco-

mendero -o un administrador- y organizar para

ellas un sistema relativamente autónomo de go-

bierno y control. Sin embargo, en la prácti-

ca, estas ordenanzas en el caso de Córdo-

ba no lograron evitar el descenso conti-

nuo de población nativa como tampo-

co lograron regular las interacciones

en un marco jurídico estable. Los indí-

genas siguieron siendo desplazados,

los encomenderos siguieron teniendo

ingerencia en el pueblo de indios, sea a

partir de permisos especiales para impo-

ner un administrador que regulara y organi-

zara el trabajo de los indios, sea mediante la in-

clusión de los indios en su propia estancia bajo

la apariencia formal de un concierto voluntario.

Figura 46. Adornos y cuentas de collar. Las de la izquierda fueron elaboradas con valvas de caracoles.Las de la derecha de rocas variadas (feldespato, malaquita, filita, etc.).

7170

La mano de obra y las tierras indígenas fueron siglo XVII se reconocen 6.000 indígenas, ya en la

los engranajes de la lógica de producción en esta década del 1620 y 1630 son numerosas las indi-

región, únicos recursos y primeros capitales de la caciones de que los pueblos no tienen sino entre

colonización. Una prueba de ello se encuentra en 5 y 10 indios y hacia fines del siglo, quedaban

los numerosos expedientes judiciales que han poco más de 500 indígenas originarios (entre

quedado del período, que dan cuenta de las fric- hombres de tasa, mujeres, niños y viejos) y entre

ciones entre españoles por la posesión de indios ellos sólo 93 son indios de tasa, según la Visita

de encomienda y posteriormente también por tie- de Antonio Martines Luxan de Vargas a la juris-

rras. dicción en 1692-93.

La incorporación de los indígenas de Córdoba Ya desde mediados del siglo XVII un porcenta-

al sistema colonial significó, desde este punto de je importante de indios son transmigrados a esta

vista, la pérdida paulatina de sus tierras e inde- jurisdicción desde los Valles Calchaquíes o des-

pendencia personal. Por otra parte, el proceso de de el Chaco, como castigo por sus continuas gue-

desestructuración al que hemos hecho referencia, rras contra la población europea. Estos contin-

trajo como consecuencia casi natural la pérdida gentes se asientan en las estancias de los enco-

de grandes porciones de realidad socialmente menderos de Córdoba y les sirven en servicio

construida en un proceso multisecular (sistemas personal de todo el año, sin recibir más paga que

simbólicos -entre ellos, la lengua-, epistemologías, algunos paños para vestirse. Todo parece indicar

cosmologías, etc.) en tanto las posibilidades mate- que la presencia del Oidor de la Audiencia de

riales de reproducción social se limitaron. Final- Charcas, Luxan de Vargas, tuvo efectos de acon-

mente, en este proceso no puede evitarse la men- tecimiento en la jurisdicción y que pudo impo-

ción a las enfermedades europeas que diezmaron ner la Ley Real en relación al indígena en esta re-

la población nativa ya biológicamente debilitada gión de Córdoba del Tucumán al garantizar la or-

por el exceso de trabajo y el cambio y degrada- ganización de las encomiendas en términos de

ción de la dieta. “pueblos” independientes de la mirada del enco-

mendero, al reestablecer la jerarquía de los jefes

El rápido descenso de población indígena se ex- étnicos y al insistir en la prohibición del servicio

plica en este contexto. La conquista produjo en es- personal. Con su presencia se crearon las condi-

te territorio una brusca declinación demográfica ciones propicias para la reorganización de la po-

que puede ser calificada en términos de catástro- blación indígena, su recuperación demográfica y

fe: de los 30.000 originarios de tasa al momento el restablecimiento de lazos de cohesión en el

de la fundación de la ciudad, hacia principios del marco de un nuevo contexto de multietnicidad.

72

Figura 47.Instrumento musical aerófono (del tipo “flauta de Pan”) elaborado en esteatita o “piedra sapo”. Presenta decoración geométrica grabada. Lago San Roque (Dpto. Punilla)

A la derecha: Cóndor con detalles de su collar y alas extendidas. Pictografía en blanco en un alero del Cerro Colorado (Sierras del Norte de Córdoba).

La mano de obra y las tierras indígenas fueron siglo XVII se reconocen 6.000 indígenas, ya en la

los engranajes de la lógica de producción en esta década del 1620 y 1630 son numerosas las indi-

región, únicos recursos y primeros capitales de la caciones de que los pueblos no tienen sino entre

colonización. Una prueba de ello se encuentra en 5 y 10 indios y hacia fines del siglo, quedaban

los numerosos expedientes judiciales que han poco más de 500 indígenas originarios (entre

quedado del período, que dan cuenta de las fric- hombres de tasa, mujeres, niños y viejos) y entre

ciones entre españoles por la posesión de indios ellos sólo 93 son indios de tasa, según la Visita

de encomienda y posteriormente también por tie- de Antonio Martines Luxan de Vargas a la juris-

rras. dicción en 1692-93.

La incorporación de los indígenas de Córdoba Ya desde mediados del siglo XVII un porcenta-

al sistema colonial significó, desde este punto de je importante de indios son transmigrados a esta

vista, la pérdida paulatina de sus tierras e inde- jurisdicción desde los Valles Calchaquíes o des-

pendencia personal. Por otra parte, el proceso de de el Chaco, como castigo por sus continuas gue-

desestructuración al que hemos hecho referencia, rras contra la población europea. Estos contin-

trajo como consecuencia casi natural la pérdida gentes se asientan en las estancias de los enco-

de grandes porciones de realidad socialmente menderos de Córdoba y les sirven en servicio

construida en un proceso multisecular (sistemas personal de todo el año, sin recibir más paga que

simbólicos -entre ellos, la lengua-, epistemologías, algunos paños para vestirse. Todo parece indicar

cosmologías, etc.) en tanto las posibilidades mate- que la presencia del Oidor de la Audiencia de

riales de reproducción social se limitaron. Final- Charcas, Luxan de Vargas, tuvo efectos de acon-

mente, en este proceso no puede evitarse la men- tecimiento en la jurisdicción y que pudo impo-

ción a las enfermedades europeas que diezmaron ner la Ley Real en relación al indígena en esta re-

la población nativa ya biológicamente debilitada gión de Córdoba del Tucumán al garantizar la or-

por el exceso de trabajo y el cambio y degrada- ganización de las encomiendas en términos de

ción de la dieta. “pueblos” independientes de la mirada del enco-

mendero, al reestablecer la jerarquía de los jefes

El rápido descenso de población indígena se ex- étnicos y al insistir en la prohibición del servicio

plica en este contexto. La conquista produjo en es- personal. Con su presencia se crearon las condi-

te territorio una brusca declinación demográfica ciones propicias para la reorganización de la po-

que puede ser calificada en términos de catástro- blación indígena, su recuperación demográfica y

fe: de los 30.000 originarios de tasa al momento el restablecimiento de lazos de cohesión en el

de la fundación de la ciudad, hacia principios del marco de un nuevo contexto de multietnicidad.

72

Figura 47.Instrumento musical aerófono (del tipo “flauta de Pan”) elaborado en esteatita o “piedra sapo”. Presenta decoración geométrica grabada. Lago San Roque (Dpto. Punilla)

A la derecha: Cóndor con detalles de su collar y alas extendidas. Pictografía en blanco en un alero del Cerro Colorado (Sierras del Norte de Córdoba).

El patrimonio arqueológico de Córdoba

La conquista española del territorio que ac- llos, italianos, franceses, etc.) constituyen la he-

tualmente corresponde a la República Argenti- rencia cultural o el patrimonio histórico argenti-

na, produjo como efecto del contacto, evidentes no. Estos bienes culturales, expresión y testimo-

transformaciones en los hábitos de vida de los nio de la creación humana, pueden tener un va-

grupos étnicos que lo ocupaban y en definitiva lor arqueológico, histórico, artístico, científico,

un destino de marginación de las comunidades técnico, etc. Se trata de expresiones heredadas

autóctonas. En la región serrana y llanuras adya- del pasado, que estamos disfrutando en el pre-

centes de la provincia de Córdoba, a diferencia sente y que merecen ser conservadas para las ge-

de otros sectores del país, las poblaciones indí- neraciones futuras.

genas no ofrecieron un frente continuo ni orga-

nizado de resistencia frente a las huestes hispá- La provincia de Córdoba posee un significati-

nicas. vo patrimonio histórico que puede proyectarse

en sus orígenes hasta épocas prehispánicas.

La presencia indígena ha quedado evidencia- Estos testimonios están presentes en sitios al aire

da a través de su arquitectura cuyos vestigios libre, cuevas, aleros con pinturas y grabados ru-

son frecuentemente descubiertos e investigados, pestres, etc. que son permanentemente depreda-

como asimismo por los testimonios materiales dos por aficionados o inescrupulosos que des-

de su vida doméstica y simbólica, en bienes co- truyen todo el acervo cultural depositado en sus

mo la cerámica, textilería, materiales de piedra y capas estratigráficas o en sus paredes. Importan-

hueso, pinturas y grabados rupestres, etc., que tes colecciones de objetos arqueológicos fueron

aun hoy pueden reconocerse en parques ar- retiradas de la provincia a otras vecinas y aun al

queológicos, museos y exposiciones. exterior con la finalidad de su venta.

Estos bienes inmuebles y muebles, junto con Con la excepción de las ruinas y monumentos

los de los otros grupos humanos que se fueron jesuíticos, que merecieron el reconocimiento in-

integrando a nuestro territorio (españoles, crio- ternacional por la UNESCO, el patrimonio

75

A la izquierda: y perforación central, que fueron llamados “torteros” aunque más probablemente corresponden a adornos. El de la derecha parece representar a una serpiente, ya que se modeló en uno de sus extremos el contorno de la cabeza del animal visto desde arriba, en tantoque el extremo restante, finalizado en un ápice aguzado, indicaría la cola. Pudo ser utilizado en tareas textiles o como un alfiler para asegurar las vestimentas. Estas piezas proceden de sitios arqueológicos del sur del valle de Punilla.

Instrumentos de hueso con decoración grabada. Los de la izquierda son fragmentos de piezas de contorno rectangular

El patrimonio arqueológico de Córdoba

La conquista española del territorio que ac- llos, italianos, franceses, etc.) constituyen la he-

tualmente corresponde a la República Argenti- rencia cultural o el patrimonio histórico argenti-

na, produjo como efecto del contacto, evidentes no. Estos bienes culturales, expresión y testimo-

transformaciones en los hábitos de vida de los nio de la creación humana, pueden tener un va-

grupos étnicos que lo ocupaban y en definitiva lor arqueológico, histórico, artístico, científico,

un destino de marginación de las comunidades técnico, etc. Se trata de expresiones heredadas

autóctonas. En la región serrana y llanuras adya- del pasado, que estamos disfrutando en el pre-

centes de la provincia de Córdoba, a diferencia sente y que merecen ser conservadas para las ge-

de otros sectores del país, las poblaciones indí- neraciones futuras.

genas no ofrecieron un frente continuo ni orga-

nizado de resistencia frente a las huestes hispá- La provincia de Córdoba posee un significati-

nicas. vo patrimonio histórico que puede proyectarse

en sus orígenes hasta épocas prehispánicas.

La presencia indígena ha quedado evidencia- Estos testimonios están presentes en sitios al aire

da a través de su arquitectura cuyos vestigios libre, cuevas, aleros con pinturas y grabados ru-

son frecuentemente descubiertos e investigados, pestres, etc. que son permanentemente depreda-

como asimismo por los testimonios materiales dos por aficionados o inescrupulosos que des-

de su vida doméstica y simbólica, en bienes co- truyen todo el acervo cultural depositado en sus

mo la cerámica, textilería, materiales de piedra y capas estratigráficas o en sus paredes. Importan-

hueso, pinturas y grabados rupestres, etc., que tes colecciones de objetos arqueológicos fueron

aun hoy pueden reconocerse en parques ar- retiradas de la provincia a otras vecinas y aun al

queológicos, museos y exposiciones. exterior con la finalidad de su venta.

Estos bienes inmuebles y muebles, junto con Con la excepción de las ruinas y monumentos

los de los otros grupos humanos que se fueron jesuíticos, que merecieron el reconocimiento in-

integrando a nuestro territorio (españoles, crio- ternacional por la UNESCO, el patrimonio

75

A la izquierda: y perforación central, que fueron llamados “torteros” aunque más probablemente corresponden a adornos. El de la derecha parece representar a una serpiente, ya que se modeló en uno de sus extremos el contorno de la cabeza del animal visto desde arriba, en tantoque el extremo restante, finalizado en un ápice aguzado, indicaría la cola. Pudo ser utilizado en tareas textiles o como un alfiler para asegurar las vestimentas. Estas piezas proceden de sitios arqueológicos del sur del valle de Punilla.

Instrumentos de hueso con decoración grabada. Los de la izquierda son fragmentos de piezas de contorno rectangular

prehispánico, como el colonial urbano y rural, y contengan los presupuestos mínimos de protec-

el de siglos posteriores, va progresivamente su- ción, y a las provincias, las necesarias para com-

cumbiendo en un proceso de sustitución -en la plementarlas, sin que aquéllas alteren las juris-

ciudad por torres en altura- vislumbrándose un dicciones locales”.

final anunciado. Se suma a ello las fuerzas des-

tructivas de la naturaleza y el rápido progreso de La provincia de Córdoba dispone posiblemen-

la colonización de tierras y obras públicas, que te de la ley provincial vigente más antigua, don-

coadyuvan para que numerosos vestigios del pa- de se contempla al patrimonio arqueológico. Se

sado prehispánico corran el riesgo de desapare- trata de la “Ley de protección de bienes cultura-

cer sin ser analizados científicamente. les de la Provincia” (N° 5543) sancionada el 16

de abril de 1973 y cuyo decreto reglamentario

Aún cuando en nuestro país no se ha logrado data de casi diez años después (11 de febrero de

todavía alcanzar la tradición proteccionista de 1983). Casi todas las restantes provincias fueron

los Estados europeos o de algunos americanos, dictando nuevas disposiciones, más avanzadas,

durante los últimos años ha comenzado a ges- reflejando las reformas en la materia, incorpora-

tarse una creciente conciencia del grave peligro das al Código Civil en 1968 mediante la Ley

a que están expuestos los bienes culturales. Así 17.711 y por cierto, en estos últimos años, ade-

en orden a los bienes arqueológicos se promulgó cuando su legislación a la ley nacional 25743 de

el 25 de junio del año 2003 la Ley Nacional N° “Protección del patrimonio arqueológico y pa-

25.743 que fue posteriormente reglamentada. leontológico” (vg. Entre Ríos, 2006; San Luis,

Este nuevo dispositivo legal, de acuerdo a pre- 2006; Tucumán, 2005) o bien simplemente se

ceptos explícitos de nuestra Constitución Nacio- han adherido al régimen nacional (Formosa,

nal (art. 41) constituye solamente una ley marco, 2004).

a la cual las provincias deben ajustar sus dispo-

siciones, de acuerdo a sus propias realidades lo- Basta solamente un superficial análisis de la

cales. Este artículo señala al referirse a la preser- ley nacional marco y la ley provincial de Córdo-

vación del patrimonio natural y cultural, que co- ba, para observar el estado de desactualización

rresponde “...a la Nación dictar las normas que del ordenamiento local. Resulta imposible con-

templar en solo nueve artículos todo lo referente

a la protección, conservación, regular la investi-

gación y preservación, no solo de bienes arqueo-

lógicos, sino también paleontológicos, históri-

cos, científicos y artísticos, como lo estipula la

ley provincial. Por otra parte, exhibe numerosas

omisiones y más grave aún, serias contradiccio-

nes con la ley nacional. A manera de ejemplo,

sólo unos pocos. La ley provincial ha seguido

los criterios de la vieja ley de museos y monu-

mentos nacionales sancionada en 1940, donde

se establece que un bien para que sea considera-

do perteneciente al patrimonio provincial, debe

necesariamente ser “declarado como tal” por la

autoridad competente. A partir de las modifica-

ciones producidas en el Código Civil (ley 17.711

art. 2340 inc. 9) y la reciente ley nacional 25.743

los bienes arqueológicos, por el solo hecho de

ser tales, quedan comprendidos sin ninguna de-

claración dentro del dominio público del Esta-

do. La ley provincial omite cualquier declara-

ción sobre si los bienes culturales son del domi-

nio público o se encuentran dentro del patrimo-

nio privado de sus titulares. En el art. 4º del De-

creto que la reglamenta, pareciera reconocerse la

propiedad privada, por cuanto señala que el or-

ganismo de aplicación podrá solicitar la expro-

piación o adquisición directa del bien. De igual

manera en los arts. 5º de la Ley y decreto regla-

7776

Figura 48. Diferentes tipos de adornos en piedra.

prehispánico, como el colonial urbano y rural, y contengan los presupuestos mínimos de protec-

el de siglos posteriores, va progresivamente su- ción, y a las provincias, las necesarias para com-

cumbiendo en un proceso de sustitución -en la plementarlas, sin que aquéllas alteren las juris-

ciudad por torres en altura- vislumbrándose un dicciones locales”.

final anunciado. Se suma a ello las fuerzas des-

tructivas de la naturaleza y el rápido progreso de La provincia de Córdoba dispone posiblemen-

la colonización de tierras y obras públicas, que te de la ley provincial vigente más antigua, don-

coadyuvan para que numerosos vestigios del pa- de se contempla al patrimonio arqueológico. Se

sado prehispánico corran el riesgo de desapare- trata de la “Ley de protección de bienes cultura-

cer sin ser analizados científicamente. les de la Provincia” (N° 5543) sancionada el 16

de abril de 1973 y cuyo decreto reglamentario

Aún cuando en nuestro país no se ha logrado data de casi diez años después (11 de febrero de

todavía alcanzar la tradición proteccionista de 1983). Casi todas las restantes provincias fueron

los Estados europeos o de algunos americanos, dictando nuevas disposiciones, más avanzadas,

durante los últimos años ha comenzado a ges- reflejando las reformas en la materia, incorpora-

tarse una creciente conciencia del grave peligro das al Código Civil en 1968 mediante la Ley

a que están expuestos los bienes culturales. Así 17.711 y por cierto, en estos últimos años, ade-

en orden a los bienes arqueológicos se promulgó cuando su legislación a la ley nacional 25743 de

el 25 de junio del año 2003 la Ley Nacional N° “Protección del patrimonio arqueológico y pa-

25.743 que fue posteriormente reglamentada. leontológico” (vg. Entre Ríos, 2006; San Luis,

Este nuevo dispositivo legal, de acuerdo a pre- 2006; Tucumán, 2005) o bien simplemente se

ceptos explícitos de nuestra Constitución Nacio- han adherido al régimen nacional (Formosa,

nal (art. 41) constituye solamente una ley marco, 2004).

a la cual las provincias deben ajustar sus dispo-

siciones, de acuerdo a sus propias realidades lo- Basta solamente un superficial análisis de la

cales. Este artículo señala al referirse a la preser- ley nacional marco y la ley provincial de Córdo-

vación del patrimonio natural y cultural, que co- ba, para observar el estado de desactualización

rresponde “...a la Nación dictar las normas que del ordenamiento local. Resulta imposible con-

templar en solo nueve artículos todo lo referente

a la protección, conservación, regular la investi-

gación y preservación, no solo de bienes arqueo-

lógicos, sino también paleontológicos, históri-

cos, científicos y artísticos, como lo estipula la

ley provincial. Por otra parte, exhibe numerosas

omisiones y más grave aún, serias contradiccio-

nes con la ley nacional. A manera de ejemplo,

sólo unos pocos. La ley provincial ha seguido

los criterios de la vieja ley de museos y monu-

mentos nacionales sancionada en 1940, donde

se establece que un bien para que sea considera-

do perteneciente al patrimonio provincial, debe

necesariamente ser “declarado como tal” por la

autoridad competente. A partir de las modifica-

ciones producidas en el Código Civil (ley 17.711

art. 2340 inc. 9) y la reciente ley nacional 25.743

los bienes arqueológicos, por el solo hecho de

ser tales, quedan comprendidos sin ninguna de-

claración dentro del dominio público del Esta-

do. La ley provincial omite cualquier declara-

ción sobre si los bienes culturales son del domi-

nio público o se encuentran dentro del patrimo-

nio privado de sus titulares. En el art. 4º del De-

creto que la reglamenta, pareciera reconocerse la

propiedad privada, por cuanto señala que el or-

ganismo de aplicación podrá solicitar la expro-

piación o adquisición directa del bien. De igual

manera en los arts. 5º de la Ley y decreto regla-

7776

Figura 48. Diferentes tipos de adornos en piedra.

mentario, se indica que si fuere necesario que las

piezas arqueológicas o paleontológicas obtenidas

en los yacimientos del territorio provincial pasa-

ran a integrar las colecciones de los Museos de la

Provincia se procedería en la misma forma.

Otra observación que se podría señalar es la re-

ferente al régimen sancionatorio. La ley establece

que en caso de violación de sus disposiciones se

impondrán multas graduales atendiendo al valor

del bien y la gravedad de la falta. Para ello, se au-

toriza a la Dirección de Patrimonio Cultural a for-

mar un tribunal de tasación (art. 8° decreto regla-

mentario). Esta norma se encuentra en clara con-

tradicción con el Código Civil y con la ley nacio-

nal 25.743 debido a que tales ordenamientos es-

tablecen que los bienes arqueológicos son de do-

minio público, y entre los caracteres de las co-

sas de dominio público, es la de estar fuera del

comercio y por lo tanto no tener precio. De allí

que la determinación del valor económico del

bien resulta imposible. En cuanto a la “gravedad

de la falta” el problema radica en cómo se deter-

mina la misma. Cuáles son las lesiones que de-

ben considerarse más o menos graves para esta-

blecer el monto de la multa. En definitiva, en

qué reside la gravedad de la acción o de los re-

sultados alcanzados con la misma.

De igual manera el decreto reglamentario de la

ley provincial establece en su art. 3 que la Direc-

ción de Patrimonio Cultural será la encargada de

otorgar las “autorizaciones” para realizar excava-

ciones o investigaciones en yacimientos arqueo-

lógicos...”. La ley nacional marco, por el contra-

rio, señala que para la misma finalidad será nece-

sario la obtención de “concesiones”. Es decir, la

celebración del correspondiente contrato bilate-

7978

ral –en el caso entre el Estado y los profesionales

científicos- del que nacen derechos y obligacio-

nes para ambas partes. No prevé la norma per-

misos ni autorizaciones, que constituyen actos

unilaterales que permiten su otorgamiento o can-

celación discrecional. Se pretende de este modo

evitar arbitrariedades y la conflictividad consi-

guiente que de ellas resulta obstruyendo el nor-

mal y adecuado desarrollo de la actividad. Más

aún, en caso de denegarse la solicitud de conce-

sión, el organismo provincial debe fundamentar

su decisión, a fin de posibilitar su control –prin-

cipio propio de todo estado republicano- aten-

diendo a que el investigador puede apelar la me-

dida.

En esta ocasión no formularemos nuevas apre-

ciaciones. Solo nos manifestamos señalando que

la actual ley provincial no cumple ni aún míni-

mamente con el mandato establecido en el art.

65 de la Constitución provincial, donde se seña-

la la obligación de las autoridades locales de bre-

gar “...por la conservación, enriquecimiento y di-

fusión del patrimonio cultural, en especial ar-

queológico, histórico, artístico y paisajístico y de

los bienes que lo componen, cualquiera sea su ré-

gimen jurídico y su titularidad”.

Propugnamos, por tanto, la elaboración y san-

ción de una legislación provincial que sea acor-

de con la ley nacional marco y con la realidad lo-

cal y que permita su rápida y eficaz aplicación.

Para ello resulta imprescindible que se tengan en

cuenta ciertos aspectos fundamentales en la for-

mación del proyecto de ley. Un primer paso im-

prescindible para revertir tal situación, es contar

con disposiciones legales que tengan efectiva va-

lidez. Consideramos en este punto, la urgente ne-

mentario, se indica que si fuere necesario que las

piezas arqueológicas o paleontológicas obtenidas

en los yacimientos del territorio provincial pasa-

ran a integrar las colecciones de los Museos de la

Provincia se procedería en la misma forma.

Otra observación que se podría señalar es la re-

ferente al régimen sancionatorio. La ley establece

que en caso de violación de sus disposiciones se

impondrán multas graduales atendiendo al valor

del bien y la gravedad de la falta. Para ello, se au-

toriza a la Dirección de Patrimonio Cultural a for-

mar un tribunal de tasación (art. 8° decreto regla-

mentario). Esta norma se encuentra en clara con-

tradicción con el Código Civil y con la ley nacio-

nal 25.743 debido a que tales ordenamientos es-

tablecen que los bienes arqueológicos son de do-

minio público, y entre los caracteres de las co-

sas de dominio público, es la de estar fuera del

comercio y por lo tanto no tener precio. De allí

que la determinación del valor económico del

bien resulta imposible. En cuanto a la “gravedad

de la falta” el problema radica en cómo se deter-

mina la misma. Cuáles son las lesiones que de-

ben considerarse más o menos graves para esta-

blecer el monto de la multa. En definitiva, en

qué reside la gravedad de la acción o de los re-

sultados alcanzados con la misma.

De igual manera el decreto reglamentario de la

ley provincial establece en su art. 3 que la Direc-

ción de Patrimonio Cultural será la encargada de

otorgar las “autorizaciones” para realizar excava-

ciones o investigaciones en yacimientos arqueo-

lógicos...”. La ley nacional marco, por el contra-

rio, señala que para la misma finalidad será nece-

sario la obtención de “concesiones”. Es decir, la

celebración del correspondiente contrato bilate-

7978

ral –en el caso entre el Estado y los profesionales

científicos- del que nacen derechos y obligacio-

nes para ambas partes. No prevé la norma per-

misos ni autorizaciones, que constituyen actos

unilaterales que permiten su otorgamiento o can-

celación discrecional. Se pretende de este modo

evitar arbitrariedades y la conflictividad consi-

guiente que de ellas resulta obstruyendo el nor-

mal y adecuado desarrollo de la actividad. Más

aún, en caso de denegarse la solicitud de conce-

sión, el organismo provincial debe fundamentar

su decisión, a fin de posibilitar su control –prin-

cipio propio de todo estado republicano- aten-

diendo a que el investigador puede apelar la me-

dida.

En esta ocasión no formularemos nuevas apre-

ciaciones. Solo nos manifestamos señalando que

la actual ley provincial no cumple ni aún míni-

mamente con el mandato establecido en el art.

65 de la Constitución provincial, donde se seña-

la la obligación de las autoridades locales de bre-

gar “...por la conservación, enriquecimiento y di-

fusión del patrimonio cultural, en especial ar-

queológico, histórico, artístico y paisajístico y de

los bienes que lo componen, cualquiera sea su ré-

gimen jurídico y su titularidad”.

Propugnamos, por tanto, la elaboración y san-

ción de una legislación provincial que sea acor-

de con la ley nacional marco y con la realidad lo-

cal y que permita su rápida y eficaz aplicación.

Para ello resulta imprescindible que se tengan en

cuenta ciertos aspectos fundamentales en la for-

mación del proyecto de ley. Un primer paso im-

prescindible para revertir tal situación, es contar

con disposiciones legales que tengan efectiva va-

lidez. Consideramos en este punto, la urgente ne-

A la derecha: Fragmentos de estatuillas antropomorfas. Como es común en este tipo de piezas, fueron destacados los gorros o tocadoscefálicos, tatuajes o pinturas faciales, collares y detalles de la vestimenta. Proceden de San Roque y de Cosquín (Valle de Punilla).y de Mina Clavero (Valle de Traslasierra).

cesidad de armonizar las competencias median- cación. Debe recordarse siempre aquel principio

te una participación efectiva y amplia de repre- constitucional establecido en la segunda parte

sentantes de ambos sectores: parlamentarios y del art. 19, donde se señala que “Ningún habi-

científicos, ya que estos últimos pueden aportar tante de la Nación será obligado a hacer lo que

interesantes apreciaciones sobre las particulari- no manda la ley, ni privado de lo que ella no

dades distintivas de su objeto de investigación. prohíbe”.

La ley nacional 25.743 sancionada el año 2003 Para concluir, debemos señalar en forma com-

ha recibido con posterioridad algunas críticas su- plementaria, que la situación debe también em-

ficientemente fundadas en parte de su articula- pezar a cambiar en campos tan importantes co-

do. De allí que debe tenerse muy presente, no la mo la educación y la difusión a través de los me-

simple adhesión a la misma, sino la adecuación dios de comunicación. Esta es una tarea necesa-

a las realidades locales provinciales, consideran- ria y más compleja, porque para ello se requiere

do las observaciones formuladas recientemente la voluntad y la participación de muchos: el Esta-

a la ley nacional. Además, debería incluir aspec- do, demostrando verdadero interés en gestionar

tos no contemplados por la ley nacional. Tal es el los vestigios de nuestro pasado americano; los

caso, sobre la necesidad de realizar estudios de profesionales arqueólogos, participando a la co-

impacto previo a la ejecución de grandes obras munidad, en sus respectivas áreas de investiga-

públicas o privadas, contemplando las medidas ción, sobre su función y formando conciencia en

que se deben implementar. el medio, de cómo se perjudica el patrimonio cul-

tural debido a la depredación de los sitios; la in-

Finalmente, somos concientes que la sola san- corporación en los programas de formación do-

ción de una nueva ley no será suficiente para ter- cente de mayor espacio destinado al pasado ame-

minar con el sistemático saqueo y destrucción ricano y la inserción en los distintos niveles edu-

de yacimientos, la apropiación o bien exporta- cativos, de conocimientos sobre las culturas nati-

ción de importantes colecciones arqueológicas vas y las consecuencias negativas del saqueo y

sin ser analizadas científicamente. De todos mo- comercialización de antigüedades. Estos aspec-

dos, es imprescindible disponer de un instru- tos, brevemente desarrollados, y otros que se po-

mento legal, emanado del Poder Legislativo, que drían agregar, intentan solamente ilustrar sobre

esté adecuado a los nuevos requerimientos que el largo camino que aún queda por recorrer para

la investigación, protección y conservación de es- alcanzar una eficaz práctica de la arqueología y

te patrimonio necesitan y por tanto, que además una gestión adecuada del patrimonio arqueoló-

de validez, tenga eficacia al momento de su apli- gico.

80

A la derecha: Fragmentos de estatuillas antropomorfas. Como es común en este tipo de piezas, fueron destacados los gorros o tocadoscefálicos, tatuajes o pinturas faciales, collares y detalles de la vestimenta. Proceden de San Roque y de Cosquín (Valle de Punilla).y de Mina Clavero (Valle de Traslasierra).

cesidad de armonizar las competencias median- cación. Debe recordarse siempre aquel principio

te una participación efectiva y amplia de repre- constitucional establecido en la segunda parte

sentantes de ambos sectores: parlamentarios y del art. 19, donde se señala que “Ningún habi-

científicos, ya que estos últimos pueden aportar tante de la Nación será obligado a hacer lo que

interesantes apreciaciones sobre las particulari- no manda la ley, ni privado de lo que ella no

dades distintivas de su objeto de investigación. prohíbe”.

La ley nacional 25.743 sancionada el año 2003 Para concluir, debemos señalar en forma com-

ha recibido con posterioridad algunas críticas su- plementaria, que la situación debe también em-

ficientemente fundadas en parte de su articula- pezar a cambiar en campos tan importantes co-

do. De allí que debe tenerse muy presente, no la mo la educación y la difusión a través de los me-

simple adhesión a la misma, sino la adecuación dios de comunicación. Esta es una tarea necesa-

a las realidades locales provinciales, consideran- ria y más compleja, porque para ello se requiere

do las observaciones formuladas recientemente la voluntad y la participación de muchos: el Esta-

a la ley nacional. Además, debería incluir aspec- do, demostrando verdadero interés en gestionar

tos no contemplados por la ley nacional. Tal es el los vestigios de nuestro pasado americano; los

caso, sobre la necesidad de realizar estudios de profesionales arqueólogos, participando a la co-

impacto previo a la ejecución de grandes obras munidad, en sus respectivas áreas de investiga-

públicas o privadas, contemplando las medidas ción, sobre su función y formando conciencia en

que se deben implementar. el medio, de cómo se perjudica el patrimonio cul-

tural debido a la depredación de los sitios; la in-

Finalmente, somos concientes que la sola san- corporación en los programas de formación do-

ción de una nueva ley no será suficiente para ter- cente de mayor espacio destinado al pasado ame-

minar con el sistemático saqueo y destrucción ricano y la inserción en los distintos niveles edu-

de yacimientos, la apropiación o bien exporta- cativos, de conocimientos sobre las culturas nati-

ción de importantes colecciones arqueológicas vas y las consecuencias negativas del saqueo y

sin ser analizadas científicamente. De todos mo- comercialización de antigüedades. Estos aspec-

dos, es imprescindible disponer de un instru- tos, brevemente desarrollados, y otros que se po-

mento legal, emanado del Poder Legislativo, que drían agregar, intentan solamente ilustrar sobre

esté adecuado a los nuevos requerimientos que el largo camino que aún queda por recorrer para

la investigación, protección y conservación de es- alcanzar una eficaz práctica de la arqueología y

te patrimonio necesitan y por tanto, que además una gestión adecuada del patrimonio arqueoló-

de validez, tenga eficacia al momento de su apli- gico.

80

BibliografíaArana, M. 2009. La protección del patrimonio cultural ar-

1999. El tiempo de la algarroba. En Aschero, C.; gentino. Arqueológico y Paleontológico. La ley na-

Korstanje, M. y P. Vuoto (eds.), En los tres reinos: cional N° 25.743. Comentarios al texto. Editorial

prácticas de recolección en el Cono Sur de Améri- Brujas. Córdoba.

ca, pp.197-203. Instituto de Arqueología y Mu-

seo. Universidad Nacional de Tucumán. Tucu- Berberián, E. y B. Bixio

mán. 1987. La crónica de Gerónimo de Vivar y los

aborígenes de la provincia de Córdoba (Repúbli-

Assadourian, C. ca Argentina). Revista Española de Antropología

1983. El sistema de la economía colonial. El mer- Americana XVII: 197-234. Madrid.

cado interior. Regiones y espacio económico.

Edit. Nueva Imagen México. Berberián, E. y H. Calandra

1984. Investigaciones arqueológicas en la cue-

Austral, A. y A. Rocchietti va “El Peñoncito”. San Juan, Argentina. Revista

1995. Arqueología de la pendiente oriental de del Museo de La Plata VIII, antropología nº 56:

la sierra de Comechingones. Actas y Memorias 139-169.

del XI Congreso Nacional de Arqueología Argenti-

na 10: 61-80. San Rafael, Mendoza. Berberián, E.; Martín, V. y J. Martín de Zurita

1983. Contribuciones arqueológicas a la arqui-

Berberián, E. 1984. Potrero Garay: una entidad tectura aborigen en la región serrana de la Pro-

sociocultural tardía de la región serrana de la pro- vincia de Córdoba (República Argentina) duran-

vincia de Córdoba (Rep. Argentina). Comechin- te el período hispano-indígena. En: Presencia

gonia 4: 71-138. Hispánica en la Arqueología Argentina I: 69-86.

Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia.

1987. Crónicas del Tucumán. Siglo XVI. Edito-

rial Comechingonia. Córdoba. Bixio, B.

2007. La Visita del Oidor Luxan de Vargas a la

1992. La Protección Jurídica del patrimonio ar- Jurisdicción de Córdoba del Tucumán (1692-

queológico en la República Argentina. Ed. Come- 1693): práctica de la justicia y disputa de valo-

chingonia. Córdoba. res. Revista Española de Antropología America-

na 37(2): 61-79. Madrid.

BibliografíaArana, M. 2009. La protección del patrimonio cultural ar-

1999. El tiempo de la algarroba. En Aschero, C.; gentino. Arqueológico y Paleontológico. La ley na-

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1995. Arqueología de la pendiente oriental de del Museo de La Plata VIII, antropología nº 56:

la sierra de Comechingones. Actas y Memorias 139-169.

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na 10: 61-80. San Rafael, Mendoza. Berberián, E.; Martín, V. y J. Martín de Zurita

1983. Contribuciones arqueológicas a la arqui-

Berberián, E. 1984. Potrero Garay: una entidad tectura aborigen en la región serrana de la Pro-

sociocultural tardía de la región serrana de la pro- vincia de Córdoba (República Argentina) duran-

vincia de Córdoba (Rep. Argentina). Comechin- te el período hispano-indígena. En: Presencia

gonia 4: 71-138. Hispánica en la Arqueología Argentina I: 69-86.

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1992. La Protección Jurídica del patrimonio ar- Jurisdicción de Córdoba del Tucumán (1692-

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chingonia. Córdoba. res. Revista Española de Antropología America-

na 37(2): 61-79. Madrid.

Bonofiglio, M. ampliados del XVI Congreso Nacional de

2003. Investigaciones arqueológicas en la cuen- Arqueología Argentina II: 47-52. Jujuy.

ca media del Xanaes. En Ferreira, C. (coord.), Vi-

lla Concepción del Tío. Su historia documentada, Gardner, G.

pp. 15-51. Editorial Brujas. Córdoba. 1931. Rock-paintings of north west Córdoba.

Clarendon Press. Oxford.

Castro Olañeta, I.

2002. Recuperar las continuidades y transfor- Gil, A.

maciones: las juntas y borracheras de los indios 2006. Arqueología de La Payunia (Mendoza,

de Quilino y su participación en la justicia colo- Argentina). El poblamiento humano en los már-

nial. En Farberman, J. y R. Gil Montero (eds.), Los genes de la agricultura. BAR, International Se-

pueblos de indios del Tucumán colonial: perviven- ries 1477. Oxford.

cia y desestructuración, pp. 175-202. UNQ Edi-

ciones - Ediunju. González, A.

1960. La estratigrafía de la gruta de Intihuasi

Consens, M. (Prov. de San Luis, R.A.) y sus relaciones con

1986. San Luis. El arte rupestre de sus sierras. otros sitios precerámicos de Sudamérica. Revis-

Fondo Editorial Sanluiseño. San Luis. ta del Instituto de Antropología I: 1-290. Córdoba.

De la Fuente, N. 1963. Las pinturas indígenas de Cerro Colora-

1971. Prospección arqueológica en yacimientos do. Gacetika n° 63. Córdoba.

del Departamento Río Segundo - Provincia de

Córdoba. Nota preliminar. Publicación del Museo González, S. y E. Crivelli

Arqueológico Regional “Aníbal Montes”. Río Se- 1978. Excavaciones arqueológicas en el abrigo

gundo. Córdoba. de Los Chelcos (Dpto. San Alberto. Córdoba). Re-

laciones de la Sociedad Argentina de Antropolo-

Doucet, G. gía XII: 183-212.

1990. La encomienda de servicio personal en el

Tucumán, bajo régimen legal: comentarios a las González Navarro, C.

Ordenanzas de Gonzalo de Abreu. En Levaggi, A. 1999. Espacios coloniales. Construcción social

(Comp.), El aborigen y el derecho en el pasado y del espacio en las márgenes del RÍo Segundo.

en el presente. Pp. 93-143. Universidad del Mu- 1573-1650. Córdoba. Centro de Estudios Histó-

seo Social Argentino. Buenos Aires. ricos “Prof. Carlos S.A. Segreti”. Córdoba.

Fabra, M.; Salega, S. y C. González 2002. Los pueblos indígenas de la sierra y los

2007. Comportamiento mortuorio en poblacio- pueblos indígenas de la llanura, Córdoba, 1573-

nes prehispánicas de la región austral de las Sie- 1650. En Farberman, J. y R. Gil Montero (eds.),

rras Pampeanas durante el Holoceno. Resúmenes Los pueblos de indios del Tucumán colonial: per-

vivencia y desestructuración, pp. 139-174. UNQ Nimo, A.

Ediciones - Ediunju. 1946. Arqueología de Laguna Honda (Yucat,

Provincia de Córdoba). Publicaciones del Institu-

2009. La incorporación de los indios desnatura- to de Arqueología, Lingüística y Folklore “Dr. Pa-

lizados del valle Calchaquí y de la región del Cha- blo Cabrera” XV.

co a la jurisdicción de Córdoba del Tucumán.

Una mirada desde la Visita del oidor Antonio Nores, B. y U. D´Andrea

Martines Luxan de Vargas (1692-93). Jahrbuch 1997. Los aborígenes de la región del Río Cuar-

für Geschichte Lateinamerikas. En prensa. to. Editorial Nuevo Siglo. Córdoba.

López, L. Oliva, M.

2007. Los vegetales comestibles en la economía 1947. Contribución al estudio de la arqueolo-

prehispánica tardía de Sierras Centrales. Estudios gía del norte de la Provincia de Córdoba. Los pa-

arqueobotánicos en el valle de Punilla y Salsacate raderos de Pozo de las Ollas y Laguna de la Sal.

(Provincia de Córdoba). Tesis de Licenciatura. Publicaciones del Instituto de Arqueología, Lin-

Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba. güística y Folklore “Dr. Pablo Cabrera” XVI.

Lorandi, A. Pastor, S.

1974. Espacio y tiempo en la prehistoria santia- 2007a. Arqueología del Valle de Salsacate y

gueña. Relaciones de la Sociedad Argentina de pampas de altura adyacentes (Sierras Centrales

Antropología VIII: 199-236. de Argentina). Una aproximación a los procesos

sociales del período prehispánico tardío (900-

1988. El servicio personal como agente de de- 1573 d.C.). Tesis de Doctorado. Universidad Na-

sestructuración en el Tucumán colonial. Revista cional de La Plata. La Plata.

Andina, Nº1: 135-173. Cuzco.

2007b. Juntas y cazaderos. Las actividades gru-

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1986. San Luis. El arte rupestre de sus sierras. otros sitios precerámicos de Sudamérica. Revis-

Fondo Editorial Sanluiseño. San Luis. ta del Instituto de Antropología I: 1-290. Córdoba.

De la Fuente, N. 1963. Las pinturas indígenas de Cerro Colora-

1971. Prospección arqueológica en yacimientos do. Gacetika n° 63. Córdoba.

del Departamento Río Segundo - Provincia de

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Ordenanzas de Gonzalo de Abreu. En Levaggi, A. 1999. Espacios coloniales. Construcción social

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Una mirada desde la Visita del oidor Antonio Nores, B. y U. D´Andrea

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rrezuela (Córdoba, Argentina). Revista Arqueolo- ñola de Antropología Americana 38(2): 17-37.

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Pastor, S. y E. Berberián Rivero, D. y F. Roldán

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1992. Los indígenas de Córdoba bajo el régimen de Córdoba, Argentina). Revista Arqueología 14:

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Recalde, A. pacial restringida. En Podestá, M. y otros (eds.),

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occidental de las Sierras Centrales y su relación nea, pp. 25-30. Buenos Aires.

con las estrategias de explotación de recursos de

las comunidades prehispánicas productoras de Saignes, T. (comp.)

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Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba. de lo sagrado en los Andes. Lima-La Paz. IFEA.

Recalde, A. y E. Berberián Togo, J.

2005. El arte rupestre de Argentina. Centro. Cor- 2007. Los fechados radiocarbónicos de Santia-

pus Antiquitatum Americanensium Argentina go del Estero. Resúmenes ampliados del XVI

VII. Union Académique Internationale. Acade- Congreso Nacional de Arqueología Argentina III:

mia Nacional de la Historia. Buenos Aires. 227-232. Jujuy.

Impreso por Editorial Brujas, en abril de 2010.

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Impreso por Editorial Brujas, en abril de 2010.

Córdoba, Argentina.